¿Cómo se acaba esta legislatura? Esa es la pregunta que intentan responder los aliados de Pedro Sánchez ante la determinación del presidente de agotar el mandato. Los compromisos adquiridos para la investidura están en barbecho por la incompatibilidad manifiesta de los socios, el bloqueo judicial o el desinterés internacional, y no hay producción legislativa extra con la que mercadear. Aunque PNV y Bildu se avengan a negociar los próximos presupuestos, nadie en Junts o ERC está dispuesto a seguir tendiendo la mano sin lograr nada a cambio. No ha llegado la amnistía, ni la oficialidad del catalán en Europa ni las competencias en inmigración, y la negociación de la financiación para Catalunya ha perdido discretamente el adjetivo de singular …
El presidente Pedro Sánchez
La relación de los independentistas con el PSOE se tensa, se congela, pero no se rompe, y, sin margen de maniobra, acaba en oxímoron: sin resultados que vender, “tenemos que matarlos sin dejarlos morir”, explicita de forma gráfica un negociador. Ninguna de las aspiraciones de Junts y ERC tendría recorrido con un gobierno PP-Vox. Solo Podemos tiene interés en socavar al máximo la coalición por el flanco izquierdo agitando las calles por Gaza también contra el Gobierno.
El presidente ha visto cómo la movilización contra Israel hacía olvidar el insultante hit del verano y desdibuja al PP. Los populares, con Vox al acecho en las encuestas, han convertido el erraticismo en hábito: división a la hora de reconocer el genocidio en Gaza, asunción de las tesis de la ultraderecha en inmigración y rectificación tras apoyar un plan antiaborto que ligaba la interrupción del embarazo al alcoholismo. Los problemas judiciales del Gobierno, con el fiscal general en capilla para ser juzgado, se soslayan a cuenta de los tropiezos de Alberto Núñez Feijóo.
El futuro de Puigdemont y Junqueras está hipotecado, pero quieren seguir bajo el foco
¿Cómo gestionan Carles Puigdemont y Oriol Junqueras ese “mientras tanto”? El futuro político de ambos está hipotecado judicialmente, pero maniobran para mantenerse bajo el foco. El líder de Junts, con su “pasarán cosas que no han pasado hasta ahora”, y el presidente de ERC, anunciando su voluntad de ser candidato a las elecciones catalanas, lo que reduce el margen de disidencia interna tras el enfrentamiento congresual. El Tribunal Constitucional no espera tener resueltos los recursos contra la ley de Amnistía hasta el próximo año, así que el posible retorno de Puigdemont sigue tan en el limbo como la candidatura de Junqueras.
El republicano intenta dotar a su actividad política de un halo de proactividad. Su propuesta de “nueva ambición nacional” es un programa de gestión sin concreciones que pretende situar a ERC en un centro que no logró ocupar en el 2015 en su intento de sustituir a Convergència. Son los silencios los que lastran la propuesta. El Ministerio de Hacienda trabaja en una propuesta propia de financiación que Sánchez ha prometido ante el empresariado catalán que se presentará antes de finalizar el año. ERC está informada de los trabajos, pero el diablo está en los detalles y los números son insuficientes, según fuentes republicanas. El resultado de la comisión bilateral Estado-Generalitat dista mucho de pacto para la investidura de Salvador Illa, y, aunque la nueva dirección de ERC no fue quien lo negoció, el camino de la renuncia tiene un coste.
Junqueras diluye las presiones a los socialistas en público mientras en Junts las traslada de Madrid a Barcelona. Junts no ha encontrado motivos para desmarcarse en el decreto para el embargo de armas a Israel tras los últimos reveses al Gobierno, pero tienen una batería de propuestas de resolución para intentar someter al Ejecutivo de Illa en el debate de política general de Catalunya. La pasada legislatura, la pinza PSC-Junts se activó para acorralar al gobierno de Pere Aragonès, y ahora los posconvergentes buscan minimizar el poder del PSC en la Generalitat.
Para rematar el relato de la normalidad, Illa necesita aprobar unos presupuestos. Una posible amenaza de un adelanto electoral si no lo logra inquieta ya en Comuns mientras en ERC se preguntan qué sentido tiene aprobar unos presupuestos en Catalunya y rechazar otros en Madrid. Matarlos sin dejarlos morir.
