Microsoft es un nombre propio con un gran eco entre los usuarios. Windows, Office, Internet Explorer… son productos tan conocidos que casi nadie se escapa de ellos. Todo el mundo ha usado alguna vez algo de Microsoft, y en muchos casos resulta imposible prescindir de sus herramientas. No existe una verdadera alternativa, al menos para el usuario común, a buena parte de su catálogo. Y esa posición de dominio se reflejó también en su actitud durante años: puro aislacionismo.
Durante buena parte de su historia, Microsoft apenas se preocupó por lo que hacían otras compañías. Ni siquiera por su gran competidora, Apple. Desarrollaban sus productos desde una posición de oligopolio que les permitía ignorar casi todo lo que ocurría a su alrededor. Tanto, que incluso daba la impresión de que tampoco se molestaban demasiado en guiar a los usuarios. Windows 95 y 98 parecieron durar un siglo, mientras que cada nuevo Windows desde entonces parece tener que salir de nuestros ordenadores más rápido de lo que entró.
Ese giro —provocado en parte por la creciente relevancia de otras empresas del sector tecnológico— se debió a un hombre en particular. Al tercer CEO de la compañía, Satya Nadella.
            Satya Nadella, consejero delegado de Microsoft.
Un hombre destinado a ser grande en la empresa
Auge de un ingeniero con una clara visión
Nacido el 19 de agosto de 1967 en Hyderabad, capital del estado de Telangana (India), Satya Nadella creció en el seno de una familia con raíces académicas y administrativas. Su madre era profesora de sánscrito, y su padre funcionario del servicio administrativo indio. Estudió en la escuela pública y en 1988 se graduó en Ingeniería Eléctrica por el Instituto de Tecnología de Manipal, en Karnataka.
Poco después se trasladó a Estados Unidos, donde obtuvo un máster en Ciencias de la Computación por la Universidad de Wisconsin-Milwaukee en 1990. Siete años más tarde, en 1997, completó un MBA en la Booth School of Business de la Universidad de Chicago. Para entonces ya llevaba cinco años trabajando en Microsoft y había alcanzado una posición de relevancia dentro de la compañía.
A diferencia de muchos otros CEOs, Nadella no comenzó en un puesto destacado. Su ascenso fue lento, pero metódico
Antes de incorporarse a Microsoft, Nadella trabajó en el área tecnológica de Sun Microsystems, una empresa que durante años fue uno de los grandes antagonistas de la compañía de Redmond. Aun así, en 1992 dio el salto a Microsoft.
A diferencia de muchos otros CEOs, Nadella no comenzó en un puesto destacado. Su ascenso fue lento, pero metódico. Entre 1992 y 2014 fue escalando posiciones, aunque no fue hasta 2007 cuando empezó a ganar verdadero protagonismo en la jerarquía corporativa. Durante ese tiempo participó en varios proyectos clave, pero lo más relevante fue que lideró la apuesta de Microsoft por la computación en la nube. Bajo su dirección, la empresa construyó una de las mayores infraestructuras cloud del mundo, lo que marcaría el rumbo futuro de la compañía.
            Satya Nadella de joven.
Al ser nombrado vicepresidente senior de Investigación y Desarrollo de la División de Servicios Online, Nadella logró un cargo que le situaba al frente de toda el área de Microsoft vinculada no solo a la nube, sino a cualquier producto o servicio relacionado con Internet. Y su desempeño debió ser sobresaliente, porque poco después también fue designado vicepresidente de la división de negocios.
Esa trayectoria, además, encaja con el hecho de que en los años noventa se hubiera formado con un MBA. Desde muy temprano tenía entre sus ambiciones escalar posiciones dentro de la compañía. Y vaya si lo consiguió. El 9 de febrero de 2011 fue nombrado presidente de la División de Servidores y Herramientas. Un nombre poco llamativo, pero que escondía una de las áreas más estratégicas de Microsoft. Bajo su gestión, la división se convertiría en la palanca que lo catapultaría definitivamente hacia la cima de la empresa.
La División de Servidores y Herramientas se ocupaba de toda la infraestructura de la nube y los servicios asociados, además de dar soporte a los clientes en su uso. Allí, Nadella lideró un cambio radical dentro de Microsoft: impulsó la migración de productos clave como Microsoft SQL Server, Windows Server y las herramientas de desarrollo hacia la nube. Y el resultado fue contundente. Los ingresos de los servicios cloud de la compañía pasaron de unos 16.000 millones de dólares en 2011 a más de 20.000 millones en 2013.
No sorprende, por tanto, que en 2013 Nadella ya se contara entre las figuras mejor pagadas y más respetadas de Microsoft. Su apuesta por la nube no solo generó beneficios millonarios, sino que optimizó recursos y fortaleció la posición de la compañía como nunca antes. Esa trayectoria tendría su recompensa poco después: el 4 de febrero de 2014, Satya Nadella fue nombrado nuevo CEO de Microsoft.
            Satya Nadella y Bill Gates.
Las peculiares circunstancias en las que se convirtió en CEO
No era el favorito del señor
Como resulta evidente, Nadella no fue el primer CEO de Microsoft. Ese papel correspondió a Bill Gates, que dirigió la empresa desde su fundación en 1975 hasta el 13 de enero del año 2000, cuando decidió apartarse de la gestión diaria para centrarse en sus iniciativas filantrópicas.
Pero su sucesor tampoco fue Nadella. Fue Steve Ballmer, un veterano que había ingresado en Microsoft en 1980. Ballmer ya era presidente de la compañía desde 1988 y, en 2000, asumió oficialmente el cargo de CEO. Así, durante varios años compartió el liderazgo con Gates, que se mantuvo como jefe de arquitectura de software hasta 2006. Y ese año, con la salida definitiva de Gates, Ballmer quedó como la máxima autoridad en Microsoft.
La lista de candidatos para convertirse en CEO de Microsoft parecía interminable. Pero el problema era evidente: todos ellos habían abandonado la empresa o se habían retirado
Mientras que Bill Gates siempre había puesto el énfasis en que el PC era lo primero y más importante, Steve Ballmer cambió pronto el enfoque hacia la diversificación del portafolio. Bajo su mandato nacieron iniciativas como la división de videojuegos Xbox, la incursión en la telefonía con Windows Phone, el lanzamiento de Microsoft Surface y adquisiciones estratégicas como la de Skype.
Sin embargo, en términos generales, la etapa de Ballmer suele considerarse un periodo de estancamiento para Microsoft, con dificultades para mantener el crecimiento y cierta pérdida de rumbo sobre qué tipo de empresa querían ser realmente.
Esto llevó a que, el 23 de agosto de 2013, Ballmer anunciara su intención de retirarse en el plazo de 12 meses. A partir de entonces, un comité especial —en el que participaba también Bill Gates— se reunió para elegir a su sucesor. Muchos pensaban que el favorito era B. Kevin Turner, director de operaciones de la compañía y mano derecha de Ballmer. Pero la lista de candidatos era amplia y, además, había un problema de fondo.
La lista de candidatos para convertirse en CEO de Microsoft parecía interminable. Nombres históricos de la compañía como Greg Maffei, Pete Higgins, Jim Allchin, Paul Maritz, Robbie Bach, Brad Silverberg o Steven Sinofsky fueron puestos sobre la mesa. El problema era evidente: todos ellos habían abandonado la empresa o se habían retirado.
Microsoft mostraba así los síntomas de su propia edad. Sus figuras más emblemáticas ya no estaban, y tampoco contaban con una cantera de talento joven en la que confiar para liderar el futuro. Con una única excepción que marcó la diferencia: Satya Nadella.
            Satya Nadella en su alzamiento como CEO de Microsoft, junto a Bill Gates.
Un giro hacia la colaboración y no pocos tropiezos
Políticas clásicas, perspectiva moderna
Con Nadella al mando, Microsoft inició un cambio de rumbo radical. Si hasta entonces la compañía se había centrado en diversificar su portafolio y en aislarse de la competencia, ignorando en gran medida lo que hacían otras tecnológicas, a partir de 2014 optó por lo contrario.
Bajo su liderazgo, Microsoft abrazó de nuevo su identidad esencial: ser una empresa de informática con el ordenador en el centro. El propio Nadella lo expresó con claridad: “la idea es que esta compañía puede mantenerse relevante produciendo tecnología para que la gente, en todo el mundo, pueda crear más tecnología digital. Creo que ese es el corazón de Microsoft”. Un regreso a los principios fundacionales de Bill Gates y Paul Allen.
Debemos empoderar a cada persona y cada organización en el mundo para conseguir más
Con Nadella, Microsoft también buscó estrechar lazos con otras compañías tecnológicas, hasta el punto de redefinir su lema como “empoderar a cada persona y cada organización en el mundo para conseguir más”. El giro quedó patente en la forma en que comenzó a colaborar con empresas que hasta entonces eran vistas como rivales. Apple, IBM, Dropbox o Salesforce firmaron acuerdos con Microsoft, integrando sus productos en sus respectivos ecosistemas en tratos mutuamente beneficiosos.
Pero la relación más sorprendente que surgió durante el ascenso de Nadella fue, sin duda, con Linux, la plataforma con la que Microsoft había mantenido históricamente una actitud abiertamente hostil, al considerarla su gran competidora.
Bajo su dirección, la compañía pasó de la confrontación a la colaboración. No solo declararon que en Microsoft “respetaban y querían a Linux”, sino que incluso proclamaron públicamente “Microsoft ❤️ Linux”. El gesto se concretó en 2016, cuando la empresa se unió a la Fundación Linux como miembro Platino, comprometiéndose a aportar 500.000 dólares anuales y convirtiéndose en uno de sus principales contribuyentes.
Eso no significa que la gestión de Nadella esté exenta de sombras. Más allá de la percepción de que el mayor enfoque en el PC ha derivado en la imposición de actualizaciones constantes de Windows —obligando a los usuarios a adaptarse a nuevos sistemas operativos con demasiada frecuencia—, algunas de sus decisiones estratégicas en distintas ramas de la empresa han resultado erráticas e inconsistentes. En especial, las relacionadas con los videojuegos y la inteligencia artificial.
La relación más sorprendente que surgió durante el ascenso de Nadella fue, sin duda, con Linux, la plataforma con la que Microsoft había mantenido históricamente una actitud abiertamente hostil
En el terreno del videojuego, Microsoft dio un primer paso en 2014 con la compra de Mojang, creadores de Minecraft, por 2.500 millones de dólares. Una operación que, con el tiempo, se reveló rentable. Mucho más cuestionable fue, sin embargo, la adquisición de Activision Blizzard King: iniciada el 18 de enero de 2022 y concluida el 13 de octubre de 2023, por la cifra desorbitada de 75.400 millones de dólares.
Según muchos analistas, esta compra sigue siendo injustificada a día de hoy, y que provocó que autoridades regulatorias de medio mundo abrieran investigaciones e intentaran frenar la operación. En la actualidad, varias ramificaciones legales de esa adquisición continúan abiertas.
Todo esto ha coincidido con una gestión errática y cambiante de la división de videojuegos, Xbox. Bajo el mando de Nadella, los planes han variado prácticamente de un año a otro, con una sucesión de proyectos cancelados, cierres de estudios y oleadas de despidos que han afectado a miles de empleados de forma casi anual. El resultado es una trayectoria marcada por la inconsistencia y la incertidumbre, que muchos consideran directamente catastrófica para la división de videojuegos de Microsoft.
            El CEO de Microsoft, Satya Nadella, en la conferencia Microsoft Build 2025.
Una gran apuesta que podría estallarle en la cara
Tras la gran obsesión de Silicon Valley: la IA
En lo que respecta a la inteligencia artificial, Nadella se ha mostrado abiertamente escéptico. Afirma que no cree que estemos viviendo una auténtica revolución y ha explicado con detalle las razones de su escepticismo: “Cuando decimos: ‘Oh, esto es como la revolución industrial’, deberíamos ver el mismo tipo de crecimiento que provocó aquella revolución. Para mí, eso significa un 10%, un 7% en el mundo desarrollado. Ajustado a la inflación, creciendo al 5%. Ese es el verdadero marcador”.
Aun así, Microsoft ha virado de manera evidente hacia la IA. Muchos empleados de la compañía aseguran que se les exige utilizarla a diario en sus tareas, tenga o no un uso real, porque su rendimiento se mide también por el grado en que la incorporan en su trabajo.
El asistente Microsoft Copilot se ha integrado en todos los niveles de Windows e, incluso, de forma casi subrepticia en numerosos servicios de la empresa. Y a esto se suma la inversión de miles de millones de dólares en diferentes proyectos de IA. Una apuesta tan grande que, si fracasara, podría poner a Microsoft en una situación comprometida como nunca antes en su historia.
Sin embargo, la postura de Nadella es matizada. No sostiene que la IA no sea el futuro, sino que todavía está lejos de significar nada. Según él, para ganar primero hay que pasar por una fase de pérdidas y aprendizajes. En sus palabras: “Estamos empezando a ver su valor, como ocurrió en su día con Excel, PowerPoint u Outlook”.
Estamos empezando a ver el valor de la IA, como ocurrió en su día con Excel, PowerPoint u Outlook
Para Nadella, el problema es que los usuarios aún no han entendido del todo por qué la IA será clave, pero lo acabarán comprendiendo. Y cuando eso ocurra, asegura, llegará el momento en que Microsoft recupere y multiplique su inversión. Igual que sucedió con el PC, cuyo potencial tampoco se entendió al principio, hasta que la microinformática desató un auténtico boom.
Incluso dejando de lado que Nadella muestra un preocupante desconocimiento de la historia de la informática —si realmente cree que la utilidad del PC no se entendió desde el primer momento, cuando su adopción se vio frenada más bien por factores económicos y tecnológicos—, lo cierto es que la Microsoft de Nadella es una compañía distinta. Más cercana en espíritu a la de Bill Gates, aunque con rasgos propios.
            El CEO de Meta, Mark Zuckerberg, y el CEO de Microsoft, Satya Nadella, en el evento LlamaCon.
Hoy, Nadella tiene entre manos una gran apuesta, la misma en la que están volcados la mayoría de CEOs del sector. Y si fracasa, Microsoft no parece tener un plan B: está comprometiendo buena parte de sus negocios en torno a esa apuesta. Un riesgo enorme que, de salir bien, consolidará a la compañía en la cúspide… pero que, de fallar, podría convertirse en el mayor golpe de su historia.
Pero, como ocurre con Apple o Google, hará falta mucho para hacer tambalear el barco de Microsoft. Y aunque la gestión de Nadella ha sido muy cuestionable en algunos aspectos, también resulta encomiable la estabilidad que ha dado durante años a la vieja guardia de la compañía.
Queda por ver si el futuro refrendará sus decisiones o le dará la espalda. Lo que sí parece seguro es que los próximos años serán decisivos para determinar si Satya Nadella pasará a la historia como uno de los grandes CEOs de Microsoft… o como el mayor error que pudo cometer la compañía.

            




