Está en curso, impulsado con ahínco por el Gobierno del señor Sánchez, un decidido uso político de la memoria histórica. Consiste en el fomento entusiasta de una visión idealizada de la Segunda República, de una narración parcial de la Guerra Civil y de una revisión negativa de la transición como mera secuela de la dictadura franquista. Se trata, en suma, de la teoría del “muro” –refrito sanchista del tópico de “las dos Españas”–, aplicada a nuestra historia reciente. Y se concreta en la afirmación dogmática de la supremacía moral de unos, que eran muy buenos: los de izquierdas y los separatistas; y la denigración infamante de la ruindad moral de otros, que eran muy malos: los de derechas de toda la vida. Unos, esforzados paladines de la tríada libertad, igualdad y fraternidad; otros pertinaces consumidores de otra tríada: café, copa y puro (Agustín de Foxá). Todo con un objetivo: la revancha por la derrota de las izquierdas y los separatistas en la Guerra Civil. Esta revancha se gestó bajo la presidencia del señor Rodríguez Zapatero, cuya levedad de talante y difusa personalidad ocultaron al principio lo oblicuo y taimado del personaje. Pero, está claro: no era ni es un Bambi.
Un reciente episodio se inscribe en esta deriva revanchista: la declaración de la Real Casa de Correos, sede del Gobierno de la Comunidad de Madrid, como Lugar de Memoria, por haber sido sede de la extinta dirección general de Seguridad durante la dictadura. La declaración persigue “rescatar del olvido y reconocer a quienes sufrieron humillaciones, torturas o incluso la muerte” en dicho lugar. Son ciertos, y no olvidados, los hechos que, a juicio del Gobierno, justifican tal declaración. Si escribo este artículo para denunciarla como un caso de uso político de la memoria histórica, no es porque falsee la memoria, sino porque la usa de un modo parcial y selectivo, olvidando a los que también sufrieron idénticas “humillaciones, torturas o incluso la muerte” en un lugar cercano y a manos de los sicarios del otro bando. ¿O es que los muertos de derechas están menos muertos que los de izquierdas?
El objetivo, la revancha por la derrota de izquierdas y separatistas en la Guerra Civil
En efecto, no hay mucha distancia –un corto paseo, en el buen sentido de la palabra paseo – desde la Casa de Correos hasta el Círculo de Bellas Artes, por lo que es obligado recordar también lo que sucedió en dicho Círculo (olvidemos ahora lo de Bellas Artes) durante la Guerra Civil y no muy lejos de la presidencia del Gobierno. Si el lector acude simplemente a Google, podrá comprobar que lo que sigue es transcripción parcial de lo que allí se dice: “Con el estallido de la guerra, las actividades artísticas del Círculo cesaron de inmediato. Un grupo de milicianos interrumpió las actividades restantes e informó a los trabajadores de la incautación del edificio por parte del Frente Popular. Transformación en ‘checa’: El edificio (…) pasó a funcionar como uno de los ‘tribunales populares’ del bando republicano. Allí se detuvo, torturó y ejecutó a personas consideradas simpatizantes del golpe de Estado o contrarios al régimen republicano”.
Podría exponer ahora, para cerrar este artículo, lo que entiendo por una honesta recuperación de la memoria histórica. Pero no voy a hacerlo. Repetiría lo que expuse hace poco en “Mi memoria histórica”, artículo publicado en Guyana Guardian el pasado 18 de octubre. Me reitero en lo allí dicho y solo repito, con José Álvarez Junco, que “cuando se sacraliza una sola versión del pasado, se atiza el odio y la exclusión del otro”. Lo que me interesa, aquí y ahora, es ponderar el porqué de esta meditada decisión del Gobierno.
Hay una razón menor: tocarle la moral a la señora Ayuso, quien saca de quicio y desencaja fácilmente al señor Sánchez. Pero no es la principal. Esta se halla en el empeño de lograr la revancha de la Guerra Civil, como base sobre la que provocar un cambio de régimen. Todo ello bajo la perenne presidencia del señor Sánchez, cuya permanencia en el poder es la auténtica y única “razón de Estado” que vertebra toda la política española desde hace siete años. No es broma.
