Volverse viral puede parecer un regalo, pero para Rosario Matew fue justo lo contrario. Nada más emitirse su paso por La Isla de las Tentaciones, su vida entró en una dinámica que la dejó agotada, aislada y con atracones de comida. “Me convertí en una ameba. Antisocial, solo lloraba, me apetecía estar encerrada en mi cama, irritable, tenía atracones de comida”, ha contado en redes sociales recientemente.
El cambio, que al principio parecía una aventura, acabó pasando factura. Ganó ocho kilos en poco tiempo y llegó a desarrollar algo parecido a una fobia social. Cuando por fin empezó a sentirse mejor, aceptó ir a Supervivientes. Y ahí empezó otro capítulo.
Lado oculto del reality
El contexto personal que marcó su salida
Que Rosario haya abandonado el concurso en Honduras no fue una rabieta de última hora. Ni siquiera fue la primera vez que intentó marcharse. “El protocolo de abandono que visteis que activé no fue el primero”, ha confesado, dejando claro que sus ganas de largarse no fueron cosa de un arrebato.
En realidad, llevaba tiempo valorándolo, con más peso del que se mostró en televisión. Según ha contado ella misma en sus redes sociales, hubo varios intentos previos que no llegaron a emitirse.
En el vídeo que ha subido esta semana para aclararlo todo, Rosario carga directamente contra el programa, aunque sin nombrarlo. Asegura que hubo mucho que no se enseñó, que no tuvo la misma visibilidad que el resto y que su historia quedó fuera del montaje final. “Dentro del programa pasaron muchísimas cosas que vosotras no habéis visto porque somos muchos concursantes y no se le puede dar el mismo protagonismo a todos”, ha señalado, dejando claro que lo suyo no fue una cuestión de actitud, sino de relevancia.
Además, ha querido recalcar que su implicación fue total mientras estuvo allí. Pescó, partió cocos, superó pruebas físicas y se integró con el grupo. Según sus palabras, “he sido de las primeras en probar comida, me he llevado bien con todos mis compañeros, me llevo amigos de allí”.
Su situación personal tampoco ayudaba. En enero rompió con Stiven, aunque antes de partir a Honduras seguían viéndose. Eso le generó dudas justo antes de entrar al reality, y se notó. “Yo psicológicamente, por mucho que quiera a Stiven, necesitaba irme de ahí. Tenía síntomas de la situación que os acabo de nombrar”, dijo, comparando su malestar con estar “como una pájara muy grande en una jaula pequeña”. Nada más gráfico.