Correo para todos

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News Correspondent

Europa ha tomado conciencia de que depende demasiado de la tecnología de otros. Nuestro día a día, nuestras empresas, nuestra ciencia y nuestro ocio necesitan infraestructuras, chips, softwares y herramientas que no tenemos y vamos a buscar a Estados Unidos o China.

La soberanía tecnológica es un tema recurrente en todos los planes estratégicos europeos, porque queremos recuperar el control real sobre nuestro futuro digital, social y económico. Desarrollar y controlar infraestructuras críticas como centros de datos, redes 5G, satélites y cables submarinos. Tener capacidades propias en microelectrónica y semiconductores. Asegurar cadenas de suministro en materias primas como el litio o las ahora famosas tierras raras. Fomentar el uso y desarrollo de software propio de código abierto y apoyar alternativas europeas a las plataformas dominadas por gigantes de otros continentes. Crear capacidades propias en inteligencia artificial, con datos etiquetados y procesados localmente. Fortalecer nuestras capacidades en ciberseguridad. Formar y retener talento. En definitiva, ser capaces de desarrollar, controlar y evolucionar las propias capacidades tecnológicas con autonomía y respeto a los valores democráticos.

Parece complicado, pero es posible, y siempre nos remitimos al ejemplo de la industria aeronáutica. La estadounidense Boeing siempre había liderado el mercado, pero en 1970 Europa empezó a competir creando el consorcio Airbus. Invirtió en tecnología punta, creó nuevas familias de aviones modulares y eficientes, y escaló rápidamente aprovechando subsidios estatales. Y funcionó. Desde el 2003 domina los pedidos mundiales de aviones de un solo pasillo, desde el 2019 supera a Boeing en ingresos, y hoy ya es líder mundial mientras Boeing sufre continuas crisis operativas.

Phishing a través del correo electrónico.

 

PIXABY / Europa Press

Todo ello es muy sofisticado y complejo. Grandes inversiones a largo plazo, apuestas tecnológicas arriesgadas, el talento de decenas de miles de personas, nuevos centros de investigación y desarrollo, esfuerzos continuados en el tiempo, alianzas políticas y la coordinación de muchos países.

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En paralelo a estos esfuerzos hay otras acciones que son igualmente indispensables y sorprendentemente sencillas, pero nadie habla de ellas. Por ejemplo: dar a todo el mundo un correo electrónico europeo y gratuito. Hace falta una dirección de correo electrónico para reservar una habitación de hotel, pagar una multa de tránsito, comprar un billete de avión, presentar la declaración de la renta o acceder a nuestra historia clínica para consultar los resultados de unos análisis. Pero ninguna institución pública nos lo ofrece. Si queremos una cuenta de correo gratuita, estamos obligados a ir a una empresa extranjera, que nos dará correo pero a cambio nos pedirá nuestros datos personales y nuestro consentimiento.

No es tan difícil. Si queremos soberanía digital, empecemos por dar un correo electrónicos seguro y gratuito a nuestra ciudadanía. El primer paso hacia el futuro es muy sencillo.

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