El sondeo de Ipsos que ha publicado La Vanguardia ofrece un panorama poco alentador, pues el avance de la ultraderecha haría ingobernable Catalunya. Nada que no forme parte de las preocupaciones de la mayoría de los países europeos. De acuerdo con la encuesta, la suma de los escaños atribuidos a Aliança Catalana y Vox casi alcanza los que obtendría el PSC, que gobierna la Generalitat.

Lo sorprendente es que cuando el mismo sondeo pregunta acerca de quién gestionaría mejor el problema de la vivienda, quién impulsaría más el crecimiento económico, quién reduciría las desigualdades, quién combatiría la corrupción y quién garantizaría la seguridad pública, los socialistas se destacan en primer lugar, mientras que ni Aliança ni Vox se sitúan en puestos relevantes, con la excepción del asunto de la seguridad, donde el partido de Santiago Abascal queda solo por debajo del PSC. La inseguridad ha subido entre las preocupaciones de los catalanes, a pesar de que las cifras oficiales muestran un descenso de los delitos.
Sube la extrema derecha, pero sus votantes desconfían de su eficacia
Es interesante comprobar que a un porcentaje significativo de los electores les puede complacer el discurso de la extrema derecha, pero no ven a sus dirigentes lo suficientemente capacitados para resolver los problemas que les acucian. O lo que es lo mismo, una parte de los catalanes están cabreados (emprenyats), pero son conscientes de que con las recetas ultras no van a resolver gran cosa. Por esta razón, Salvador Illa es considerado un buen presidente (49%) y como el hombre que es capaz de unir a los catalanes (53%).
El lema de Sílvia Orriols (AC) en las elecciones del 2024 era “Salvem Catalunya”, pero los salvadores dan más miedo que confianza en democracia. Su discurso, como el de Vox, está centrado en atacar la inmigración, que ha ascendido a tercer problema de los catalanes. Madeleine Albright, que fue secretaria de Estado con Bill Clinton, decía que la extrema derecha, más que una ideología, es un medio para conseguir el poder, que requiere de personajes carismáticos con los que establecer un vínculo emocional y de electores cargados de resentimiento. No nos podemos despistar, porque, como avisaba la niña de Poltergeist, “ya están aquí”.