Carmen Lomana: “Me fui a un convento a encerrarme para superar la depresión tras perder a mi marido”
‘Y ahora Sonsoles’
La socialité se sincera sobre la profunda crisis emocional que atravesó tras quedar viuda y cómo buscó refugio en un convento para encontrar paz
Carmen Lomana, sobre sus pensamientos suicidas tras la muerte de su marido: “No lo hice por estética”

Tras meses de profunda depresión, Carmen Lomana buscó refugio en un convento para encontrar paz y reconstruirse

Durante su intervención en el programa Y ahora Sonsoles, Carmen Lomana se ha abierto en canal al recordar el periodo más oscuro de su vida. La empresaria y colaboradora televisiva confesó que, tras la muerte de su marido Guillermo Capdevila en un accidente, cayó en una depresión tan profunda que incluso llegó a contemplar la idea del suicidio. En busca de una salida, tomó la inesperada decisión de ingresar en un convento durante casi dos meses, con la esperanza de hallar consuelo y claridad.
Nadie se puede imaginar la depresión espantosa que tuve"
Carmen Lomana explicó que, tras la pérdida de su esposo, pasó por una fase inicial de shock, pero el golpe emocional más fuerte llegó unos meses después. “A los cuatro meses noté el bajón, es cuando estás tocando fondo. No podía estar de pie, me mareaba, veía como que todas las paredes se me echaban encima. Estaba fatal”, relató.
La socialité confesó que incluso llegó a plantearse el suicidio, aunque encontró una razón para no llevarlo a cabo: “Comentándolo con un periodista el otro día, le dije: 'Es que la faena del suicidio ya es para toda tu familia, para todos'. Es una manera de decir, 'es que no os dais cuenta de lo mal que estaba'”. Sin embargo, señaló que, en su caso, hubo un motivo adicional que la frenó: “Digo la tontería, digo, yo es que aunque sea por estética, creo que no podría suicidarme”. Estas palabras fueron sacadas de contexto tras la publicación de su entrevista en la revista Diez Minutos y provocaron una gran controversia en redes, algo sobre lo que Lomana también se pronunció en el programa.
Un convento de clausura
Un retiro espiritual para reencontrarse
En plena crisis emocional, Lomana decidió apartarse del mundo y refugiarse en un convento de monjas clarisas. “Por eso me fui a un convento, a ver si me cierro aquí con las monjas y me dan un palo”, confesó con su característico humor. Permaneció allí casi dos meses, buscando paz y un camino hacia la recuperación.
Según relató, al inicio se planteó la posibilidad de quedarse en el convento para siempre: “Dije, 'sí, sí, me retiro del mundo y me profeso, porque algo tendré que hacer con tanta desgracia'”. Sin embargo, la madre superiora pronto percibió que su verdadera motivación no era la vocación religiosa, sino su profundo dolor. “Me dijo: 'Tú no tienes vocación, tú lo que estás es rota. Si quieres, quédate aquí, recobra la paz'.”

Durante su estancia en el convento, Carmen Lomana encontró momentos de calma: “Me enseñaron a coser, a hacer ojales, presillas. Me sentaba al lado de una puerta donde entraba el sol de la huerta. Me encantaba. Olía a ropa limpia, a blanco, a algodón”. Sin embargo, también reconoció que la vida allí era muy dura: “Comen mal, poco. Lo que es horrible es por las noches, estar en una celda pequeña, dura, con un colchón y una cama muy incómodos”.
Con el tiempo, se dio cuenta de que aquella no era su vida. “Un día dije: 'Ya no puedo más. Voy a retomar mi vida porque no me puedo quedar aquí cerrada'”. Y así lo hizo.
Lomana y sus dos vidas
El camino hacia la recuperación
Tras salir del convento, Lomana encontró la clave para seguir adelante: “Tienes que buscarte algo, una meta que te haga ilusión. Un día más, un día menos, ya estoy mejor. Hoy voy con unos amigos a tomar chocolate con churros, voy a nadar, que me encanta el mar”. Explicó que no se puede superar un dolor tan grande “lamiéndote las heridas”, sino dando pequeños pasos hacia la reconstrucción personal.
Uno de los pilares fundamentales de su recuperación fue el apoyo psicológico y la medicación, aunque destacó la importancia de no depender de ella a largo plazo: “Lo superas cuando estás con medicación, pero lo que hay que hacer es luego quitártela. No te puedes quedar colgado de las pastillas”.
Finalmente, su madre le dio el empujón definitivo para empezar de nuevo: “Carmen, la vida es una etapa. Vete a Madrid y empieza otra vida”. Y así fue. Con el tiempo, logró reconstruirse y reinventarse: “Yo me reinventé, he tenido dos vidas”.
Hoy, Carmen Lomana confiesa que su visión de la vida ha cambiado completamente. “El dolor te lleva a un camino diferente, pero mejor. Creces como persona”, aseguró en el programa. Ahora, valora las pequeñas cosas y agradece cada día: “Doy gracias a la vida. Por las noches siempre medito un ratito y pienso: 'Qué suerte tengo'. Eso antes no lo reflexionaba”.
Con esta valiente confesión, Lomana ha roto la imagen de frivolidad que muchos tienen sobre ella, mostrando una faceta mucho más profunda y humana. Su historia es un testimonio de resiliencia y una muestra de cómo es posible salir adelante, incluso tras los momentos más oscuros.
