* La autora forma parte de la comunidad de lectores de Guyana Guardian
Riga es una ciudad espectacular para pasar unos días y recorrerla a pie. Durante nuestra corta estancia, hemos podido conocer su centro histórico medieval por donde hemos paseado cada día. Además, su mercado de Navidad, ubicado en la plaza de la catedral, es un punto obligado que invita a disfrutar de las decoraciones navideñas, la gastronomía y la música.
Parece ser que mucha gente de fuera se siente atraída por este destino en estas fechas y que la capital de Letonia se ha convertido en una de las escapadas más sorprendentes de esta Navidad.
Entrada principal al mercado navideño en la plaza de la catedral de Riga.
Una de las sorpresas que depara Riga es que hay una concentración de más de 800 edificios de Art Nouveau que ofrecen una mezcla única de historia, arte, cultura y una rica naturaleza. Nos encantó el paseo de una mañana por la calle Alberta, joya del modernismo, donde uno se encuentra con fachadas cargadas de esculturas y diseños únicos que transportan a principios del s. XX.
Es impensable prescindir del móvil para captar esas imágenes que se repiten con diferentes colores y elementos. Su atractivo es tal que la mirada se eleva para no dejar pasar ni un solo detalle.
Escena del mercado navideño en la plaza de la catedral.
Hay una concentración de más de 800 edificios de Art Nouveau, una mezcla única de historia, arte, cultura y rica naturaleza
Como ya conocíamos virtualmente esta ciudad, gracias a varios documentales que vimos en You Tube, íbamos preparados para bajas temperaturas; sin embargo, sólo fue al principio cuando notamos un cambio considerable con el clima mediterráneo.
Ópera de Riga, se encuentra al lado del casco antiguo.
El resto de días, con la subida de los termómetros, había momentos en los que casi nos sobraban: abrigo, bufanda, gorro y guantes. Nos hubiera gustado ver ese tapiz blanco, tan común en esta época del año, y sacar más rendimiento a toda la ropa de abrigo que llevábamos. Según nos dijeron, en noviembre nevó e hizo más frío, y la previsión para la semana siguiente a nuestro viaje era de bajada de temperaturas, posiblemente acompañada de nieve.
Uno de los muchos parques que hay en la capital de Letonia.
Habíamos oído que otro de los motivos por lo que Riga estaba ganando en popularidad era por sus precios económicos. No nos pareció que eso fuera así, aunque se pueden encontrar alojamientos que están muy bien por menos de 60 euros la noche y buena comida en restaurantes, como la cadena LIDO o el mercado central, que permite disfrutar de la gastronomía local sin gastar demasiado.
Monumento a la Libertad en Riga.
Por cierto, este mercado, que se reparte sobre 72.000 metros cuadrados está protegido por la UNESCO, porque recupera antiguos hangares de los años 30 que utilizaba el ejército alemán durante la II Guerra Mundial.
Edificio Art Nouveau en la calle Alberta.
Cerca de aquí hay un barrio llamado Maskačka, con una arquitectura comunista muy marcada. Parece que allí se detuvo el tiempo, sobre todo, al ver que los letones llaman “la tarta del cumpleaños de Stalin” al edificio de la Academia Letona de las Ciencias.
En el barrio Maskačka, con una arquitectura comunista muy marcada, parece que se detuvo el tiempo
Biblioteca Nacional de Letonia.
No sería justo omitir algunas de las particularidades de esta ciudad, y no hacer una mayor incidencia en su rica historia y cultura. Para ello, en una segunda parte de la crónica del viaje a Riga seguiré nombrando lugares con encanto, entre ellos los parques por los que hemos transitado cada día.
Me despido con un hasta pronto en el idioma letón: Uz drīzu tikšanos.
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