Por qué las empresas han empezado a despedir a los jóvenes

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Por qué las empresas han empezado a despedir a los jóvenes
Director de Contenidos en Godó Nexus

La muerte del junior es la muerte de las empresas

Tanto The New York Times como The Economist constatan una tendencia creciente en Estados Unidos: las empresas están despidiendo a sus perfiles más juniors gracias a la implementación de la IA. La lógica parece evidente: estas herramientas ya hacen buena parte de lo que tradicionalmente hacía un perfil joven dentro de una compañía. Lo que algunos han leído como la estocada final a una generación que sufre para abrirse paso, yo lo veo como el impulso final a su propia revolución.

La IA automatiza tareas básicas, reduce plantillas, ahorra costes y alimenta una idea tentadora en muchos directivos: “no necesitamos juniors”.

Pero esos juniors una vez despedidos no van a irse a su casa a llorar.
 Muchas veces dominan la IA mejor que sus jefes, pueden montar estructuras con costes irrisorios, no tienen miedo a experimentar y, sobretodo, conocen las ineficiencias de las empresas que los despidieron. Son capaces de construir en semanas lo que una gran corporación tardaría años.

Y lo harán.

Hoy los jóvenes ya no necesitan capital, ni infraestructura, ni un equipo enorme para levantar un proyecto. La IA ha tirado todas esas barreras abajo: pueden generar el branding completo de su idea en horas, crear agentes que automaticen tareas que antes hacían equipos enteros, publicar webs sin saber programar y producir contenido que escale sus proyectos prácticamente sin coste. El junior que hacía Excel por 1.200 € ahora hace el mismo Excel en 10 segundos y sin jefe. Hoy despides juniors; mañana te suscribes a su newsletter para aprender cómo te destruyeron.

Si te despiden, no te expulsan del mercado: te liberan para innovar.

Imaginemos a tres juniors que trabajaban en un portal inmobiliario clásico que domina el sector y decide prescindir de ellos. Conocen el negocio desde dentro y saben que una web de búsqueda totalmente construida sobre IA sería más rápida, más personalizada y útil que la actual. Saben que la empresa que les acaba de tirar tiene decenas de ideas de mejora basadas en IA que jamás introducirán porque chocan con su propio modelo implementando solo algunas de carácter estético más que funcional.

Podrían cambiar las reglas de cómo se buscan viviendas antes de que la empresa grande pueda darse cuenta. La empresa tradicional es fuerte, sí, pero en disrupciones suele ser torpe.
El junior despedido es lo contrario: ligero, rápido, inteligente… y sabe dónde duele.

Las empresas sanas crecen con talento joven: barato, ambicioso y capaz de contagiar nuevas ideas. Los juniors renuevan la cultura, traen paradigmas frescos, comprenden a las nuevas generaciones y evitan que la empresa envejezca.
Eliminar esa capa no reduce costes: reduce futuro.

Despedir juniors no es un recorte. Es un suicidio estratégico.
Porque cada junior que liberas es un competidor que liberas. Un joven con IA no es un empleado: es una start-up en potencia. La disrupción ya no viene de Silicon Valley, sino de la habitación de un chaval de 23 años

Las empresas que prescindan de sus trabajadores más jóvenes solo estarán acelerando —sin darse cuenta— la llegada de las empresas que las reemplazarán.

A jugar.

Las empresas que prescindan de sus trabajadores más jóvenes solo estarán acelerando —sin darse cuenta— la llegada de las empresas que las reemplazarán.

Las empresas que prescindan de sus trabajadores más jóvenes solo estarán acelerando —sin darse cuenta— la llegada de las empresas que las reemplazarán.

Pau R.Urquidi

Cuando Musk habla de un futuro sin dinero

Esta semana leo en Neo de Guyana Guardian una noticia sobre Elon Musk que me llama la atención -una vez más- diciendo que dentro de 10 o 20 años “el dinero dejará de ser relevante” y “el trabajo será opcional”.
La frase suena a ciencia ficción, pero tiene un punto interesante: es posible que en el futuro una persona humilde tenga acceso a cosas que hoy ni un multimillonario puede permitirse.

Pensemos en esto: un faraón egipcio tenía oro ilimitado, siervos, ejércitos… Pero no tenía un antibiótico, ni un TAC, ni la esperanza de vida que hoy tiene un ciudadano cualquiera.

En ese sentido, Musk tiene razón: la tecnología democratiza lujos que antes eran privilegios absolutos.

Lo que olvida —o prefiere no decir— es que el dinero no es solo un acceso a bienes: es un sistema de orden y jerarquía social.
Es la manera en que organizamos el mundo: quién manda, quién obedece, quién aspira, quién compite, quién pertenece.

Aunque el deseo eterno del capitalismo de ofrecernos abundancia material infinita puede llegar a ser posible, eso no elimina la necesidad humana de diferenciarse, ascender o competir.

Si desapareciera el dinero, aparecería otra cosa: estatus, reputación, acceso, influencia, tiempo, atención, lo que sea, pero algo habrá. Siempre lo ha habido, siempre lo habrá.

La abundancia genera nuevas desigualdades. Cada vez que una tecnología convierte algo en accesible (comida, salud, información…), inmediatamente surge una nueva jerarquía: quién lo personaliza, quién lo controla, quién lo comprende, quién lo diseña. La imprenta democratizó los libros, pero creó una nueva élite: la de los alfabetos contra los analfabetos. La IA democratizará el acceso, pero creará una élite nueva: la de quienes programan, ajustan y gobiernan esta tecnología.

Una sociedad donde nadie trabaja, nadie compite, nadie necesita nada y nadie destaca… solo puede sostenerse de dos formas: con un entretenimiento absoluto que anestesie a la población (un Netflix total) o con un control tan perfecto que nadie perciba su propia irrelevancia ( Palentir).

Musk imagina un mundo sin trabajo pero entonces habrá que imaginar una razón para que las personas nos levantemos cada mañana de la cama.

Musk imagina un mundo sin dinero, pero no dice quién controla la tecnología que lo hace posible.
Y ahí está el detalle: aunque el dinero pierda sentido, la distancia entre personas seguirá existiendo.

En un mundo de abundancia, la riqueza futura será psicológica, no material.
Una sociedad sin trabajo necesita un propósito, no un jardín de entretenimiento infinito.

Para que exista un mundo sin dinero… hace falta un control absoluto del sistema que reparte la abundancia y control absoluto significa poder absoluto.

En otras palabras: para abolir el dinero hace falta crear la mayor concentración de poder jamás conocida en la historia de la humanidad.

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