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'Maxton Hall' es una serie mala… ¿y?

Crítica

Posiblemente esta serie alemana sea más que correcta para su público

Damian Hardung, el protagonista.

Prime Video

Ya tenemos ese fenómeno alemán llamado Maxton Hall en Prime Video. Con esta segunda temporada, tiene el deber de aprovechar el duelo del público juvenil de la plataforma tras el final de El verano en que me enamoré, por lo menos hasta que llegue la película que Jenny Han se sacó de la manga. Y, si somos realistas (y no reducimos las expectativas o el listón por tratarse de un drama adolescente), quizá toca reconocer que es mala. Pero… ¿acaso eso importa?

La propuesta incluye todos los lugares comunes posibles. Ruby es inteligente y está becada en Maxton Hall. Quizá vive en una casa con jardín con sus padres de clase trabajadora pero, como estudia con aristócratas y herederos de empresas millonarias, sus compañeros la tienen etiquetada de pobre. En la primera temporada, cómo no, llamó la atención de James, el chico popular con una tableta en el abdomen, hijo de padre maltratador y con la presión de ser el heredero de la empresa familiar.

Prime Video ya ha anunciado que 'Maxton Hall' tendrá una tercera temporada.Prime Video

En la segunda temporada, tras ganarse el amor de Ruby, que bajó la guardia con él a pesar de su toxicidad inicial, James traiciona su confianza. Su madre ha muerto y, en vez de comunicar su tristeza y desesperación a su novia como un hombre con los sentimientos bien gestionados, se emborracha y comete la clase de error que no se puede borrar o perdonar de un día para otro. Pero, en su camino de redención, tiene claro su objetivo: seducir otra vez a la mujer de su vida, la única con la que puede ser él mismo, sin importar su apellido.

Como dije con la primera temporada, el mayor pecado de Maxton Hall es su incapacidad de tener ni un atisbo de originalidad. Los personajes y el argumento, adaptados de las novelas de Mona Kasten, podrían haber sido creados por inteligencia artificial a partir de las tramas de los miles de fan-fics juveniles que corren por las redes de escritores aficionados. Los nuevos episodios no disipan este veredicto inicial, ni siquiera dotando al pelo del actor Damian Hardung de más protagonismo como hombre torturado, a contraluz en su habitación. Darle minutos al pelo del atractivo protagonista no equivale a dar una personalidad a tu obra.

No se puede decir, además, que este universo de ficción sea especialmente consistente. Entre giros previsibles, se amontonan situaciones difíciles de justificar. ¿Por qué el guion se esfuerza en vendernos que Ruby tiene una buena familia cuando dejan que su hija se críe en un ambiente turbio y con un nivel de presión imposible, como si una persona fuera analfabeta por no ir a Oxford a la universidad? ¿Sería el fin del mundo si estudiase en una escuela normal y corriente? ¿Cómo puede ser que el director de Maxton Hall grite a su alumna más pobre por no poder recaudar 40.000 dólares en una semana? ¿Y quiénes son esos extras con frase que de vez en cuando nos hacen creer que son secundarios y que deberíamos saber quiénes son?

Porque el mayor problema de Maxton Hall, que conste, no solamente es su falta de originalidad al abordar la historia, el desarrollo de las tramas, el perfil de los personajes, su banalidad o la calidad olvidable del imaginario de la escuela. El mayor problema es que, en un streaming que pide seis episodios por temporada, el drama se aprieta tanto que no deja espacio para dar naturalidad y personalidad a los personajes más allá de los estereotipos que representan.

Esta escena casi da esperanza de poder ofrecer algo más que drama tortuoso.Prime Video

Pensemos, por ejemplo, en The OC, un drama adolescente que ya es de otra era (2003-2007). Su premisa no era original: un chaval de barrio, acogido por una familia pudiente, tenía que encajar en un instituto elitista mientras se enamoraba de su vecina rica y autodestructiva. Pero Josh Schwartz hizo que fuera un clásico gracias a las temporadas de más de 20 episodios de la televisión en abierto. En el día a día, en las aventuras semanales, se cocían los personajes, las relaciones entre todos ellos y las particularidades del universo de ficción. Así, cuando llegaban los intensos clímax dramáticos comunes del género, el espectador veía algo más que artificio: veía adolescentes torturados, equivocándose y sufriendo.

En Maxton Hall, en cambio, tenemos solo dramatismo impostado con secundarios que nunca llegan a configurar una personalidad completa. Solo Lydia, la hermana de James interpretada por Sonja Weißer, se sobrepone a esta limitación. Pero, como la serie tiene tan poca vergüenza que explota todos los lugares comunes con la canción adecuada y una fotografía melodramática, funciona al nivel más básico.

Y, teniendo en cuenta que está pensada para amantes de novela romántica barata y del drama adolescente (aunque sea con el piloto automático) y para ser compartida en TikTok, esto quizá ya es suficiente para su público.