Las divergencias de fondo entre los gobiernos autonómicos de Catalunya y Andalucía, dos regiones vinculadas por estrechos lazos culturales y por la rotunda historia de la emigración meridional, esencial para la prosperidad industrial del Noreste de España, no se limitan a la cuestión (política) de la financiación, donde colisionan una supuesta singularidad con la cohesión territorial y social. Se extienden también a lo geográfico.
Mientras Salvador Illa viaja a China, la antigua Catay, encabezando una delegación del Govern, Moreno Bonilla ponía a su vez rumbo a Cipango, la mítica isla de Japón que, en tiempos medievales, representó la utopía de un reino lleno de riqueza, oro y especias. ¿Casualidad? No lo parece.

Moreno Bonilla con el primer ejecutivo de Fujitsu
Las embajadas de los presidentes de Andalucía y Catalunya buscan lo mismo: explorar mercados alternativos a Estados Unidos tras la guerra comercial abierta por Trump con su agresiva política de aranceles.
Es dudoso que ninguno de ellos haya leído Il Milione de Marco Polo, pero de lo que no cabe duda es de que, tras el acuerdo entre la Unión Europea y el Gobierno norteamericano, que establece barreras arancelarias del 15%, deben dar ante el empresariado y el electorado cierta imagen de actividad.

'Il milione' de Marco Polo en la edición de Luigi Foscolo Benedetto, Firenze (1927)
Al margen de las fotos, cuya cosecha tiende a ser escasa, Moreno Bonilla tiene bastante más urgencia que su homólogo catalán en obtener resultados. Dentro de once meses –probablemente antes, si se precipita un hipotético adelanto de las generales– se votará de nuevo en Andalucía.
Las encuestas, sobre todo las oficiales, otorgan al presidente del PP andaluz una ventaja de casi 22 puntos sobre el PSOE. Insinúan, sin embargo, algo que es mucho menos evidente: la proyección de escaños hecha por la propia Junta coloca a la derecha meridional, si se diese el peor de los escenarios posibles, en una horquilla cuyo mínimo son 55 escaños.
Es la cantidad justa para revalidar la mayoría absoluta de la que disfruta el PP desde 2022. El desgaste de Moreno, calculado en sólo un punto y medio desde los últimos comicios, equivale al porcentaje de crecimiento de Vox.

Estimación del voto en Andalucía según el barómetro del Centro de Estudios Andaluces publicado en junio de 2025
No es un número inquietante en términos reales –Moreno lleva siete años en San Telmo– pero sí indica que el trasvase de votos ajenos que permitió al PP no depender del partido ultramontano no ha mejorado. Está agotado.
El Quirinale sabe que no tiene una amenaza potencial a su siniestra –la debacle de los socialistas hace que las izquierdas meridionales no sumen más de 35 diputados– pero puede tenerla, incluso ganando, a su derecha.
El eje de la política meridional se está trasladando a la diestra. Y la batalla va a librarse en dos frentes: los intercambios comerciales y el campo. En ambos ámbitos los dos partidos de la derecha ya han competido con anterioridad, sobre todo en las provincias de Huelva y Almería, donde la actividad agraria, y por tanto la inmigración, es mayor.
Todo indica que este duelo entre PP y Vox va a replicarse con mayor virulencia a medida que se acerque la fecha electoral, sea cual sea. En la oposición al cupo catalán, que en Andalucía es social además de política, en cambio, ambas fuerza políticas muestran plena coincidencia.
No sucede igual en lo relativo a los aranceles (un terreno donde Vox patina, dado su alineamiento con Trump) ni en lo que se refiere al recorte de las ayudas de la Política Agraria Común (PAC), donde el partido de Abascal, abiertamente antieuropeísta, tiene, junto a la demonización de la inmigración, un terreno fértil para colocar sus propuestas populistas.
Asia quizás pueda ser una alternativa económica a largo plazo para las empresas andaluzas –especialmente las agroalimentarias– pero aún no lo es. Norteamérica es un mercado insustituible para Andalucía, que sufrirá los aranceles en las exportaciones de vino, aceite, aceitunas y en otros sectores, como el de la piedra natural o los componentes de automoción.

Trump sosteniendo las tarifas arancelarias recíprocas
Moreno Bonilla viajó a China hace justo un año. En Japón busca ahora conseguir más turistas e incrementar las exportaciones meridionales, que el pasado año supusieron apenas 232 millones de ingresos para Andalucía.
Se trata de una cifra modesta, sobre todo si la comparamos con el impacto de los aranceles de Trump, que los empresarios cifran en un coste extraordinario para las exportaciones del orden de 470 millones de euros (sobre unas ventas de 3.138 millones), dependiendo de las barreras que Estados Unidos imponga a otros países no comunitarios, como Marruecos (que tiene de partida un arancel inferior), Túnez o Turquía.
El acuerdo entre Estados Unidos y la UE no es beneficioso para Andalucía. Sobre todo porque sucede en simultáneo al anunciado recorte de las ayudas europeas en favor de la producción agraria, provocado por el súbito giro presupuestario europeo para multiplicar así el gasto en Defensa.
Europa va a comprar más gas y material militar a Trump, que cobrará un arancel a las exportaciones comunitarias. Será el principal beneficiado por la carrera armamentística y no pagará ni un dólar más a las arcas europeas.
¿De dónde va a sacar la UE el dinero para los gastos militares? En buena medida, de los fondos agrarios, que se reducirán un 22%. En Andalucía la rentabilidad de más de 250.000 explotaciones y empresas alimentarias dependen de estas ayudas comunitarias, cuyo importe medio asciende a 6.050 euros. La Junta exige al Gobierno que vete esta reforma. Sin éxito.
La cuestión no es secundaria. La mitad del empleo y más de un tercio de la renta agraria –Andalucía recibe 8.900 millones de euros de la PAC– está localizada en el Sur de España. Vox va a intentar ganar votos al PP en este ámbito social, clave para dominar políticamente la Andalucía interior.

Imagen del Ministerio de Agricultura sobre la PAC
Su argumento es sencillo: ya no habrá más dinero europeo para modernizar las explotaciones, incrementar los regadíos, la producción ecológica o fomentar el trabajo de los jóvenes en el campo, fijando a la población rural.
Moreno Bonilla es copresidente del Comité de las Regiones de la UE. Su terreno de juego está muy limitado. Puede intentar articular un frente institucional opuesto a la reforma. La cuestión es dónde se va a librar esta batalla a corto plazo, si en los despachos o en las comarcas agrarias.
Y aquí es donde Moreno Bonilla tiene las de perder (aunque gane las elecciones) ante Vox, convertido en destino del voto antisistema. Para el presidente de la Junta este viaje a Cipango es un mero paréntesis antes de las vacaciones. A la vuelta del verano comenzará el carrusel electoral. No está en juego la presidencia. Quizás sí la mayoría absoluta. Vox entró por vez primera en las instituciones en 2018. Ocurrió en Andalucía.