Hace un siglo que sir Winston Churchill, refiriéndose a los periódicos, dijo que cada vez había menos reflexión y más cortoplacismo. Hoy, el primer ministro británico no soportaría ver que los medios de comunicación no solo viven de la inmediatez, sino que acumulan declaraciones políticas como si se tratara de noticias. Tres son los factores que nos han conducido a esta situación: el éxito de las redes sociales, donde cuanto mayor sea el disparate, mayor será la audiencia, el peso de los argumentarios de los partidos en las afirmaciones de sus líderes y el periodismo pasivo que se impone en algunas redacciones por la falta de medios económicos.
Una de las frases que han merecido más atención en las últimas horas la dijo Isabel Díaz Ayuso en el mitin dominical del PP: “ETA está preparando un asalto al País Vasco y Navarra, mientras sostiene a Pedro Sánchez. ¡Que me digan que es mentira!”. Más que una fake news, es un disparate del tamaño del templo egipcio de Debod, a cuya sombra concentraron a su gente los populares. ETA se disolvió hace catorce años, los servicios de información no tienen noticia de que reviva y al presidente del Gobierno no lo sostiene ningún grupo armado. Es posible que con este festival de hipérboles Ayuso quiera hacernos creer que Bildu es la misma ETA y que esperan llegar al poder en el País Vasco con los votos del PSOE.
Las redes sociales han conseguido que las declaraciones políticas sustituyan a los hechos
El periodismo declarativo debe ser completado con la reflexión y la crítica. Inicialmente fue un intento de controlar al poder, pero se ha desvirtuado hasta el punto de situar al periodismo político, a veces, en el amarillismo. Los políticos prefieren el canutazo (declaración improvisada e informal tras un evento) o una réplica al rival a través de X antes que una conferencia de prensa o una entrevista en la que el periodista puede contrarreplicar o pedir explicaciones.
Los políticos quieren dominar el ritmo y la agenda de los asuntos públicos, pero el periodismo no debe limitarse a reproducir sus ocurrencias.“Sin preguntas no hay cobertura”, advertía una campaña de la prensa de calidad, hace unos años. Pero, a veces, parece que hayamos perdido la batalla. No solo los periodistas, sino también los ciudadanos.
