Manual de resistencia, segunda parte

Transbordo, Moncloa

Si yo anduviera, como antaño, por los andurriales de la Moncloa, le pediría al presidente que me regalara su camiseta, de indecible valor histórico. “Es que está muy sudada”, me diría él con la modestia que le ilustra. Y yo: “la quiero así, queridísimo presidente, con tu sudor, que es sudor de Estado. Y, si tiene algo de olor, fantástico: sería el olor del patriotismo, de la eficacia en el diálogo, de las cifras gloriosas, el embriagador aroma del éxito en la gobernación”.

Como no voy mucho por palacio, sin camiseta física me quedo y tengo que fabricar la digital. Ni huele ni está sudada, pero es elocuente síntesis de la estrategia sanchista, con valores taumatúrgicos para hacer prodigios como el de Miriam Nogueras, que pasa de llamar trileros a los gobernantes a elogiar sus “medidas urgentes y sociales”; deja en ridículo a los obedientes ministros que saltaron sin pértiga “el decreto no se trocea” a bendecir que haya sido troceado desde Waterloo; resucita los presupuestos que, después de ver certificada su defunción, oyen aquello de “uy, parece que se mueven”; confirma la estrategia de “partido a partido”, es decir, que seguirá la demolición del PP para seguir con el martirio de los situados más a la izquierda. Y el ruido, tan demonizado por el supremo líder, pasa a ser un bien de Estado, porque hay cosas peores, como el silencio de las autocracias. Hemos pasado de la tribulación al estado de felicidad.

Pedro Sanchez Rueda de Prensa en el Palacio de la Moncloa

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez

Dani Duch

A los tres días (una eternidad) del cambio de rasante, quedan algunas incógnitas. Por ejemplo: ¿Compensa al presidente Sánchez la imagen de entreguismo a Puigdemont, cuando el president todavía es un fugado de la justicia? ¿El pacto con Junts en situación agónica tiene ingredientes bastantes para darle al país tranquilidad política, ahora que entramos en el ecuador de la legislatura? ¿Tan grande es la distancia que separa a Sánchez de Feijóo como para no haber intentado un mínimo acuerdo, o se fuerza esa imagen de distancia con fines electorales? ¿Cuál será la próxima exigencia de Puigdemont para transmitir que nada se puede hacer sin él? ¿Toda la política de este tiempo se reduce a la matemática de un Puigdemont que necesita protagonismo y un Sánchez que necesita sus votos, con lo cual esa política se reduce a una operación de mercado?

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Toda interpretación es posible. El balance final se parece a este: Sánchez tenía dos salidas para salvar el pomposamente llamado escudo social: acordarlo con el PP o con Junts. Pactar con Feijóo sería desautorizarse a sí mismo después de situarlo en la banda de Abascal, hablar de ambos como “coalición negacionista” y acusarlos de crear “dolor social”. Es motivo suficiente para entenderse con Puigdemont, a quien España le interesa un pimiento, pero garantiza el sillón monclovita. Así que el presidente colocó este incidente en el argumentario de asedio a la derecha y lo llevará hasta las urnas del 27. Hábil. Inteligente. Estratégico. Señor Feijóo, pierda toda esperanza de adelanto electoral. Su adversario Sánchez acaba de abrir un nuevo libro titulado como esta crónica: “Manual de resistencia, segunda parte”.

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