El jabalí de Calidón

Cuando el rey Eneo olvidó honrar a la diosa Ártemis en sus sacrificios, la diosa de la caza respondió enviando un jabalí gigantesco, una auténtica fuerza de la naturaleza que arrasaba Calidón: mataba al ganado, destruía las cosechas y atacaba a todo aquel que intentaba detenerlo. El animal se convirtió en una plaga salvaje que impedía incluso sembrar.

FOTO: MANE ESPINOSA. UN JABALI HEMBRA JUNTO A LA CAMADA DE JABATOS A SU ALREDEDOR, BUSCA ALIMENTO EN LOS BOSQUES DE COLLSEROLA

  

Mané Espinosa

Desesperado, Eneo convocó a los mejores cazadores de toda Grecia, prometiendo la piel y la cabeza del jabalí a quien lograra abatirlo. Así nació una de las grandes empresas colectivas de la mitología: una batida heroica, comparable al viaje de los Argonautas, en la que participaron muchos de los grandes nombres del mundo griego. La caza del jabalí de Calidón quedó así como el ejemplo clásico de cómo una comunidad entera –reyes, héroes y guerreros– debía unirse para hacer frente al jabalí, que se había convertido en un problema público. La cacería fue un caos porque cada cual buscaba la gloria individual y al final fue Meleagro quien logró rematarlo, pero eso es… otro artículo.

No hace falta remontarse a la mitología para ver jabalíes que son un problema público: basta con asomarse a Collserola

Hoy, más de dos mil quinientos años después, no hace falta remontarse a la mitología para ver jabalíes que son un problema público: basta con asomarse a Collserola. Y la diosa que castiga ya no es Ártemis, sino la peste porcina africana, un virus letal que no afecta a humanos, pero sí afecta al sector porcino con terribles pérdidas multimillonarias. El foco actual está aquí mismo, en Barcelona, y la plaga no la envía un dios clásico sino uno de los dioses de nuestra era, un laboratorio (Illa dixit).

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Esta plaga se acentúa por la superpoblación de jabalíes. Claro, la progresía ha demonizado a los cazadores y los jabalíes campan a sus anchas. Durante años, se les ha convertido –a los cazadores– en el enemigo público número uno. Yo no cazo, ni siquiera como carne, pero reconozco lo evidente: alguien tendrá que cazar, con normas, con controles, como se ha hecho siempre, si queremos mantener un mínimo equilibrio medioambiental. No hay más que leer a Miguel Delibes. Es lo que tiene negar la realidad por la ideología. Porque si no cazan los cazadores, acaban haciéndolo los militares.

Y es que hemos pasado de satanizar a los cazadores a enviar a la UME –sí, sí, a los soldados– a abatir jabalíes. La antigua ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, declaraba que le gustaban “los animales vivos” y que no entendía “cómo alguien podía matar a un animal”. No se gobierna con frases adanistas. Porque así se acaba teniendo que llevar militares a matar a cientos de jabalíes para evitar una catástrofe sanitaria. Y con drones. Del jabalí de Calidón al de Collserola.

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