No deben ser muchos los grupos sociales que soportan un servicio público tan poco fiable e insatisfactorio como el que padecen los usuarios de Renfe en Catalunya. Rodalies se ha convertido en el paradigma de un medio de transporte colectivo plagado de incidencias –diez veces más que en el del sistema de Cercanías en Madrid–, que alteran el día a día de los ciudadanos e interfieren en sus obligaciones laborales, académicas o personales, causándoles perjuicios varios y, dada su reiteración, inexcusables. En Rodalies, la anormalidad se ha convertido en normalidad.
Esta realidad no es flor de un día, sino una constante desde hace años, lustros y decenios. Las causas de esta situación varían en función de quién las enumera, pero es obvio que unas instalaciones escasas de mantenimiento y una inversión insuficiente figuran entre las principales. Las obras de mejora en curso son prometedoras, pero visto el déficit estructural difícilmente darán los frutos esperados en fechas próximas. La paciencia de los pasajeros, así como su indignación, ha alcanzado ya cotas elevadísimas.
Este es el telón de fondo que propició, con vistas a la investidura de Pedro Sánchez, el acuerdo entre el Gobierno central y ERC para el traspaso de Rodalies a la Generalitat de Catalunya. Es de suponer que eso se hizo con el propósito de lograr una mejoría sustancial del servicio, que pusiera fin a un estado de cosas inaceptable.
Y dicho telón de fondo también lo es de la huelga que se convocó para los días 17, 19, 24, 26 y 28 de marzo y para el 1 y el 3 de abril, que en su penúltima jornada –para hoy jueves está convocada la última de esta serie– causó el martes anomalías extraordinarias. Estamos hablando de una huelga de enorme afectación, que no secunda- ron sindicatos mayoritarios como CC.OO. y UGT, pero sí los minoritarios como CGT, SF-1 y Alferro, que representarían al 10% de los trabajadores de Renfe en Catalunya, y que se oponen al traspaso de Rodalies y Renfe Mercancías a la Generalitat, porque temen por sus derechos laborales, pese a que ya se acordó que la nueva empresa mixta formada tras el traspaso de competencias por Estado y Generalitat de Catalunya seguiría perteneciendo a Renfe.
Renfe aparta a dos trabajadores a los que atribuye sabotaje del servicio el martes
Debido a las extraordinarias anomalías que hemos referido, Renfe decidió ayer apartar de sus puestos a dos trabajadores, a los que en su desempeño como gestores de operaciones atribuye un sabotaje del servicio de Rodalies en el contexto de la mencionada huelga. Dichos trabajadores, uno desde la estación de L’Hospitalet, otro desde el centro de gestión de El Clot, uno anteayer martes, otro el miércoles de la semana pasada, habrían dado conscientemente instrucciones erróneas a diversos maquinistas para que no pusieran en marcha sus convoyes, suspendiendo por tanto su servicio.
Esta operación habría afectado principalmente a trenes de las líneas R1 y R3, también a algunos de la R4, hasta un total de cuarenta. Otras líneas se vieron asimismo afectadas, al igual que miles y miles de pasajeros, que debido a suspensiones del servicio o a averías o a retrasos generalizados vieron una vez más defraudadas sus expectativas de transporte y perjudicados sus intereses particulares.
Fuentes sindicales relacionadas con tales perjuicios han dado su versión de los hechos, sin conseguir erradicar la hipótesis de que la conducta de quienes contribuyeron a perturbar el servicio podría tener ante todo relación con el afán de potenciar los efectos de la huelga.
Los sufridos usuarios de los trenes no merecen seguir padeciendo anomalías
Como es natural, la dirección de Renfe debe investigar de modo exhaustivo estas incidencias y, si sustancia sus sospechas, obrar en consecuencia e incluso dar traslado a la justicia. Rodalies no puede seguir dando de modo indefinido un servicio tan precario e irregular. No es de recibo en una compañía con las responsabilidades de Renfe. No puede permitírselo el Govern de la Generalitat, que ya ha sufrido por esta causa un primer revolcón en el Parlament, donde una mayoría de diputados reprobó días atrás a Sílvia Paneque y solicitó su dimisión como consellera de Territori, Habitatge i Transició Ecològica. Y, desde luego, no pueden admitirlo los usuarios de Rodalies, que llevan demasiados años sufriendo los efectos de un servicio imprevisible como para que ahora deban aceptar otras anomalías al parecer decididas arbitrariamente por una minoría de trabajadores de Renfe.
Todo tiene un límite, y la paciencia de los usuarios de Rodalies –cuyos comentarios ayer en la web de La Vanguardia eran explícitos y unánimes– lo tiene con motivo más que sobrado.