Una idea brillante sobre el papel no tiene por qué funcionar cuando se aplica. Muchas ideas son ingeniosas, inteligentes y perfectas, hasta que se aplican a la dureza de la realidad. Lo vemos todos los días, pero son los emprendedores quienes deben experimentarlo de la forma más dura posible: poniendo sus esfuerzos y sus sueños al alcance de todos... solo para ser machacados por la realidad.
Esto es lo que le ocurrió a Baiju Prafulkumar Bhatt, uno de los emprendedores más brillantes de nuestro tiempo. Bhatt está detrás de algunas de las ideas más interesantes del mundo empresarial, llamadas a revolucionar nuestra sociedad, pero aún le cuesta levantar el vuelo.
Porque, aunque es cierto que Bhatt posee algo poco común entre los emprendedores —una auténtica visión para detectar lo que puede transformar la vida humana y la capacidad para llevarlo a cabo—, lo cierto es que casi todo lo que ha emprendido hasta ahora no ha terminado nada bien. Un riesgo inevitable cuando lo que se pretende es revolucionar de verdad aspectos esenciales de la sociedad.

Baiju Bhatt, empresario tecnológico.
La visión de un niño que creció muy rápido
Un hombre obsesionado con el espacio y las matemáticas
Antes de entrar en detalles, es importante conocer el pasado de Baiju Bhatt. Porque, como en la mayoría de los emprendedores, su juventud habla mucho de lo que será más tarde como empresario.
Nacido en 1984 o 1985 —Bhatt nunca ha hecho pública su fecha exacta de nacimiento—, lo que sí se sabe es que es hijo de inmigrantes indios y creció en Estados Unidos. El trabajo de sus padres marcó profundamente su infancia y despertó en él una curiosidad temprana que acabaría guiando su trayectoria.
El padre de Bhatt era ingeniero de la NASA en el Centro de Investigación de Langley
El padre de Bhatt era ingeniero de la NASA en el Centro de Investigación de Langley, y ese contacto temprano con el universo aeroespacial despertó en él una fascinación por el espacio. El interés por esta temática lo llevó a estudiar Física en la Universidad de Stanford, donde posteriormente obtendría también un máster en Matemáticas. Y fue allí donde conoció a Vlad Tenev, un joven brillante cuya historia resulta imprescindible para comprender el camino que ambos tomarían juntos.
Tenev nació en Bulgaria y se mudó a Estados Unidos con solo cinco años. Sus padres trabajaban en el Banco Mundial y él siguió un camino académico brillante: estudió Matemáticas en Stanford, donde conoció a Bhatt. Más tarde, comenzó un doctorado en la UCLA, pero decidió dejarlo para trabajar con su nuevo socio. Creía firmemente que juntos podían lograr mucho más de lo que conseguiría en solitario.

Baiju Bhatt y Vladimir Tenev.
A partir de 2010 comenzaron a emprender juntos. Su primera aventura fue Celeris, una empresa de software centrada en la negociación de alta frecuencia (HTF). Este tipo de sistemas se sirve de algoritmos extremadamente sofisticados capaces de analizar el mercado bursátil y ejecutar operaciones en milésimas de segundo, a una velocidad inalcanzable para los humanos.
Pero pronto se dieron cuenta de que dedicarse personalmente a la inversión bursátil no era lo suyo, de modo que abandonaron Celeris en menos de un año. En 2011 fundaron Chronos Research, una compañía especializada en software de baja latencia para bancos y firmas financieras. No trabajaban ya de forma directa en la bolsa, pero el mercado seguía siendo un eje central en sus desarrollos.
Aquella experiencia marcó el segundo peldaño de un camino que, casi de manera inevitable, los llevó en 2013 a fundar la empresa que los haría ricos y famosos: la plataforma con la que aspiraban a ‘democratizar’ el acceso a la bolsa.
Un inicio discreto, pero que daría que hablar
Una empresa llamada Robinhood
En 2013, Bhatt y Tenev dieron el gran salto al fundar Robinhood, una plataforma de trading sin comisiones concebida bajo una premisa sencilla pero ambiciosa: ‘dar acceso a los mercados financieros a todo el mundo, no solo a los ricos’.
Para lograrlo, se propusieron diseñar un producto gratuito, intuitivo y con una interfaz atractiva que enganchara a los usuarios. Durante los dos primeros años concentraron todos sus esfuerzos en el desarrollo de una aplicación móvil que fuera tan fácil de usar como cualquier red social, convencidos de que el futuro del mercado pasaba por la inmediatez del teléfono en el bolsillo.

Plataforma Robinhood.
Presentaron la aplicación en LA Hacks en abril de 2014 y poco después lanzaron una beta cerrada, aunque el estreno oficial no llegaría hasta marzo de 2015. Bhatt insistió en que el producto debía destacar por su diseño y experiencia de uso: no quería que Robinhood fuese una aplicación más para quienes ya estaban en el mercado, sino una puerta de entrada atractiva para nuevos inversores.
Para ello, el equipo se dedicó a recopilar feedback de estudiantes de Stanford y pulir cada detalle de la interfaz. El resultado superó las expectativas: en 2015, Robinhood recibió el Apple Design Award, un reconocimiento reservado a aplicaciones que combinan innovación tecnológica con una experiencia de usuario excepcional.
El gran punto de inflexión llegó en febrero de 2018, cuando Robinhood incorporó el comercio de criptomonedas a su plataforma
Los años siguientes estuvieron marcados por un crecimiento sostenido, pero el gran punto de inflexión llegó en febrero de 2018, cuando Robinhood incorporó el comercio de criptomonedas a su plataforma. Apenas unos meses después, en mayo, cerró una ronda de financiación que disparó su valoración hasta los 6.000 millones de dólares. Con poco más de treinta años, Bhatt y Tenev se convirtieron en multimillonarios (billonarios en términos anglosajones) de la noche a la mañana. Eran símbolos de una nueva generación de emprendedores que desafiaban las reglas del mercado financiero tradicional.
Pero solo hay que echar un ojo a las fechas para darse cuenta de cuándo empezaron a acumularse los problemas. En diciembre de 2019, Robinhood lanzó productos bancarios respaldados por la Corporación Federal de Seguro de Depósitos (FDIC) a través de entidades asociadas. Paradójicamente, era el mismo tipo de productos que, pocos meses después, se verían en el centro de la crisis global provocada por el colapso bursátil de 2020.
¿Afectó aquello a Robinhood? Sí, aunque no del modo que cabría esperar. Durante el primer trimestre del año, el volumen de trading en la plataforma creció un 139%, pero la compañía se vio atrapada en el desplome del mercado y expuesta a graves problemas técnicos y de seguridad. Las caídas de la app y las brechas en su infraestructura le valieron demandas y cuestionamientos sobre los riesgos financieros y bancarios que implicaba su modelo.
En medio de esa tormenta, Baiju Bhatt decidió apartarse de la primera línea. En noviembre de 2020 dejó su cargo de co-CEO y asumió el rol de jefe de producto creativo. Lo hizo justo a tiempo para no estar en el centro de la mayor crisis que ha vivido Robinhood hasta la fecha: el escándalo de GameStop.

GameStop, cadena minorista de videojuegos.
El caso GameStop
Una demostración de que no vale solo con buenas ideas
GameStop es una cadena minorista de videojuegos nacida en Estados Unidos que llegó a contar con más de 3.000 tiendas en todo el mundo, la mayoría en Norteamérica y unas 700 repartidas entre Europa y Australia. Su época dorada se extendió entre 2004 y 2016, pero desde entonces entró en un declive evidente.
La caída de las ventas de juegos físicos, decisiones estratégicas fallidas y factores externos como la pandemia de COVID-19 o sucesivas crisis económicas golpearon a la compañía. A ello se sumaba un nivel alarmante de posiciones en corto sobre sus acciones: los grandes fondos de inversión apostaban de forma masiva a que su valor seguiría cayendo.
Cuando el valor sube en lugar de bajar, esos vendedores se ven obligados a recomprar las acciones a precios cada vez más altos, lo que multiplica las pérdidas y, a la vez, retroalimenta la subida
Fue en ese contexto cuando, a principios de enero de 2021, un grupo de usuarios del foro de Reddit r/WallStreetBets decidió coordinarse para inflar el precio de las acciones de GameStop. Lo hicieron mediante una técnica conocida como short squeeze —o estrangulamiento de posiciones cortas—, que consiste en provocar una subida mucho más rápida y pronunciada de lo esperado.
Esto pone contra las cuerdas a los vendedores en corto, que son inversores que piden prestadas acciones para venderlas de inmediato con la expectativa de recomprarlas después a un precio inferior, devolviendo los títulos y quedándose con la diferencia como beneficio. Cuando el valor sube en lugar de bajar, esos vendedores se ven obligados a recomprar las acciones a precios cada vez más altos, lo que multiplica las pérdidas y, a la vez, retroalimenta la subida.
que ocurrió con GameStop fue que un grupo de pequeños inversores coordinados decidió inflar artificialmente el precio de las acciones. Compraron de forma masiva, lo que hizo subir la cotización y atrajo a otros inversores que se sumaron sin comprender del todo lo que estaba pasando. Y cuando el valor alcanzó un pico atractivo, muchos de los primeros compradores vendieron, obteniendo beneficios rápidos.
El resultado fue devastador para quienes habían apostado en corto contra GameStop: perdieron sumas millonarias porque, en lugar de bajar, la acción se disparó. Y si esa maniobra fue posible es, en parte, gracias al propio modelo de Robinhood, diseñado para abrir la puerta de los mercados financieros a cualquier usuario con un teléfono móvil. Aquella “democratización” permitió que miles de pequeños inversores se organizaran en masa y alteraran, por primera vez en décadas, el tablero de Wall Street.
Robinhood fue acusada de facilitar la manipulación del mercado de valores y tuvo que afrontar sanciones millonarias
¿Cuál era la diferencia entre vender en corto —una práctica amparada por la regulación bursátil y utilizada por los grandes fondos— y manipular el precio de GameStop para obtener ganancias rápidas? Que lo primero estaba permitido dentro del sistema y beneficiaba a quienes ya eran ricos; lo segundo, en cambio, abría la puerta a que cualquier pequeño inversor pudiera enriquecerse al margen de las reglas tradicionales. Y eso, precisamente, fue lo que ocurrió.
La respuesta institucional no tardó en llegar. Se impusieron medidas drásticas para evitar que algo similar volviera a repetirse. Robinhood fue acusada de facilitar la manipulación del mercado de valores y tuvo que afrontar sanciones millonarias: 57 millones de dólares en multas, más 12,6 millones en intereses destinados a restitución.
A ello se sumaron otros 9,9 millones de dólares derivados de una investigación del Congreso, que concluyó que la compañía había priorizado el crecimiento acelerado de su negocio por encima de la estabilidad y la seguridad de sus usuarios. Eso sí, todo ese escrutinio llegó únicamente después del terremoto de GameStop.
La forma en que Robinhood intentó contener el caos fue drástica: congeló todas las compras de acciones de GameStop. Esa decisión, lejos de calmar los ánimos, supuso la puntilla para la confianza de la comunidad, que nunca volvió a ver la plataforma con los mismos ojos. La desafección quedó reflejada poco después: el 31 de julio de 2021, Robinhood salió a bolsa con un precio inicial de 34 dólares por acción, en lo que se consideró una de las salidas más decepcionantes de la década.
Bhatt ha evitado hablar en profundidad sobre el caso GameStop y el fiasco que supuso para la empresa que él mismo fundó. Incluso después de que la historia llegara al cine con la película Dumb Money, sigue siendo un tema del que no se muestra dispuesto a dar explicaciones. Tal vez por ello no sorprendió que, en marzo de 2024, renunciara también a su cargo como jefe creativo de Robinhood, aunque conserva un asiento en la junta directiva.

Baiju Bhatt, representado en la película 'Dumb Money'.
Si funciona, podría revolucionar cómo entendemos el mundo
El futuro de la energía está en sus manos
La razón de su salida de Robinhood fue el inicio de un nuevo proyecto empresarial: Aetherflux. El nombre, inspirado en Isaac Asimov aunque evocador también para los jugadores de Magic: The Gathering, refleja bien la ambición que siempre ha guiado a Bhatt: el espacio. Pero esta vez su objetivo es mucho más global que abrir las puertas del mercado bursátil a todo el mundo. Su intención es crear el mayor sistema de energía solar del planeta… aunque con una particularidad: hacerlo desde el espacio.
El plan de Aetherflux consiste en desplegar una constelación de satélites en órbita baja que recolecten energía solar mediante paneles espaciales y la transmitan de vuelta a la Tierra a través de haces de láser infrarrojo. Según la compañía, esta tecnología podría tener usos más allá de la energía civil, incluyendo aplicaciones militares, minería remota o estaciones de investigación en lugares inaccesibles.
El plan de Aetherflux consiste en desplegar una constelación de satélites en órbita baja que recolecten energía solar mediante paneles espaciales y la transmitan de vuelta a la Tierra a través de haces de láser infrarrojo
Queda por ver, sin embargo, la viabilidad real del proyecto. Universidades, ejércitos y empresas privadas llevan décadas explorando la llamada energía solar espacial, en la mayoría de casos utilizando microondas en lugar de láseres y satélites geoestacionarios en vez de órbita baja.
Existen estudios que señalan su potencial para aliviar algunos de los mayores desafíos energéticos del planeta, aunque todavía no hay pruebas de que pueda reemplazar —ni siquiera complementar de manera significativa— a las formas de energía renovable que ya se producen en la Tierra de manera más segura y sostenible.

Aetherflux, la nueva empresa de Baiju Bhatt.
Hasta la fecha, Aetherflux ha logrado recaudar 60 millones de dólares, una cifra modesta frente a la magnitud de su ambición, pero suficiente para poner en marcha sus primeros pasos. El espaldarazo más significativo ha llegado del propio Departamento de Defensa de Estados Unidos, que ha aprobado financiar un proyecto piloto para probar la transmisión de energía desde la órbita baja terrestre hasta la superficie. Una señal de que, al menos en el terreno conceptual, la idea de Bhatt está siendo tomada en serio.
¿Funcionará? Es imposible saberlo. Hoy suena a ciencia ficción, pero de una clase distinta: no es la colonización de Marte ni las inteligencias artificiales que reemplazarán a los trabajadores, sino una visión que, aunque parezca lejana, se apoya en principios físicos y tecnológicos reales.
Es un sueño a 10 o 20 años vista: puede que no sea viable o que algún factor inesperado lo frustre, pero no es imposible. La gran incógnita es si el plan de Bhatt será el que logre imponerse entre tantos intereses y proyectos en competencia. Lo que sí parece claro es que seguiremos oyendo hablar de él, porque su nombre ya está ligado a esa fina línea entre lo visionario y lo arriesgado donde se forja el futuro.