Leo en el Diario de Jerez que en esta ciudad están experimentado con éxito un sistema natural para rebajar en cuatro o cinco grados las tórridas temperaturas de las calles. No pretenden imitar las inmensas burbujas de aire acondicionado de Dubái o Doha, no: han confiado en la parra de toda la vida. Ya son algunas las calles de Jerez protegidas por las hojas de vid enredadera. Dicen que quieren emparrar todo el casco antiguo.

Es una gran idea, pero no será tarea fácil: la parte vieja de Jerez de la Frontera es muy extensa. Son calles no muy anchas, largas, a veces onduladas, que forman una trama clara, amplia y uniforme, tan elegante como modesta. Calles compuestas por casas de una, máximo dos plantas, encaladas y con marcos de puertas y ventanas pintados en albero, el color de la arena de las plazas de toros. Conservo un recuerdo entrañable de esos barrios. Pasé allí un año de mi juventud, durante la mili, e hice muchos amigos, entre ellos el poeta Alfonso Sánchez Ferrajón, fallecido hace unos años, y la fotógrafa Marisol Torné, que me acogieron y quisieron muchísimo.
El fino de Jerez es tan bueno como engañoso, pues se bebe helado y entra a traición
Mandaba aún el heredero de Franco, Arias Navarro, un carnicero llorón, pero Jerez, como toda España, se iba soltando con gran regocijo. Conocí allí a cantaores de flamenco, señoritos, gitanos, travestis, sindicalistas, socialistas, andalucistas, católicos, partidarios de la lucha armada e incluso a la bellísima hija de un almirante mallorquín que me hablaba en un catalán delicioso. Lo pasé tan bien que nada recuerdo de la mili, salvo los trabajos académicos de fin de carrera, que redactaba con la máquina de escribir del juzgado militar en el que me destinaron.
De aquel año en Jerez me viene la afición por la ensaladilla rusa, plato veraniego que nunca falla, y mi admiración por el fino y los demás vinos de esa tierra de color entre amarillo y ceniza, tan secos y buenos como engañosos, pues se beben muy fríos y entran a traición. He vuelto a Jerez, que se ha modernizado mucho; ahora son muy de derechas. Por eso me alegra, y no solo por razones ecológicas, que intenten emparrar las calles del Jerez antiguo. No sabría explicar por qué, pero esta forma arcaica de plantar cara al calor me parece un buen augurio.