El triunfo es inevitable

En una entrada de sus Diarios , que he releído con avidez durante los fríos de enero, Iñaki Uriarte evoca los lemas vitales de varios amigos suyos. Uno es este: ‘“El triunfo es inevitable” (Íñigo). No se añade apellido, pero dado el común origen donostiarra de Iñaki e Íñigo, y dado mi recuerdo de un arquitecto con el que amisté en los años ochenta, diría que lema tan optimista debe ser atribuido a Íñigo Gurrea Saavedra.

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Ben Curtis / Ap-LaPresse

¿Qué tipo de persona hace de esas cuatro palabras su divisa? Podría ser alguien con un gran concepto de sí mismo, un arrogante, un miope, incluso un demente… Pero podría ser también alguien como Íñigo, que no estaba ciego ni loco, ni se parecía en nada a esos trepas que arrollan a cuantos obstaculizan su carrera hacia el éxito. Por el contrario, trataba de gozar de la vida echándole ironía, cultivando sus intereses, atendiendo sus deberes e intentando prolongar los días felices. Así era al menos cuando nos conocimos. Íñigo parecía seguro de que vencer la adversidad era factible; de que cada cual podía moldear a su gusto la idea del triunfo vital; de que el éxito de una vida sonreía más a quien la disfruta que a quien se queja con frecuencia.

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FILE PHOTO: Former South African presidents Nelson Mandela waves to the crowds as he arrives to address the country's Parliament in Cape Town, May 10, 2004. REUTERS/Mike Hutchings/File Photo

Proclamar que el triunfo es inevitable puede parecer hoy una boutade o un sarcasmo. La coyuntura política, económica y social da bastante grima; los pronósticos catastrofistas afloran como setas. Y no es de extrañar: aun estando mejor que en épocas pretéritas, resulta decepcionante comprobar que los seres humanos todavía no han aprendido a comportarse colectivamente con mayor inteligencia que sus antecesores.

Todo eso es cierto, sí, pero no debería paralizar a nadie. El regreso de Trump al poder ha deprimido a amigos y conocidos. Muchos repiten estos días “las cosas están muy mal” como reos en el corredor de la muerte. ¿Acaso ya están ahí? ¿No tiene también Trump los días contados? ¿No ha superado el planeta dramas mayores? Como repetía mi amigo, el triunfo vital, además de posible, puede ser inevitable. Quizás porque creía que sumar triunfos particulares nos acerca a uno colectivo. Ahora eso no parece fácil. Pero será imposible si se olvida la actitud de Íñigo.

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