No hizo falta mucho tiempo para que la nueva primera ministra de Japón, Sanae Takaichi, irritara al Gobierno chino. El 7 de noviembre, pocas semanas después de su elección, ante una pregunta que le hicieron en el Parlamento sobre un posible ataque o bloqueo chino contra Taiwán, respondió que podía constituir una “situación de amenaza a la supervivencia”.
Como el artículo 9 de la Constitución japonesa renuncia a “la amenaza o el uso de la fuerza como medio para la resolución de disputas internacionales”, los partidarios del statu quo en Japón cuestionaron el comentario de Takaichi. Y el Gobierno chino (que considera Taiwán parte de su territorio soberano) lo vio como una provocación.
Takaichi Sanae, primera ministra de Japón
La respuesta de China fue intensa e inmediata. Las autoridades chinas rememoraron las atrocidades cometidas por Japón en China durante la Segunda Guerra Mundial, aconsejaron a los turistas locales no visitar Japón, suspendieron la importación de productos de mar japoneses y cancelaron actos culturales donde iban a participar artistas del país vecino. El cónsul general chino en Osaka incluso publicó un comentario en X (más tarde eliminado) donde amenazaba con “cortar el sucio cuello entrometido –presumiblemente, el de Takaichi– sin dudarlo un instante”. La relación bilateral entre los dos países está en su punto más bajo en décadas.
No hay duda de que Takaichi no fue muy diplomática. Los primeros ministros japoneses tienden a evitar cualquier referencia a acciones militares, sobre todo cuando de por medio está China. Pero ¿fue un error lo que dijo?
La declaración de Takaichi no incursiona en territorio ideológico nuevo. Su mentor, Shinzō Abe, ya había pedido durante su mandato como primer ministro una enmienda constitucional que permitiera fuerzas armadas mejor equipadas para participar en acciones de “autodefensa colectiva” en apoyo de un aliado contra un enemigo común. El resultado fue la ley de Seguridad de 2015. En 2021, tras dejar el cargo, también declaró que “una emergencia en Taiwán es una emergencia en Japón”.
Las declaraciones poco diplomáticas de la primera ministra japonesa sobre Taiwán molestaron al Gobierno chino
Los nacionalistas de derecha japoneses cuestionan la Constitución pacifista del país casi desde su redacción por juristas estadounidenses en 1946, durante la ocupación por los aliados. Incluso en Estados Unidos hubo quien considerara que el artículo 9 era un error. En 1953, siendo vicepresidente de Estados Unidos, Richard Nixon manifestó descontento con el desarme japonés. Pero la mayoría de los japoneses, hartos del militarismo y más interesados en la reconstrucción de la economía, estuvieron de acuerdo.
Igual que Europa Occidental, Japón obtuvo beneficios de la Pax Americana en la posguerra. Mientras Estados Unidos se ocupaba de la seguridad (con su paraguas nuclear y numerosas bases militares), los aliados en el “mundo libre” podían enriquecerse sin peligro.
A pesar de las críticas de Nixon al pacifismo constitucional de Japón, los presidentes estadounidenses también estaban contentos con este esquema, porque sentaba las bases para el predominio mundial sin la construcción formal de un imperio. Se habló muchas veces de que los aliados de Estados Unidos aumentaran su aporte, pero los esporádicos intentos europeos y japoneses de depender menos de las garantías de seguridad estadounidenses se cortaron de raíz.
Otra razón de la resistencia de muchos en Japón (y en Asia) a que se eliminaran las restricciones consagradas en la Constitución japonesa fue el hecho de que los nacionalistas japoneses solían subestimar o incluso negar las atrocidades cometidas por sus antecesores. No se quería confiar la revisión del pacifismo japonés de posguerra a políticos que rezaban en el santuario Yasukuni en Tokio por las almas de los soldados muertos (incluidos criminales de guerra condenados). Esto incluye a Abe, pero también a Takaichi, que visitó el santuario antes de convertirse en primera ministra.
Pero la situación cambió en los últimos años. China se transformó en una potencia formidable y mucho más amenazante, que presiona a Taiwán con ejercicios con fuego real, drones, buques de guerra y una retórica cada vez más belicosa. El autocrático presidente chino, Xi Jinping, se negó a descartar el uso de la fuerza para “reunificar” Taiwán y China. Los halcones japoneses tienen razón de alarmarse por la posibilidad de una captura hostil. Que China tome el control de corredores marítimos vitales para la supervivencia económica de Japón sería de hecho una emergencia.
El presidente de Estados Unidos y la primera ministra japonesa
Desde la invasión rusa de Ucrania, los europeos también afrontan amenazas que ponen en duda la comodidad de vivir bajo la protección estadounidense. Y como dijo en febrero Shigeru Ishiba, predecesor inmediato de Takaichi: “Hoy es Ucrania, mañana puede ser Asia Oriental”.
Pero lo que realmente causa pánico a los beneficiarios asiáticos y europeos de la Pax Americana no es el comportamiento de China o Rusia, sino el del presidente estadounidense Donald Trump, que dejó claro lo que piensa sobre el imperio informal de Estados Unidos. Su política exterior de “Estados Unidos primero”, reflejo de su obsesión con la idea de que los aliados se aprovechan de Estados Unidos, implica hacer tratos con las grandes potencias y dejar que los países más pequeños se las arreglen solos.
El resultado es que la dirigencia europea está preparándose a toda prisa para un mundo postamericano, mediante el aumento del gasto militar, la creación de coaliciones de defensa e incluso la posibilidad de reinstaurar el servicio militar. Sin embargo, aun con las fábricas de armas de Alemania trabajando horas extras, la remilitarización de Europa llevará tiempo, de modo que el continente es vulnerable a una ruptura repentina con Estados Unidos. Pero al menos los europeos cuentan con fuertes aliados regionales y no tienen constituciones pacifistas que les pongan trabas.
La única seguridad de Japón, aparte de sus poderosas fuerzas armadas (situadas en el octavo lugar mundial), es un tratado de defensa con Estados Unidos. Aunque Trump no dijo categóricamente que Estados Unidos no acudiría al rescate de Japón en caso de emergencia, sus políticas erráticas y aislacionistas hacen pensar que los compromisos de defensa estadounidenses ya no son fiables.
Es necesario un debate nacional sobre la revisión de la Constitución japonesa
De modo que Takaichi tiene razón para decir a sus conciudadanos y a la dirigencia china que Japón debe estar preparado para defenderse incluso más allá de sus fronteras. Es necesario un debate nacional sobre la revisión de la Constitución japonesa. Pero Takaichi mejoraría su posición para encabezar ese proceso y fortalecer el poder militar de Japón si estuviera dispuesta a reconocer los crímenes de guerra que cometió su país en el siglo XX. La preparación para un futuro de más independencia y resiliencia exige reconocer ese pasado oscuro y poco halagüeño.
Traducción: Esteban Flamini
Ian Buruma, autor de numerosos libros, entre ellos Year Zero: A History of 1945, The Collaborators: Three Stories of Deception and Survival in World War II y el más reciente Spinoza: Freedom's Messiah (Yale University Press, 2024).
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