Vox emergió ayer notablemente fortalecido de los comicios extremeños, obteniendo un resultado que trasciende una mera ganancia electoral. Al incrementar su número de escaños de cinco a once, el partido de Santiago Abascal no solo multiplicó su presencia, sino que también garantizó su capacidad de influir en la formación de gobierno y asumió un rol protagónico en las conversaciones con el Partido Popular.
La formación de extrema derecha ha logrado avanzar gracias a una estrategia discreta a nivel local. Su aspirante, Óscar Fernández, quien aún no es ampliamente reconocido, se ha mantenido alineado con la dirección nacional de Abascal. Este último ha enfocado sus esfuerzos en la región, manteniendo una presencia continua y un discurso claro: señalar al PP y al PSOE como igualmente responsables de los presuntos casos de corrupción que los involucran y atribuirles la culpa de las dificultades estructurales de Extremadura. Dicha táctica de confrontación ha facilitado que la extrema derecha continúe su expansión constante.
El primer movimiento de Vox para señalar lo que le aguarda a Guardiola se hizo patente ayer mismo, cuando Fernández se apartó del protocolo y se presentó ante los medios después de la ganadora. Explicó su determinación indicando que “Vox es el verdadero ganador de las elecciones”. Y después de expresar su gratitud por el respaldo ofrecido por Abascal durante la campaña, advirtió sobre una posible repetición electoral: “Extremadura ha hablado para decir alto y claro que quiere más Vox”, declaró desde el parador de Mérida.
Vox busca influir en las decisiones importantes sin ser parte del Ejecutivo y tiene como objetivo presidir la cámara autonómica.
Con la ventaja de sus once escaños, Abascal buscará forzar a Guardiola a aceptar todas las propuestas de la extrema derecha, incluyendo la negativa a la inmigración y el rechazo al Pacto Verde europeo.
En Vox, de hecho, anoche no se descartaba ningún escenario para la ronda de negociaciones que ahora se abre. Incluso se verbalizó en algunos foros la posibilidad de exigir la cabeza de la propia Guardiola, no tanto como una exigencia sino como una demostración de fuerza con la que dejar claro “quién marca el ritmo”. El malestar de Vox por el trato dispensado en la anterior legislatura por la dirigente popular es, admiten fuentes del partido, “notable”.
Haber superado al PP y, de manera crucial, demostrar que la derecha no puede gobernar sin la extrema derecha, constituye un pilar fundamental en la narrativa que Vox elabora. Por esta razón, el partido no muestra urgencia en comenzar, ni en finalizar, las conversaciones. Son conscientes de que el transcurso del tiempo les beneficia y que ni el PP ni su máximo dirigente, Alberto Núñez Feijóo, pueden arriesgarse a un “bloqueo prolongado” que el PSOE explotaría para mermar su opción de acceder al poder.
El partido de extrema derecha prevé una conversación complicada, presentando su programa antiinmigración como una condición previa.
Abascal, quien ayer adelantó que piensa “exigir respeto a los votantes de Vox”, al menos por el momento, conserva la intención de no solicitar ningún puesto de consejero en el Ejecutivo extremeño. Sin embargo, esto no significa que renuncie a ejercer influencia. Entre sus peticiones se encuentran la dirección de la Asamblea autonómica, un incremento en el número de senadores designados por la comunidad y representación en entidades públicas de importancia, como la radiotelevisión regional. “Desde fuera podemos ser mucho más duros que desde dentro”, según afirman ciertas fuentes.
Los acontecimientos en Extremadura, sumados a las recientes acciones en la Comunidad Valenciana, refuerzan la percepción de Vox como una fuerza política en crecimiento, con una influencia tangible en las estrategias regionales. Esta tendencia es algo que el partido de extrema derecha intentará capitalizar en Aragón y Castilla y León, con el objetivo de presionar al PP de cara a las elecciones generales de 2027.
