Los detectives recuerdan todavía la manera en que inclinó la cabeza, como quien intenta distinguir un sonido lejano, antes de describir cómo mató a una joven a la que apenas conocía. “No gritó. Solo intentó apartar mis manos”, murmuró, casi con dulzura, mientras sus dedos dibujaban en el aire un gesto aprendido tras décadas de violencia clandestina.
En su relato, la noche olía a gasolina y humedad. La prostituta se había subido voluntariamente a su coche, creyendo que el desconocido de sonrisa amplia solo buscaba compañía. Él condujo hasta un descampado y, allí, entre la maleza aplastada, la estranguló con parsimonia. Después, huyó dejando el cuerpo escondido. No sería la última vez. El reguero de cadáveres duró varias décadas.
Infancia al límite
Samuel McDowell, más conocido como Samuel Little, nació el 7 de junio de 1940 en Reynolds, Georgia, en una familia marcada por la pobreza y la inestabilidad. Según declaró años después, su madre era “una mujer de la calle”, aunque documentos oficiales siempre mantuvieron la ambigüedad sobre su identidad y ocupación.
Pasó buena parte de su infancia en Lorain, Ohio, donde fue criado por sus abuelos. Los vecinos lo recordaban como un niño callado, con tendencia a desaparecer durante horas. “Era como si buscara sitios donde nadie lo viera”, contó una mujer que vivía en la misma calle y que, ya anciana, todavía evocaba con inquietud su figura menuda y huidiza.
Samuel Litlle, el asesino en serie más prolífico de EE.UU., de joven
Su paso por la escuela fue irregular. Samuel apenas terminó la educación obligatoria y, desde muy joven, acumuló numerosos problemas disciplinarios. Se interesó por la lucha y el boxeo, disciplinas en las que su fuerza física comenzaba a destacar, pero abandonó cualquier aspiración deportiva antes de cumplir los veinte años.
Para entonces, había sido detenido varias veces por robos menores, allanamientos y pequeños delitos. Un policía local sintetizó aquellos años de forma lapidaria: “Nunca sabías en qué andaba Little, pero siempre sabías que algo estaba tramando”.
Errante y peligroso
Durante las décadas de 1960 y 1970, Samuel vivió en una sucesión de ciudades, moteles y relaciones ocasionales. Se trasladaba constantemente de estados: Florida, Ohio, Kentucky, Arizona, California. No mantenía trabajos estables; a veces limpiaba cementerios, otras, descargaba cajas en almacenes, e incluso trabajó fugazmente en una fábrica textil.
Su vida sentimental también era errática. Mantuvo relaciones intermitentes, algunas marcadas por la violencia. Un antiguo compañero de nuestro protagonista afirmó que “Samuel no sabía querer, solo sabía poseer”.
Samuel Little junto a una amiga
Sus parejas, normalmente mujeres en situación vulnerable, hablaban -cuando se atrevían- de explosiones de ira, celos irracionales y de periodos de desapariciones repentinas. Fue también en esos años cuando empezó a consumir estupefacientes, sobre todo cocaína.
Esto lo mantuvo en un flujo constante de ambientes marginales: prostíbulos, bares de carretera y barrios empobrecidos. Allí Samuel encontraba a las mujeres que más tarde describiría como “sus favoritas”: adictas, trabajadoras sexuales y solitarias. Mujeres que podían desaparecer sin que nadie las echara de menos.
Violencia sistemática
Los primeros asesinatos confirmados se sitúan a finales de los años 70 de la década pasada, aunque Samuel siempre insinuó que su carrera criminal comenzó mucho antes. Para la policía, sin embargo, el rastro apareció en 1982, cuando fue arrestado en Mississippi por secuestro y asalto a dos mujeres.
Ambas sobrevivieron y describieron un modus operandi idéntico al que más tarde confesaría: golpes, estrangulación y un control físico absoluto. “Sentí sus manos como si fueran una trampa de hierro”, declaró una de ellas. El caso se desestimó por falta de pruebas concluyentes, un fallo que, a la luz de lo que se descubriría décadas después, resultó devastador.
Carol Alford, una de las víctimas asesinadas por Samuel Little
En 1984, Samuel fue detenido nuevamente en California por el secuestro y agresión de otra mujer, que también logró escapar. “Tenía una fuerza descomunal”, afirmó la superviviente, “y una mirada vacía que me heló la sangre”. El asesino cumplió una breve condena por agresión, salió y volvió a desaparecer en su habitual itinerancia delictiva.
Durante los siguientes años, continuó moviéndose entre estados, dejando tras de sí cuerpos de mujeres sin identificar, muchas veces clasificadas como muertes accidentales o por sobredosis. El motivo: el método empleado -estrangulación manual o con llave de lucha- dejaba pocas marcas.
La carrera criminal de Samuel Little
A esto se sumaba que Samuel solía trasladar a las víctimas a zonas remotas o de difícil acceso, lo que complicaba cualquier investigación policial. “Era un fantasma”, explicaría un detective de California. “Siempre llegábamos tarde”, aseveró este mismo agente.
El cerco se estrecha
En 1994, Samuel fue detenido en Las Vegas por golpear y estrangular a una mujer que sobrevivió de milagro. Y, aunque fue condenado por agresión, la pena volvió a ser escasa. A su salida, el criminal se trasladó a California, donde la policía de Los Ángeles estaba investigando varias muertes sin resolver.
Una muestra de ADN recuperada en 1987 en uno de los escenarios de sus crímenes lo relacionó con dos asesinatos. Fue entonces cuando, en 2012, un agente en labores de patrullaje lo reconoció en un refugio para personas sin hogar y lo arrestó por una requisitoria de detención por drogas. Esa detención fortuita abrió una caja de Pandora.
Samuel Little, durante el juicio
Una vez en manos del Departamento de Policía de Los Ángeles, las coincidencias de ADN comenzaron a multiplicarse. Se vincularon tres asesinatos cometidos entre 1987 y 1989.
En los interrogatorios, Samuel primero negó cualquier implicación, luego afirmó no recordar, y finalmente se limitó a sonreír cuando los detectives describían las escenas. “Muchachos, yo he estado en muchos sitios”, respondió en una ocasión, esquivando cada acusación como si fuese parte de un juego.
Uno de los agentes del FBI señala en un mapa los lugares Samuel Little mató a sus víctimas
En 2014, Samuel Little fue declarado culpable de tres asesinatos en Los Ángeles. Durante el juicio, varias supervivientes subieron al estrado a contar su experiencia. Una de ellas, visiblemente temblorosa, señaló al acusado y dijo: “Nunca pensé que viviría para ver este día”.
Los expertos describieron el perfil criminal del acusado como el de un depredador organizado, extremadamente itinerante y con una técnica depurada de estrangulación que denotaba experiencia y planificación. Los forenses afirmaron que su fuerza era “excepcional”, comparándola con la de un atleta profesional.
El jurado popular tardó poco en llegar a un veredicto de culpabilidad y a sentenciarlo a tres cadenas perpetuas sin posibilidad de libertad condicional. Aun así, lo que parecía el final no era más que el preludio de un descubrimiento aterrador. Todavía quedaba por trazar el mapa del horror.
Las confesiones
En 2018, mientras cumplía condena en una prisión de Texas, Samuel Little comenzó a colaborar con los Rangers de Texas y con el FBI. Lo que empezó siendo una conversación ocasional se convirtió en una sucesión de confesiones que dejó perplejos a los investigadores.
“Puedo decirte dónde, cómo y qué llevaba puesto”, afirmó el asesino en serie en una sesión grabada. Y cumplió su palabra: Samuel describió más de 90 asesinatos ocurridos entre 1970 y 2005. Es decir, durante treinta y cinco años.
Samuel Little dibuja, confiesa y describe los asesinatos de una treintena de mujeres
Samuel cogió un lápiz y comenzó a dibujar de memoria los rostros de muchas de sus víctimas. Algunos de dichos retratos permitieron identificar casos archivados durante décadas; otros todavía siguen sin nombre y, por tanto, sin resolver.
“Nunca antes habíamos visto un asesino en serie de esta dimensión”, declaró un agente del FBI. Al cierre de las investigaciones oficiales, Samuel Little fue considerado el mayor asesino en serie de la historia de los Estados Unidos y también el más prolífico por el número de víctimas reconocidas y corroboradas.
Los 30 dibujos que hizo el asesino en serie Samuel Little de sus víctimas
Las familias de las víctimas que sí pudieron ser identificadas se enfrentaron a duelos largamente suspendidos. La hermana de una de las mujeres asesinadas por el estrangulador declaró ante los medios de comunicación una vez confirmada la autoría de Little: “Saber que murió sola, sin que nadie la buscara, fue lo más duro. Pero al menos ahora sabemos la verdad”.
El final del asesino
Ya enfermo, con movilidad reducida y conectado ocasionalmente a una silla de ruedas, Samuel pasó sus últimos años entre entrevistas policiales y cuidados médicos penitenciarios. Solía hablar casi con nostalgia de sus crímenes, como quien repasa viejas batallas.
En 2019, Samuel llegó a espetar: “No hay nadie que haya hecho lo que yo hice”. Sus palabras, frías y sin arrepentimiento, helaron a los agentes presentes en aquella nueva charla con este asesino en serie.
Samuel Little, en sus últimos años de vida
Samuel Little murió el 30 de diciembre de 2020 en un hospital penitenciario de Los Ángeles a los ochenta años, por causas naturales asociadas a múltiples problemas cardíacos y diabetes. Jamás mostró remordimiento alguno ni realizó ninguna declaración final pese a que sus días ya estaban contados.
Su fallecimiento dejó abiertas decenas de historias sin resolver, víctimas sin identificar y familias que jamás conocerán la verdad al completo. Para ellas solo habrá sufrimiento y un duelo difícil de afrontar.



