La sobrinísima

Ahora que el PP piensa cómo alumbrar ese “proyecto ilusionante” que Aznar le pide a Feijóo, me permito exponerles una idea que quizá no sea muy original, pero llena un vacío histórico: proclamar a La Sobrina como institución. Si la idea les parece alicorta, estoy dispuesto a aceptar que La Sobrina sea elevada a la categoría de símbolo del país, con una condición: que la proclamación tenga rango parlamentario, con lo cual se revitaliza el Congreso y así se hace realidad aquella vieja pero hermosa propuesta de Pedro Sánchez de hacer del Parlamento el centro de la política.

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Dani Duch

Confieso, aunque ya lo habrá adivinado algún sagaz lector, que concebí la iniciativa el pasado viernes, al escuchar a la jefa de Jésica en Tragsa la revelación del año: le ordenaron tratar bien a esa chica porque era sobrina de un ministro, razonablemente el entonces jefe de la Oficina Socialista de Colocación (OSC), José Luis Ábalos. Jésica saltó así de la categoría de personal laboral a la de sobrina –¿habría que llamarla sobrinísima, como a algunos hermanísimos?– de su excelencia. Todo un mito en las administraciones públicas españolas.

El reconocimiento institucional de ‘La Sobrina’ sería una forma de restauración del ascensor social

Trabajé algo la idea y tengo dos argumentos de defensa que con gusto regalo a los pensadores del PP. El primero es que La Sobrina tiene una larga tradición, muy justa y muy profundamente enraizada en la sociedad, sobre todo el ámbito rural, hoy conocido como España vacía: ¿quién no oyó hablar de La Sobrina del Cura? Ella era la piadosa chica que ayudaba al párroco en la rectoral y, al mismo tiempo, la hija de un hermano o hermana con la que el párroco practicaba la nobilísima virtud teologal de la caridad, tan necesaria –a mi juicio, imprescindible– para ganar el cielo y garantizar una vida eterna placen­tera.

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Y el segundo lo brinda Manuel Cruz en su libro El gran apagón (Galaxia Gutenberg) cuando escribe que el ascensor social que tanto contribuyó al progreso y a la justicia distributiva “hoy está seriamente averiado”. El reconocimiento institucional de La Sobrina sería una forma de restauración de ese ascensor, cuya bandera ignoro por qué no cogió Pedro Sánchez como símbolo de identidad progresista. Ese descuido deja el camino abierto al señor Feijóo. Evidentemente, pasar de sobrina de cura a sobrina de ministro es un indiscutible ascenso social.

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