La Santa Sede ha nombrado al nuevo nuncio apostólico en España y Andorra, una suerte de embajador del Papa. Se trata de monseñor Piero Pioppo, de 65 años, italiano, con una larga carrera en la Secretaría de Estado, que actualmente ocupa la sede de Yakarta, en Indonesia. El nuevo nuncio sustituye al filipino Bernardito Auza, que desde el pasado marzo ejerce como representante de la Santa Sede ante la Unión Europea, con sede en Bruselas. Fue una de las últimas decisiones de Francisco, firmada desde la habitación del hospital donde estaba ingresado. Seis meses de vacío en la nunciatura de Madrid son un periodo suficiente para alimentar dudas y sospechas, que no se disipan únicamente con la elección del nuevo Papa.
Su nombre ya había surgido el pasado mes de julio, adelantado por la revista Vida Nueva. Según algunos medios de orientación tradicionalista, como Silere non possum y Religión Digital, el Gobierno de Pedro Sánchez habría planteado una suerte de veto político, circunstancia desmentida con rotundidad por diversas fuentes del Ejecutivo. El nombramiento fue aprobado por el Consejo de Ministros del pasado martes y fuentes oficiales explican el retraso por razones exclusivamente técnicas: las vacaciones de agosto habrían ralentizado los trámites necesarios.
Incluso en ausencia de un veto específico, es evidente que en los sectores progresistas de la Iglesia española la designación no ha sido bien recibida y se atribuye más a la voluntad de la Secretaría de Estado, dirigida por el cardenal Pietro Parolin, que a una elección expresa de León XIV.
El perfil de monseñor Pioppo, de hecho, se considera cercano a ambientes conservadores, a la luz de su vinculación con el polémico ex secretario de Estado Angelo Sodano, que antes de dejar el cargo lo colocó como prelado del IOR, el banco vaticano, donde permaneció entre 2006 y 2010 en el centro de varias polémicas. Su carrera diplomática, sin embargo, es considerada intachable en la Curia romana. En 2010, Benedicto XVI, cerrada la etapa poco afortunada en el IOR, lo nombró nuncio apostólico en Camerún y Guinea Ecuatorial. En 2017, el papa Francisco lo envió a Indonesia.
La relación con Jorge Mario Bergoglio se consolidó con ocasión del viaje apostólico a ese país en 2024, cuando el Papa fue huésped de la nunciatura y, junto al Gran Imán de Yakarta, firmó la Declaración conjunta de Istiqlal, un documento a favor de la armonía interreligiosa y de la lucha contra el cambio climático. Aquel éxito diplomático fue particularmente apreciado por el Pontífice argentino, y el secretario de Estado, Pietro Parolin, ha querido premiarlo ahora con una sede de primera línea.
El cargo no es menor: Pioppo deberá lidiar con asuntos espinosos, como el futuro del Valle de Cuelgamuros y la compleja relación con el Gobierno, en un clima de polarización que afecta igualmente a la Conferencia Episcopal.