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Las miradas de Antonioni y Ghirri se encuentran en una nueva exposición de La Virreina

Arte

‘El monte análogo’, que se podrá visitar hasta febrero, explora la peculiar forma de observar el mundo del cineasta y el fotógrafo italianos a través de distintas analogías de montaña

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La muestra usa analogías de montaña para exhibir como Antonioni y Ghirri interpretan la realidad

La Virreina

El cineasta Michelangelo Antonioni y el fotógrafo Luigi Ghirri nacieron con 30 años de diferencia en la misma región del norte de Italia, separados por unos 100 kilómetros. Jamás se conocieron y, pese a ello, tenían una forma similar de mirar el mundo. “Ponían su atención en aquello en lo que la mayoría no se fija, en cosas que pasan desapercibidas”, explicó hace unos días el comisario Frederic Montornés en La Virreina Centre de la Imatge durante la inauguración de El monte análogo. Alrededor de cuarenta obras componen esta muestra, que se podrá ver hasta el 15 de febrero y que desvela otro nexo de unión entre los trabajos de Antonioni y Ghirri: la representación de formas montañosas. “Más allá de las analogías de montaña que hemos reunido en esta exposición —apuntó Montornés—, lo verdaderamente interesante es ver cómo ambos exhiben distintos modos de interpretar la realidad. Cómo invitan a parar y reflexionar en torno al individuo”.

El monte análogo muestra una faceta desconocida de Antonioni, uno de los más célebres realizadores de la historia del cine, quien también disfrutaba pintando en sus ratos libres. No obstante, nunca se reconoció como artista. Un día, fruto de la insatisfacción que le causaron sus pinturas, las rompió en mil pedazos. Aquel supuesto fracaso quedó oculto en un cajón, hasta que un día lo miró con otros ojos. “Se dio cuenta de que la combinación de los trozos, ampliados con una lente, podían dar lugar a formas montañosas”, contó el comisario. Aquella serie de obras pictóricas y ampliaciones fotográficas que realizó a finales de los sesenta dio lugar a Le montagne incantate (Las montañas encantadas, en castellano), que reflejan la estrecha frontera entre su obra cinematográfica y el mundo del arte, llevando la técnica del glow up hasta el límite de la extracción, y que se pueden ver estos días en el museo barcelonés.

La exposición reúne alrededor de cuarenta obras que conectan el trabajo de Antonioni y de Ghirri

Esta selección de formas que remiten al espectador a universos húmedos, informes, nebulosos, secos y áridos y que rompe el límite entre lo real y lo ficticio se combina en las distintas salas del espacio de la Virreina con las imágenes de Ghirri. Las montañas aparecen de forma intermitente en buena parte de las series del fotógrafo desde el inicio de su trayectoria, literal y figuradamente, a través del envoltorio de un panettone, unas baldosas o un trapo. “Ninguna de esas montañas son reales”, insistió Montornés. Curiosamente, tanto Antonioni como Ghirr crecieron en la llanura del Padana, donde la altura media de los montes apenas alcanza los 500 metros.

La exposición ‘El monte análogo’ se podrá ver hasta el 15 de febrero

La Virreina

La exposición, inaugurada el pasado viernes, no sigue un recorrido ni pretende llegar a una conclusión. Tampoco tiene final la novela El monte análogo de René Daumal, en la que se inspira el nombre de la muestra. “Esta obra inconclusa vio la luz en París en 1952 y relata una expedición utópica en busca de una misteriosa montaña inaccesible. Que no tenga desenlace no juega en su contra. Las propuestas sin terminar pueden ofrecer momentos interesantes para compartir”. 

Los relatos inconclusos, la incompletitud y la insuficiencia, aquello que no sigue estructuras, defendió Montornés, permite la aparición de propuestas más libres y abiertas, “que nunca se dan por vencidas y que suelen llegar al espectador como relatos orgánicos, imprevisibles y enigmáticos”.

El nombre de la muestra se inspira en la novela ‘El monte análogo’, que el escritor René Daumal jamás llegó a terminar

“Se mantienen en permanente situación ‘deseante’, siempre en espera de alguna cosa”, terminó. La muestra, por tanto, es solo la punta del iceberg.