La historia de los Labubu: el juguete que prevé generar más de 4.000 millones de dólares y que retrata la cultura global de nuestra era

Labubu

De un experimento artesanal en Hong Kong a un fenómeno global impulsado por algoritmos y cultura pop: así conquistó Labubu la economía digital del coleccionismo.

Kasing Lung, creador de Labubu, el juguete viral que ha conquistado el mundo: “Está en mi alma, hace las cosas que yo quiero hacer pero no me atrevo”

La historia de los Labubu: el juguete que factura más de 4.000 millones de dólares al año y que resume a la perfección la cultura global de nuestra era.

La historia de los Labubu: el juguete que factura más de 4.000 millones de dólares al año y que resume a la perfección la cultura global de nuestra era.

Diseño: Selu Manzano

Vivimos en un mundo globalizado donde casi nada puede considerarse totalmente local. Cada objeto, idea o tendencia nace de un cruce de influencias, de una red de raíces que se extiende por todos los rincones del planeta. Esa diversidad compartida ha dado lugar a una cultura global en la que pequeñas piezas del mundo se entrelazan para crear productos con una vocación internacional.

Eso es exactamente lo que ocurre con los Labubu: los juguetes de moda que han trascendido son vistos tanto como objetos de lujo como accesorios de culto entre jóvenes y adolescentes. Y lo más interesante de ellos es su identidad. Se trata de una mezcla fascinante de cultura hongkonesa, estética japonesa, referencias a la mitología nórdica y una proyección comercial típicamente occidental. El resultado es un fenómeno híbrido que resume, en miniatura, cómo funciona la cultura contemporánea: un collage global que combina consumo, identidad y arte a una escala nunca antes vista.

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Los números de los Labubu son increíbles. La juguetera china Pop Mart, responsable de la creación y comercialización de estos populares muñecos, ha registrado esta semana una explosiva subida en la Bolsa de Hong Kong: sus acciones subieron un 4,23% tras anunciar un crecimiento interanual de entre el 245% y el 250% en su facturación durante el tercer trimestre del año. En lo que va de 2025, la empresa acumula una revalorización superior al 186%.

Durante el periodo julio-septiembre, los ingresos domésticos de Pop Mart aumentaron en torno al 190%, mientras que los procedentes del extranjero se incrementaron hasta un 370%. En la región de Asia-Pacífico los ascensos rondaron el 175%, en Europa la facturación se multiplicó por más de ocho (740%) y en América casi por catorce (1.270 %). El pasado agosto, el consejero delegado de Pop Mart, Wang Ning, estimó que alcanzar los 4.200 millones de dólares de facturación este año sería “fácil”, frente al objetivo previo de 2.800 millones. Y lo está cumpliendo con creces.

Hoy en día no se habla tanto de personajes clásicos como Hello Kitty, Mickey Mouse o Naruto, pero su valor comercial sigue siendo enorme

Wang Ningconsejero delegado de Pop Mart

Para no aburriros, todo esto quiere decir que, en resumidas cuentas, el Labubu es el mejor ejemplo de cómo la globalización está llegando a crear ídolos mundiales sin distinción. Y de hecho, su fama no deja de crecer. En contra de lo que hablaban análisis anteriores, sobre una moda que iba a caer pronto, el Labubu está demostrando que su trascendencia va más allá de las tendencias. Así lo ha explicado, tras las últimas estadísticas, el propio Ning: “Hoy en día no se habla tanto de personajes clásicos como Hello Kitty, Mickey Mouse o Naruto, pero su valor comercial sigue siendo enorme”.

Pero ¿a qué se debe realmente el éxito de esta extraña criatura, mitad duende mitad zorro travieso? En esencia, su popularidad radica en que su ADN reúne todos los ingredientes de los grandes fenómenos globales. Los Labubu condensan influencias reconocibles de distintas culturas, logrando un equilibrio perfecto entre lo familiar y lo nuevo. Es un mix cultural impecable: despierta una sensación de déjà vu —como si ya lo hubiéramos visto en algún lugar—, pero al mismo tiempo resulta original. Esa dualidad, entre la nostalgia y la novedad, es la clave de su magnetismo. Pero para entenderla bien tenemos que viajar por todo el mundo

Kasing Lung, creador de Labubu.

Kasing Lung, creador del Labubu.

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Europa: el origen nórdico del Labubu

Kasing Lung nació en Hong Kong, pero su historia personal —como la del propio Labubu— es también una historia de viajes y de cruces culturales. Creció entre Asia y Europa, y durante buena parte de su juventud trabajó como ilustrador de libros infantiles en Bélgica y Holanda. Su infancia transcurrió entre lápices y cuentos. “No había consolas de juego ni ordenadores, así que tenía que dibujar muñecos con un bolígrafo. Tenía la idea de pintar cuentos de hadas desde niño”, recordaba en una entrevista con Business Day en julio de 2025

Bebe de la mitología nórdica y del folclore europeo, sobre todo de elfos, trolls y espíritus traviesos que pueden ser tanto protectores como destructivos

Kasing Lungcreador del Labubu

Aquellos años en Europa marcaron profundamente su imaginario. Allí conoció la tradición de los cuentos nórdicos y las fábulas centroeuropeas —con sus bosques sombríos, sus criaturas ambiguas y sus lecciones morales disfrazadas de juego—. En una conversación posterior con Prestige Online, Lung explicó que su universo visual “bebe de la mitología nórdica y del folclore europeo”, especialmente de las historias sobre “elfos, trolls y espíritus traviesos que pueden ser tanto protectores como destructivos”.

Ese equilibrio entre ternura y amenaza, entre humor y oscuridad, acabaría convirtiéndose en la esencia de su obra. “Siempre me han atraído los personajes que parecen inocentes, pero esconden algo detrás”, contaba a The Perfect Magazine en una charla con el diseñador Bryan Yambao. “En Asia solemos pensar que los personajes ‘bonitos’ deben ser dulces y amables, pero yo creo que la belleza está también en lo extraño, en lo imperfecto”.

TIENDA OFICIAL PO MART DONDE SE VENDE EL PELUCHE QUE ESTÁ HACIENDO FUROR LABUBU. FENOMENO LABUBU. El fenómeno Labubu congestiona Barcelona con una nueva tienda. Barcelona cuenta con un Soho House (y otro por abrir pronto), cafeterías en las que tomar affogato’s y síntomas nivel tres de chocolatitis Dubái aguda. Faltaba la tienda Pop Mart.

Tienda oficial de Pop Mart donde se venden Labubus.

Mané Espinosa / Propias

Hong Kong: la nueva capital juguetera

Durante años, Kasing Lung trabajó de manera humilde, publicando libros ilustrados y pequeñas series de personajes, sin imaginar que su universo acabaría definiendo una de las marcas más potentes del siglo XXI. Pero fue en 2010 cuando dio el primer paso a lo que estaba por venir. En ese momento, recibió una llamada inesperada desde Hong Kong. Howard Lee, un joven productor y diseñador que dirigía el estudio How2Work, le propuso trabajar juntos. Lee, que había seguido su trabajo desde hacía tiempo, creía que aquel estilo podía encajar en la emergente escena de los designer toys que florecía en Asia.

“Hong Kong llevaba décadas fabricando juguetes para todo el mundo, pero apenas había creado sus propios iconos”, explicaba Lee en una charla celebrada durante la Toy Soul Convention 2022. “Queríamos crear algo nuestro, algo que hablara desde aquí, pero que cualquiera pudiera entender”.

Hong Kong llevaba décadas fabricando juguetes para todo el mundo, pero apenas había creado sus propios iconos

Kasing Lungcreador del Labubu

Lung aceptó la invitación y regresó a su Asia natal. En aquel momento ya se estaba viviendo una revolución sin precedentes en China y Hong Kong —y, por extensión, el sur de China— era el corazón de la producción juguetera mundial. Al igual que ocurre con la industria tecnológica, se debe a un cambio de estrategia por parte del país asiático. Desde los años setenta, gigantes como Mattel, Hasbro o Bandai habían subcontratado allí su manufactura, generando un tejido industrial inmenso y un saber hacer técnico sin parangón. Pero lo que comenzó como una cadena de montaje acabó convirtiéndose en un ecosistema creativo; en una nueva forma de artesanía global.

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Fue en ese entorno donde Kasing Lung comenzó a experimentar con esculturas de vinilo. En 2015, junto con Howard Lee, presentó una pequeña figura en una convención de Taipéi: un ser diminuto de sonrisa amplia y orejas puntiagudas, mitad demonio y mitad niño. Su nombre fue Labubu. En una primera instancia solo produjeron 60 unidades, moldeadas y pintadas a mano con técnicas improvisadas —moldes de cera y cobre, retoques finales aplicados en el propio stand— porque no podían costear la maquinaria industrial de moldeo por inyección.

Pero aquella precariedad se convirtió en su sello distintivo: la cabeza resultó más grande de lo previsto, las extremidades más cortas y los ojos ligeramente desiguales. “Era imperfecto, pero tenía alma”, resumiría Lung años después en declaraciones a Prestige Online. “Parecía un error, pero se sentía vivo”. Y su éxito fue, a pequeña escala, instantáneo. Porque no era un juguete americano, ni japonés, ni europeo: era algo diferente, una criatura híbrida que condensaba muchas influencias pero no pertenecía a ninguna.

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Tienda oficial de Pop Mart donde se venden Labubus.

Mané Espinosa / Propias

Japón: la cultura kawaii que lo rodea todo

A pesar de ser una mezcla entre influencia europea e industria china, el Labubu debe mucho a algo que tiene a un golpe de océano: la cultura kawaii. Este concepto, que en japonés significa “adorable” o “tierno”, lleva años marcando las modas más virales en el mundo de los juguetes y la cultura viral, pero en realidad va mucho más allá de la apariencia.

La estética kawaii nació en Japón en los años setenta, cuando se puso de moda entre las adolescentes escribir con una caligrafía redondeada e infantil para expresar ternura y vulnerabilidad. Era una especie de gesto contracultural que atentaba directamente contra la cultura más varonil y monstruosa del Japón del momento, pero terminó convirtiéndose en una industria que mueve miles de millones de euros. 

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Hello Kitty es el icono más reconocido de la cultura kawaii.

Getty

Según la investigadora Sharon Kinsella, autora de Adult Manga (2000), “lo kawaii se ha transformado en una forma de poder suave (soft power), un lenguaje emocional compartido que desactiva la agresividad del capitalismo moderno”.

Hoy en día, en Japón todo está rodeado de la cultura kawaii. Desde un bento escolar hasta un tren bala decorado con Hello Kitty, es algo que lo ha dominado todo. Pero lo kawaii no solo es bonito, sino que despierta una reacción emocional de protección, empatía o ternura. Un estudio publicado en la National Library of Medicine (2024) concluyó que la exposición a estímulos kawaii activa áreas cerebrales asociadas con el cuidado y la recompensa, mejorando la concentración y el bienestar emocional. Es decir, que la ternura, literalmente, altera la química del cerebro.

El éxito global de esta estética está ligado a la ansiedad contemporánea

Christine Yanosocióloga

En un mundo acelerado y competitivo, lo kawaii actúa como un refugio psicológico. “El éxito global de esta estética está ligado a la ansiedad contemporánea”, afirma la socióloga Christine Yano, profesora en la Universidad de Hawái y autora de Pink Globalization: Hello Kitty’s Trekk Across the Pacific (2013). “Lo kawaii ofrece un espacio simbólico donde es seguro ser vulnerable”.

Y eso explica por qué figuras como el Labubu han conquistado no solo a adolescentes, sino también a adultos. En redes sociales abundan los vídeos de unboxing de Pop Mart acompañados de frases como “me ayuda a relajarme” o “me recuerda a cuando era niña”. De este modo, la estética kawaii se ha convertido en una herramienta de bienestar emocional, una especie de mindfulness visual que transforma la compra en un ritual de calma y esperanza.

Pero los Labubu no solo son adorables. Su diseño es, en sí, una paradoja de lo que triunfa en Japón: es adorable… pero también extraño y algo creepy. Pero esa ambigüedad, que ya tienen otras figuras kawaii como Kuromi o Totoro, también forma parte de este ambiente que, recordemos, partió de la contracultura y busca dejar claro que la dulzura no está reñida con la oscuridad.

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Estados Unidos: adentrándose en la rueda capitalista

El salto del Labubu a todo el mundo llegó en un momento muy concreto. En abril de 2024, Lisa, cantante del grupo surcoreano Black Pink, fue fotografiada luciendo un Labubu como bag charm —versiones en miniatura del personaje—. Y, lejos de quedar como una simple curiosidad, el personaje logró una escala global que arrancó con fuerza en Japón, Corea del Sur y el Sudeste Asiático antes de dar el salto a Estados Unidos. La foto de Lisa fue la validación del Labubu como una moda, prácticamente, de lujo, y pronto muchas figuras estadounidenses le siguieron el rollo.

Rihanna, Kim Kardashian, Dua Lipa, David Beckham o Simone Biles fueron consolidando la figura del Labubu como algo de prestigio que llevar encima. Incluso la cantante Cher, de otra evidente generación, fue vista con uno de estos juguetes encima. Toda la maquinaria capitalista se puso entonces al frente del Labubu. 

Un bolso Hermès naranja con un charm marrón del monstruo Labubu

Un bolso Hermès naranja con un charm marrón del monstruo Labubu

Getty Images

A esto se suma que PRONOUNCE presentó una cápsula con gráficos de Labubu en la Semana de la Moda de Milán (enero de 2024), Sacai produjo una figura bespoke, y se encadenaron colaboraciones de gran alcance (la más llamativa, la de Coca-Cola x Labubu), que llevaron el personaje del merchandising al estilo de vida aspiracional.

A partir de entonces comenzó la locura: todo el mundo quería un Labubu, y los datos se dispararon. Entre 2024 y 2025 tuvo un crecimiento interanual de entre el 245 y el 250%. Y Pop Mart se convirtió en una empresa al nivel de Lego, agotando sus figuras exclusivas en tiendas en minutos debido a su cultura de la escasez. La compañía comenzó a trabajar con la economía de la atención de la moda: unboxings, lanzamientos limitados online que se agotan en segundos… todo eso pasó a formar parte del muñeco.

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A estas alturas, resulta evidente que el Labubu ya no es solo un juguete, sino un fenómeno sociocultural que ha sabido ocupar el vacío que dejaron los grandes personajes del siglo XX, desde Hello Kitty hasta Mickey Mouse. Y gran parte de su éxito es su metamorfosis y mezclum cultural. 

Kasing Lung, su creador, suele repetir que nunca pensó en el éxito cuando lo diseñó. “Solo quería hacer algo que tuviera alma”, dijo recientemente en una charla en Taipéi. Pero aunque se tratara de una figura artesanal hecha como fruto de la casualidad y el arte, se ha convertido en el símbolo de una generación global.

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