Cuando Podemos estaba en plena ascensión y amenazaba la hegemonía del PSOE en el espacio de la izquierda, Pedro Sánchez decidió combatir a esa fuerza con sus mismas armas y se presentó muchas veces como un contestatario presionado por el establishment económico y político. Luego captó que la mejor manera de neutralizar a los morados era abrazar a Pablo Iglesias y apropiarse de medidas populares impulsadas desde su izquierda. La estrategia del PSOE hoy es subrayar todo aquello que ahonde el foso con el bloque de la derecha y sobre todo que incomode al PP y le obligue a acercarse a Vox. Así, a la vuelta de las vacaciones, Sánchez situó el cambio climático en su agenda mediática a raíz de los incendios, siguió con la masacre de Gaza y la Moncloa ya prepara los actos para conmemorar el 50.º aniversario de la muerte de Franco en noviembre.
El PP viene aplicando la misma receta con Vox, con palabras más gruesas, ya que adopta un vocabulario similar al de la extrema derecha. Los populares saben que no van a ganar gran cosa del espacio de centro y se concentran en erigirse como el voto útil del cada vez más amplio espectro de la derecha, que se nutre también de nuevos votantes. Su problema es que quien tiene que encarnar ese mensaje, Feijóo, fue considerado durante años el exponente del ala moderada del PP. Pero a los populares les pasa algo parecido a la antigua Convergència. Durante la radicalización que acompañó al procés, dirigentes de aquel partido creyeron que había un espacio en la sociedad catalana para el nacionalismo moderado, pero no lo encontraron en las urnas. Se comentaba entonces aquello de que una vez la pasta de dientes ha salido del envase es difícil volverla a meter.

Agentes policiales intervienen contra manifestantes en la etapa final de la Vuelta, este domingo en Madrid
La polarización funciona así. Es fácil de atizar, complicado dar marcha atrás. Que una prueba deportiva de impacto mediático como la Vuelta sirva para exigir el final del genocidio en Gaza es comprensible. No será la primera ni la última vez que un evento deportivo es utilizado como altavoz de una causa política, en este caso además humanitaria. Pero Sánchez cometió ayer un error al utilizarlo en las horas previas al final de la Vuelta, que ya se preveía conflictiva. El PP no tardó en acusarle de instigar los disturbios. Pero si lo que se quiere es polarizar, se está consiguiendo.