En mi reciente visita a China para la presentación de las Vivo Vision Discovery Edition, presencié algo que había oído por todas partes, pero que vivido se hace mucho más evidente: que, en el país asiático, las cosas van a otro ritmo. En Shenzhen pude ver robots que lo hacían prácticamente todo, la extinción completa del efectivo y la soberanía de los coches autónomos —además del auge de los Labubus—.
En definitiva, lo que se hizo evidente es que los chinos nos llevan (a occidente) años de ventaja en muchas cosas. Y lo curioso es que no siempre fue así. Hace apenas una década, muchos de los grandes edificios que presencié no existían, y la mayoría de las tecnologías citadas ni se habían pensado. Ha sido en los últimos años cuando todo ha cambiado... ¿y por qué?
Dan Wang, analista tecnológico y ensayista, lo resume en su libro Breakneck. China’s Quest to Engineer the Future. La diferencia es que, mientras en occidente “perdíamos el tiempo” en formar a abogados, jueces u otros sectores regulados y burocráticos, en China se centraron al 100% en el progreso, la tecnología y la ingeniera. Y eso, claro, tiene resultados a corto plazo.
“En Wuhan levantaron siete nuevas líneas de metro en cuatro años. En Nueva York no se aprueba una desde 2007”, resume Wang. Y eso lo sabe por experiencia propia. Cuando Wang dejó su ciudad natal, Wuhan, para estudiar en Estados Unidos, el metro era apenas un proyecto de ciudad. Cuatro años después, al volver, había siete líneas nuevas y casi 160 kilómetros de túneles y estaciones.

Dan Wang, experto en China: “Es por esto por lo que China construye más rápido que el resto del mundo”
El alcalde de Wuhan, de hecho, fue apodado por los vecinos “Mayor Dig-It-All-Up”, el hombre que lo cavaba todo. Durante la obra fue criticado, pero hoy se le recuerda como el gestor que cambió la ciudad para siempre. La anécdota encierra el núcleo de Breakneck: en China, construir es la forma natural de gobernar.
Pero, tal y como cuenta Dan Wang, China no se define solo por su modelo político, sino por su obsesión cultural con la obra física. Cada nueva presa, cada puente colgante, cada tren de alta velocidad es tanto un logro ingenieril como un acto de fe en el futuro.
Wang recuerda que Estados Unidos también tuvo esa ambición: los canales, las autopistas interestatales, el ferrocarril transcontinental, el Proyecto Manhattan, la misión Apolo. Eran obras descomunales que parecían imposibles hasta que se levantaron. Pero en algún punto, ese músculo se atrofió... y ahora ha cedido su legado al país asiático.
“Estados Unidos necesita recuperar un 20% de ese espíritu ingenieril”, concluye Wang. “Y China debería volverse un 50% más abogada”.