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“Las redes están diseñadas para parecerse a una sala de máquinas tragaperras: te enganchan y te crean hábitos de conducta para que vuelvas constantemente”

La Gran Conspiración

Hablamos con @EstoyAvisando (Negacionistas Out of Context), autor anónimo de 'La gran conspiración: cómo las redes sociales controlan tu vida', sobre cómo la ley del algoritmo está facilitando el negacionismo y la conspiranoia

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“Las redes están diseñadas para parecerse a una sala de máquinas tragaperras: te enganchan y te crean hábitos de conducta para que vuelvas constantemente”.

iStock

En 2017, el diccionario Oxford escogió como palabra del año la expresión fake news (noticias falsas). Fue solo un año después de escoger la palabra post-truth (posverdad), siguiendo así con la advertencia de un fenómeno que llevaba tiempo consumiéndonos, pero del que comenzábamos a tomar consciencia. Hoy, siete años después de aquel primer despertar —que vino acompañado del primer alzamiento de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos—, la situación no solo no ha mejorado, sino que se ha vuelto insostenible.

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Las redes sociales ya no se esconden. Algunas, como X —antaño Twitter— no ocultan su deriva extremista y ultraderechista que vienen directamente guiadas por su dueño Elon Musk. Otras, como Instagram o Facebook, están comenzando a acabar con todos sus moderadores para sustituirlos por herramientas de IA sin criterio humano. Y, en mitad de este caos, hemos sufrido la proliferación masiva de las teorías conspiranoicas: desde que la vacuna del COVID es una herramienta de control hasta, por supuesto, que la Tierra es plana.

En busca de explicar este fenómeno, el creador de contenido anónimo @EstoyAvisando (Negacionistas Out of Context) ha publicado La gran conspiración: cómo las redes sociales controlan tu vida (Kailas Editorial, 2025). En el libro, el autor cuenta la evolución de este fenómeno y cómo es posible que, con la información que tenemos a nuestra disposición, cada vez haya más gente que piense que los pájaros son drones o que la llegada a la Luna fue cosa de Hollywood. Hablamos con él sobre su libro, sus teorías favoritas y, sobre todo, el problema de flujo de la información que se esconde tras todo esto.

La gran conspiración: cómo las redes controlan tu vida.

Kailas

Llevas ya varios años en activo, mostrando la absurdez de las teorías conspiranoicas más locas. ¿Qué te llevo a activar esta iniciativa?

La idea era recopilar las teorías más delirantes y locas que encontraba por internet. A raíz de la pandemia, hubo un boom tremendo de ese tipo de contenido y vi que se le podía sacar partido como contenido en redes. Todo es cada vez más inmediato, y no hay nada más directo que una captura de pantalla con el mensaje listo para compartir. El formato funcionó y así nació la cuenta.

Empezaste justo con la pandemia.

Un poco después, en 2021. Es que hubo un gran boom. En mi opinión, mucha gente tuvo demasiado tiempo libre para decir cualquier cosa. Se lanzaron a internet, a las redes... Y muchas de esas personas no tienen formación en alfabetización digital o mediática. No saben buscar una noticia, no identifican fuentes, no saben cómo contrastar. Si no tienes eso, te estás saltando todos los filtros. Y ahí es donde se produjo un punto de inflexión.

A medida que investigué teorías conspiranoicas, me di cuenta de que había campañas orquestadas detrás. Estamos en contacto permanente con propaganda que viene de muchos lugares: saber identificarlo es fundamental para no caer 

@EstoyAvisandoautor de 'La gran conspiración'

Además, estábamos viviendo una situación que no parecía real.

Claro. Estábamos todos en una situación completamente nueva. Y la incertidumbre genera eso: la aparición de todo tipo de narrativas. El ser humano, por defecto, necesita que todo esté controlado, atado, bien ordenado. Pero en el momento en que ese orden se rompe, se disparan muchas cosas.

Empezaste con humor y poco a poco fuiste girando hacia el análisis de estructuras de poder digital. Fue un cambio bastante grande. ¿Por qué lo hiciste?

Al monitorizar estas teorías, se me hizo evidente que había campañas orquestadas detrás de ciertas narrativas. A medida que recopilaba capturas de pantalla, veía que una misma teoría conspirativa aparecía en Latinoamérica, en Estados Unidos, en España... incluso en otros países. Y no solo eso: se repetía a la misma hora. Y entonces ya se te enciende la alarma. Eso solo puede significar que se ha difundido por otro canal, y desde ahí se publica. Esa simultaneidad te dice que hay algo coordinado, que hay algo detrás. Entonces empecé a tirar de algunas de esas conspiraciones.

“Las redes están diseñadas para parecerse a una sala de máquinas tragaperras: te enganchan y te crean hábitos de conducta para que vuelvas constantemente”.

Diseño: Selu Manzano

¿Y qué descubriste?

Llegas a ver de dónde salen, identificas ciertas narrativas que responden a patrones propagandísticos muy claros. Y también puedes ver qué grupos son más propensos a propagar esos discursos, porque estamos inmersos en una era de caos informativo. Además, todos formamos parte de ese mecanismo, queramos o no. Estamos en contacto permanente con propaganda que viene de muchos lugares. Creo que saber identificarlo es fundamental. Desde el punto de vista divulgativo, lo que intento es dar herramientas a los usuarios normales para que puedan distinguir si una información está descontextualizada, si es una desinformación parcial, si es una noticia inventada o directamente una narrativa delirante que busca controlar un relato.

¿Por qué decidiste escribir el libro? ¿Fue un paso más dentro de este proceso de divulgación?

Claro. Muchas de las cosas que escribo en el libro ya las había planteado en otra cuenta, @soycontext, que es como el contexto de Negacionistas Out of Context. Es curioso: el nombre me lo puso uno de estos conspiranoicos famosos. Me decía que yo era una creación, que me habían inventado, y empezó a llamarme “Context”. Al final, me lo apropié. Y decidí que, ya que estaba analizando cosas, sacando conclusiones, podía empezar a divulgar con más profundidad. Porque una red social no da para todo. El libro permite desarrollar análisis, explicar procesos, llegar a conclusiones con más calma. A veces saco hilos sobre cómo se estructuran ciertos discursos o sobre por qué hay pseudomedios, influencers, usuarios anónimos... que se coordinan para llegar a un público que ni siquiera consume redes. El libro me permitía aunarlo todo.

La mayoría no tenemos ni idea de cómo funcionan un algoritmo, pero cualquiera puede manipularlo. Es muy sencillo hacerlo, así que imagínate lo que hacen las empresas con acceso directo al núcleo de esa tecnología

@EstoyAvisandoautor de 'La gran conspiración'

¿Es una especie de manual para no caer en estas teorías?

Algo así, además de una forma de explicar cómo funciona. Porque eso es lo que me impulsa a divulgar: ayudar a la gente a entender cómo funciona esto. Sinceramente, la mayoría no tiene ni idea. Con el corazón en la mano: me encantaría que todo el mundo supiera cómo funciona un algoritmo. Qué hace realmente un algoritmo de recomendación. Cómo puede manipularse. Y entender que no es tan difícil. Si un usuario cualquiera puede aprender a manipular un algoritmo, imagínate una empresa con acceso directo al núcleo de esa tecnología.

El subtítulo del libro es “Cómo las redes sociales controlan tu vida”. ¿Cómo consiguen hacerlo?

La clave es el impacto. Las redes están diseñadas para parecerse más a una sala de máquinas tragaperras que a una plaza pública. Te enganchan. Te crean hábitos de conducta para que vuelvas constantemente. Y una vez que ese hábito está instaurado, ya pueden insertar ahí dentro todo tipo de narrativas. Ahí es donde entra la madriguera de conejo.

¿La madriguera de conejo?

Es una alienación previa. Te explico: el fenómeno de la conspiración funciona como una madriguera de conejo. La mayoría de lo que publico es absolutamente delirante. Cosas como que nos quieren controlar con el grafeno, que las antenas 5G están diseñadas para enfermar a la población…

Que las palomas son drones. Esa es mi favorita.

Claro. Pues ese tipo de ideas se distribuyen y se inyectan en el imaginario colectivo para que luego otras noticias, que quizás sí son propaganda pura y dura, no te suenen tan descabelladas. Ahí es donde entra la madriguera: te preparan mentalmente, predisponiéndote a teorías muy locas para que, una vez ya estés dentro, seas vulnerable a ciertos tipos de narrativa.

Es un poco como funcionan las sectas.

Literalmente funciona igual que una secta. De hecho, dentro de los grupos conspirativos se utilizan métodos coercitivos muy parecidos. El lenguaje, por ejemplo: se llaman entre ellos “pura sangre”, y al resto los desprecian como “borregos”.

Además, se ponen por encima del resto, ¿no?

Existe el elitismo, claro. Se creen superiores por haber descubierto la verdad detrás del mundo. ¿Sabes qué mueve el mundo?

Sorpréndeme.

La vanidad. Ni el dinero, ni el poder: la vanidad. La gente lo que quiere es que le echen el brazo por encima. Entra dentro de esa dinámica mental, de ese pensamiento coercitivo. Tiene mucho que ver con el sentimiento de pertenencia, con sentirte elevado por encima del resto. Es una necesidad emocional, psicológica, que se satisface dentro de esas comunidades.

Las teorías conspiranoicas se inyectan en el imaginario colectivo para que otras fake news, que son propaganda pura y dura, no te suenen tan descabelladas. Literalmente, funcionan igual que una secta.

@EstoyAvisandoautor de 'La gran conspiración'

¿Y cuáles dirías que son los mayores peligros de esta situación?

La primera y más evidente es la polarización social. Piensa que, cada vez que coges el móvil, cada vez que abres una app, cada vez que das un like, todo eso sirve para que aprendan de ti; para que puedan inyectarte ciertas narrativas. Y también está la desconfianza en las instituciones. Ojo, no digo que las instituciones sean puras, ni mucho menos. Hay que corregir todo lo que esté mal. Pero cuando se instala una desconfianza total y generalizada, el efecto es devastador. La polarización rompe el consenso. Y cuando se pierde el consenso, lo que llega es el caos. Por eso se inyectan estas narrativas tan locas: si alguien es capaz de creer que la Tierra es plana o que los aviones comerciales nos fumigan, no va a poder estar de acuerdo con nadie en nada. Y sin acuerdo, sin mínimos compartidos, es imposible sostener una democracia.

A nivel político, me preocupa que ahora todo se ha vuelto opinable.

Las teorías se instalan en el imaginario colectivo gracias a la repetición constante de narrativas falsas. Y hace que todo el mundo pueda tener una opinión. Hoy la gente se permite directamente no creer en una noticia real, incluso cuando está mostrada y verificada. Es una carta nueva que tenemos a nuestra disposición y viene de lejos, desde la victoria de Trump en 2016, con aquella campaña tan agresiva. Pero esa carta nos ha llegado ya a todos. Desde su elección, esa dinámica se globalizó. Ahora, esa carta la puede jugar cualquiera: la duda permanente y el relativismo absoluto están en mano de todos. Todo es opinable, incluso los hechos.

Antes existía el llamado “cuarto poder”, que servía para que los otros poderes no se pasaran de la raya. Pero ahora, ese cuarto poder no es que haya desaparecido... es que todo el mundo lo tiene en su bolsillo.

Y encima, ese supuesto cuarto poder, que debería estar para frenar estas dinámicas, también se ha convertido en un mecanismo de control. Todo esto es MindWar. Es la guerra mental. Y luego está el siguiente paso: se usa el MindWar 2.0 para atacar al MindWar original. Se crean portales y pseudomedios que dicen: “Mira este gran medio, que no habla de tal cosa o no se atreven a decirnos la verdad, que ocultan esto y lo otro...” ¿Y qué pasa? Pues que el pueblo, que muchas veces es ingenuo, pica en esa falsedad. Y entonces dicen: “Claro, estos no hablan de cierta narrativa, se nota, están vendidos”. Y cuando esa sospecha entra en la cabeza... entra también en la madriguera. Deja de creer en los medios y, por lo tanto, en la verdad. Y quien busca esas bolsas de odio, quien activa esos focos, no es gente cualquiera.

¿Y quiénes son?

Los poderes políticos y tecnológicos, sin ir más lejos. Este MindWar 2.0, que es el que ataca al original —el rústico, el tradicional—, viene de personajes como Steve Bannon, del aparato populista global. Y no solo es eso. También están las injerencias de otros países. Rusia, Israel… Hace más de 50 años que las guerras ya no van de misiles. Se dieron cuenta después de la guerra de Vietnam. Allí lanzaron más de 800.000 misiles… y aun así perdieron. Entonces, ¿qué hicieron? Pues comenzar con el MindWar, una estrategia psicológica global.

Si alguien es capaz de creer que la Tierra es plana o que los aviones comerciales nos fumigan, no va a poder estar de acuerdo con nadie en nada. Y sin acuerdo, sin mínimos compartidos, es imposible sostener una democracia.

@EstoyAvisandoautor de 'La gran conspiración'

¿Tiene algo que ver la compra deriva de Twitter desde que Elon Musk está al poder con esto?

Absolutamente. Twitter se ha convertido en un 4chan. Ahora, las únicas ideas que tienen cabida ahí son las extremas. Es el extremismo lo que prima, lo que se amplifica. Y eso solo puede provocar un caldo de cultivo muy peligroso. Lo hemos visto en 4chan y lo estamos viendo ahora en Twitter.

¿Cómo beneficia esto a Musk?

El poder que tiene el mercado de la atención y el control de la narrativa vale más que todo el dinero que tiene Elon Musk. Él lo sabe y ahora lo controla a su antojo.

En el libro destacas que la desinformación no es un error. Es marketing.

Este sistema ha provocado que la desinformación se convierta en una característica más. Imagínate que los medios se lanzan a cubrir una noticia muy sensacionalista, un suceso grave, como si fuese una exclusiva mundial. No quiero dar ejemplos para no señalar a nadie, pero pensemos en casos existentes que afectan a chavales jóvenes. De repente, se llenan los telediarios de notas de prensa, se repiten datos sin confirmar, se contradicen… Y todo por hacer destacar una idea. ¿Y qué pasa si fomentas esa lógica? Pues lo que nos está pasando: que se pierde la verdad.

Y la gente deja de creer en todo.

Exacto. Y eso es justo lo que busca este fenómeno. Es consciente. La desinformación organizada quiere eso: romper la credibilidad de los medios. Pero los medios no podéis caer en la provocación. No podéis ser quienes hundáis el barco. Tenéis que ser el pegamento entre el pueblo y la democracia. No digo que tengáis que salvarnos, pero sí que seáis protagonistas.

¿El periodismo es más necesario que nunca?

Totalmente. Y más en tiempos de caos informativo. Porque la propia información ya se ha convertido en un problema.

Cuando pensamos en teorías conspirativas, imaginamos que las creen nuestras madres, nuestras abuelas, personas mayores que apenas entienden cómo funcionan las redes sociales. Pero muchas veces las acaban creyendo personas jóvenes e incluso muy formadas.

Cualquier persona puede caer en ese tipo de narrativas. No depende de clase social, de si tienes dinero o estudios. Todo depende del momento vital. Te puede pillar en un bajón, en una etapa de soledad, de vulnerabilidad. Puede ser una ruptura, una inseguridad, cualquier grieta emocional.

Entonces, ¿las fake news funcionan también como una vía de escape emocional?

Totalmente. El contenido en internet es una válvula de escape emocional. El teléfono móvil es un chupete. Cuando estás triste, enfadado o aburrido... vuelves a él. Es serotonina inmediata.

Y la soledad, la falta de contacto real, no hace más que alimentar ese bucle.

Claro. Cada vez se fomenta más lo superficial. Se recompensa la reacción rápida, no la reflexión. Se entrena al usuario a consumir sin pausa, sin profundidad, sin conexión. Y eso te aparta del mundo real, del barrio, del bar, de la plaza. Tenemos que volver a hablar con el panadero. A charlar en un café. A recuperar esas microconversaciones que nos recuerdan que estamos vivos, y que no todo es un timeline.

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¿Crees que hay esperanza?

Para mí sí, pero ahora mismo tengo una visión pesimista si no actuamos: de ser así, veo un futuro lleno de burbujas de información, donde cada uno vive aislado en sus creencias. Pero no quiero dar un mensaje derrotista. Creo que hay esperanza, solo que se necesita la colaboración de actores e influencias que hoy por hoy están completamente desconectados entre sí. Hablo de usuarios, gobiernos, instituciones, medios, plataformas tecnológicas, todos.

¿Y cómo se consigue algo así?

Desde lo básico: alfabetización digital desde edades tempranas, transparencia en los algoritmos y en las recomendaciones, dejar atrás esa tendencia a lo extremo y a lo impactante para volver a valorar lo educativo, lo divulgativo. También está en los medios de comunicación y en los creadores de contenido, que forman parte de ese mercado de atención. Es una coalición extraña, pero posible. Es como en el final de La llegada. Al final, Rusia, China, Estados Unidos… todos los países que normalmente están enfrentados se ven obligados a cooperar. Tienen intereses distintos, pero ante una amenaza mayor, se alinean.