La escena podría parecer sacada de un laboratorio de la NASA: un viñedo analizado desde el espacio, sensores midiendo el vigor de los cultivos a ras de suelo y algoritmos recomendando dosis precisas de riego o pesticidas según el pronóstico del tiempo. Pero todo esto está sucediendo en Catalunya. Se llama agricultura inteligente, y está cambiando los procesos de cultivo de una región marcada, constantemente, por la sequía.
En el Penedès, la bodega centenaria Familia Torres ha apostado fuerte por la digitalización del viñedo, lo cual está suponiendo un salto sin precedentes en la manera de cultivar. Su participación en el proyecto europeo VitiGEOSS, liderado por Eurecat y centrado en la aplicación de IA y datos satelitales en la viticultura, está demostrando cómo una forma diferente de entender la tecnología es posible.
“Nuestra motivación para participar en el proyecto VitiGEOSS nace del compromiso con la innovación y la sostenibilidad, valores que definen nuestra identidad como elaboradores de vino”, explica Mireia Torres, directora del área de innovación y conocimiento de Familia Torres y representante de la quinta generación.
De este modo, en medio de una crisis climática global, el campo catalán no se resigna a observar desde la distancia. Mientras la sequía, el aumento de las temperaturas y la escasez de recursos afectan de lleno al sector agrícola, algunos actores han decidido mirar hacia arriba —literalmente— y aliarse con la tecnología satelital para anticiparse a los cambios.
Nuestra motivación nace del compromiso con la innovación y la sostenibilidad
Tal y como cuenta Torres, VitiGEOSS es un proyecto europeo que ha entendido a la perfección esta revolución. El objetivo es trasladar al sector vitivinícola herramientas digitales basadas en datos geoespaciales. En el caso de Catalunya, la Familia Torres participa como bodega piloto, integrando estos avances dentro de su estrategia de innovación sostenible.
Desde hace años, la bodega ha apostado por incorporar tecnologías avanzadas como imágenes de satélite e inteligencia artificial para mejorar el manejo de sus viñedos. Pero ahora ha dado un paso más. La idea no es solo producir más o mejor, sino hacerlo de forma más precisa y con el menor impacto ambiental posible. “Las imágenes de satélite nos permiten identificar con precisión las zonas del viñedo con diferentes niveles de vigor, ajustando así la dosis de fitosanitarios a las necesidades específicas de cada parcela”, añade Torres.
Viñedos de la Familia Torres.
Este enfoque, conocido como agricultura de precisión, se traduce en tratamientos variables según el estado de salud de la planta, lo que permite un uso más racional de los recursos. Aunque de momento los ensayos no se han implementado a escala de producción completa, los resultados preliminares son prometedores. En proyectos paralelos como Copperreplace, la bodega ha logrado reducir el uso de cobre en un 37% y disminuir el consumo de agua en un 10%.
Pero, como suele ocurrir con toda innovación, los desafíos no son únicamente tecnológicos, sino también humanos y culturales. “La integración de nuevas prácticas y tecnologías en el área productiva comporta un proceso de adaptación y un esfuerzo adicional por parte de los equipos, ya que han de formarse y modificar métodos establecidos”, reconoce Torres. “Cuando los beneficios son tangibles y se pueden mostrar al equipo, la integración es mucho más fluida”.
Viñedos de la Familia Torres.
Catalunya se encuentra en un crecimiento urbanístico e industrial donde estos sectores son grandes consumidores de suelo agrícola
Para entender cómo este tipo de herramientas puede integrarse en explotaciones reales, hablamos con Bruno Serrat, ingeniero técnico agrícola, asesor de agricultores y responsable de producción hortícola en Mercabarna.
Con una mirada pragmática y crítica a partes iguales, Serrat destaca que el principal reto del campo catalán no es tecnológico, sino estructural: la falta de una planificación territorial que proteja el suelo agrícola. “Catalunya se encuentra en un crecimiento urbanístico e industrial donde estos sectores son grandes consumidores de suelo agrícola. Mientras no se definan qué suelos se deben preservar, muchos y muy productivos quedarán enterrados bajo cemento”.
La digitalización, para él, es una herramienta poderosa pero no milagrosa. “Digitalizar todos los datos que se generen permite facilitar muchos procesos y agilizar decisiones importantes”, continúa.
El problema, sin embargo, es que no todos los agricultores están preparados para dar este salto. Según Serrat, además de la brecha digital, existe una brecha formativa. “Dile a un payés que no aplique cierto tratamiento para una plaga o que no labre el suelo para evitar la erosión. Él lo hará, siempre y de forma sistemática. Tratará por si acaso, labrará por aburrimiento, aplicará fertilizantes a voleo… porque así se ha hecho siempre”.
A pesar de ello, Serrat no es pesimista. Considera que las explotaciones pequeñas y medianas también pueden beneficiarse de estas innovaciones, siempre que estén dispuestas a abrirse al asesoramiento técnico y a experimentar con nuevas herramientas. “Son completamente accesibles y aplicables. Está en la libertad de cada uno hacer uso de ellas o no. Pero no por falta de conocimiento. Si ven que les interesa, buscarán la manera de implementarlas o se pondrán en contacto con un profesional del sector”.
Sistema de digitalización aplicada a la agricultura.
Desde el lado de la industria, la visión de Torres coincide: estas herramientas no son un lujo futurista, sino una inversión estratégica para asegurar la viabilidad del sector. “Hoy, tras haber invertido más de 23 millones de euros en acciones relacionadas con el cambio climático, y ante la creciente presión sobre recursos críticos como el agua, entendemos que estas soluciones son imprescindibles para ser más sostenibles y eficientes”.
El camino, eso sí, es gradual. Ni todos los agricultores están listos, ni todos los territorios disponen de las infraestructuras necesarias (como cobertura móvil para los sensores o acceso a plataformas digitales). Sin embargo, las señales de transformación son claras.
Ante la creciente presión sobre recursos críticos como el agua, entendemos que estas soluciones son imprescindibles
Mientras algunos siguen viendo la tecnología como una amenaza al saber tradicional, proyectos como VitiGEOSS o IrriDesk demuestran que el conocimiento ancestral y la innovación pueden —y deben— caminar juntos. Porque en un planeta donde cada litro de agua cuenta y cada grado de temperatura pesa, anticiparse ya no es una opción: es una necesidad.
“La agricultura digital es una herramienta poderosa que puede ayudar a transformar el sector”, concluye Torres. “El primer paso es atreverse a explorar sus posibilidades”.
Catalunya revoluciona su agricultura gracias a la IA.
Porque, en el fondo, cultivar siempre ha sido un acto de fe, ya sea en la tierra, en el clima o en el tiempo. Hoy, esa fe se entrelaza con señales invisibles que viajan por el aire, datos que bajan del cielo y decisiones tomadas desde una pantalla. Pero la esencia sigue siendo la misma: cuidar lo que nos alimenta.
En un mundo donde cada gota de agua es un tesoro y cada grado menos es un respiro, la agricultura inteligente no es solo una herramienta: es una forma de escuchar mejor a la naturaleza. Tal vez, el futuro del campo no esté en elegir entre lo antiguo y lo nuevo, sino en aprender a leer —con todos los sentidos, y también con algoritmos— lo que la tierra intenta decirnos desde siempre.
Y así, entre algoritmos, mapas satelitales y decisiones calibradas al milímetro, el campo catalán empieza a esbozar su futuro. No será inmediato ni sencillo. No todos los agricultores están listos. No todos los suelos sobrevivirán al empuje del cemento. Pero la posibilidad está ahí: un nuevo pacto entre tierra y tecnología, tradición y ciencia.
El reto, quizás, no sea solo cultivar mejor, sino proteger el territorio donde aún se puede cultivar. Y eso va mucho más allá de sensores o estaciones meteorológicas. Como advierte Serrat, la urgencia es más profunda: “Es necesario preservar el mosaico que crea la agricultura como elemento paisajístico y vertebrador del territorio.”
Quizás la revolución más inteligente no sea la que más datos recoja, sino la que mejor comprenda lo que está en juego. “Cosas de 'ciencia ficción' como que los tractores puedan ir solos sin conductor, ya hace años que existe, pero seguramente que con la IA podrás llegar a programar muchos sistemas y recorridos más eficientes”, concluye Serrat.




