Como en la tragicomedia de Samuel Beckett, en Junts esperan y esperan el regreso de Carles Puigdemont, pero siempre se retrasa. También en la Moncloa, una vez asumido el mal trago de la ley de Amnistía, anhelaban obtener los réditos del retorno en forma de una mayor estabilidad parlamentaria. Sin embargo, ese beneficio tampoco ha llegado. Casi ocho años después de la fallida declaración de independencia, la mayor crisis constitucional vivida en España en varias décadas, Puigdemont sigue condicionando la agenda política española, aunque sea cierto que las aguas bajan mucho más calmadas en Catalunya de lo que en aquel momento parecía posible.
Desde que Puigdemont tomó las riendas del proceso independentista de manos de Artur Mas, su figura se fue haciendo imprescindible para Junts. Así como Jordi Pujol planificó su sucesión, primero en su hijo Oriol, objetivo que se truncó por el llamado caso de las ITV, y luego en el propio Mas, éste no hizo ni un gesto para proyectar el futuro del partido (primero Convergència y luego PDECat) cuando él ya no estuviera al frente. Así que todo se improvisó cuando las exigencias de la CUP llevaron a Mas a apartarse de la presidencia para mantener vivo el procés. Desde entonces, Puigdemont asumió un liderazgo muy personal que ha sumado adhesiones por un lado y restado deserciones por el otro.
El ex president ha tratado de desprenderse de capas de la vieja Convergència para alumbrar un partido que él considera menos acomplejado y más incisivo. Por el camino, algunos convergentes dejaron de reconocerse en el nuevo estilo y abandonaron Junts. Como revela hoy Josep Martí Blanch en La Vanguardia, la última baja es la de Jaume Giró, ex conseller de Economia, quien albergaba incluso esperanzas de suceder en algún momento al líder. Otros candidatos han perdido opciones por el camino, como Laura Borràs.
Como ocurrió en su día con Convergència, que resistió en la oposición pese a la retirada de Pujol, Junts demuestra también hoy un notable instinto de supervivencia, propio de una formación de fuerte enraizamiento en Catalunya. Entre sus dirigentes también se mantiene el mismo apego a un liderazgo indiscutido que había en el partido matriz. Pero el caso de Puigdemont es peculiar. Convertido para una parte del independentismo en símbolo de la resistencia independentista ante el Estado, solo una decisión personal por su parte podía abrir la puerta al relevo. Hubo algún momento en que él parecía dispuesto a dar un paso al lado, pero recuperó el pleno protagonismo para hacerse valer con los siete diputados del Congreso que hicieron presidente a Pedro Sánchez.
El PSOE transmitió a Puigdemont que su regreso a Catalunya sería posible antes del verano, pero se ha vuelto a retrasar
El hecho de que Puigdemont no exprese en público con nitidez su voluntad de concurrir de nuevo a las próximas elecciones catalanas alimenta todo tipo de especulaciones internas. Convergència siempre se caracterizó por ser un partido muy disciplinado, en el que nadie se atrevía a abrir la boca para cuestionar las decisiones del líder y Junts no está siendo menos, aunque los rumores existen, sobre todo alentados por la preocupación sobre una pérdida de protagonismo político en Catalunya.
El PSOE transmitió a Puigdemont que su regreso a Catalunya sería posible antes del verano, pero cada fecha acaba por transcurrir sin que la vuelta se haga efectiva. Ahora se sitúa ese retorno antes de final de año, aunque hay quien apunta más allá. Y es poco probable que él tome una decisión definitiva hasta regresar y pulsar sus opciones por sí mismo, tras un recorrido por Catalunya. En principio, Puigdemont está predispuesto a repetir como candidato, ya que ha manifestado en varias ocasiones a sus colaboradores que querría recuperar en las urnas la presidencia que le fue arrebatada por el 155, pero Puigdemont no suele tomar decisiones como ésta con tanta antelación.
El resultado de las municipales, que tocan en 2027, preocupa en Junts porque las encuestas publicadas hasta ahora revelan una pérdida de apoyo y una fuga clara hacia Aliança Catalana. Puigdemont se ha volcado en el poder de sus diputados en Madrid, pero en el partido son conscientes de que el flanco catalán se resiente. Hasta ahora, el líder de Junts ha impuesto una política de oposición total a Salvador Illa. La sociovergencia es algo a lo que tiene auténtica aversión. Ahora existe la tentación de influir en el Parlament de Catalunya haciendo que Sánchez obligue a Illa a pactar algunas medidas con Junts. No es la primera vez que ese partido trata de someter al PSC mediante su influencia en el PSOE. Por ejemplo, algunos llegaron a plantear que Xavier Trias recuperara la alcaldía de Barcelona como condición para dar la investidura a Sánchez, algo que no prosperó.
En definitiva, el retorno de Puigdemont empieza a ser una necesidad imperiosa para Junts, para mantener su estabilidad interna y encarar el ciclo electoral de municipales y catalanas. Y es obvio que Sánchez también tendría más posibilidades de acordar con Junts los presupuestos u otras leyes importantes de la legislatura si antes de final de año Puigdemont puede regresar a Catalunya. Aunque ahí no se acabarían sus problemas.