La historia de Jaime Romero es la de muchos jóvenes españoles que, tras años de esfuerzo académico, se ven obligados a hacer las maletas para poder vivir con dignidad. Licenciado en Derecho y ADE, Jaime decidió abandonar España y mudarse a Australia, donde ahora trabaja como camarero en un club de surf. Un empleo que, lejos de ser temporal o transitorio, le ha permitido encontrar la estabilidad económica que nunca encontró en su país.
La decisión de empezar de cero
De abogado en España a camarero en Australia
“Me fui con lo puesto, sin nada asegurado, y ahora gano más que si trabajara de abogado en España”, confesaba Romero en una entrevista en Y ahora Sonsoles. Con un sueldo de 1.400 dólares australianos a la semana —unos 850 euros— Jaime alcanza un salario mensual cercano a los 5.500 euros, muy por encima de la media española para un recién licenciado. “Aquí se cobra semanalmente, y aunque la vida es cara, el margen de ahorro es real. Pago 290 dólares semanales de alquiler y aún así puedo permitirme vivir bien”, explicaba.

Jaime Romero dejó atrás su carrera en Derecho y ADE para buscar en Australia una vida más tranquila y con mejores condiciones laborales
Lejos de ejercer su doble titulación, Jaime asegura que la vida de oficina no era para él. “Ni siquiera llegué a empezar. Me di cuenta de que no iba conmigo ese ritmo y busqué un país donde la cultura fuera diferente, más slow life”, cuenta. Su rutina actual, ligada al surf y al trato con la gente, le proporciona la calidad de vida que buscaba: “En España, por mucho que lo intente, sé que nunca podría tener el nivel de vida que tengo aquí”.
No es solo cuestión de dinero. Romero también valora la libertad y el tiempo libre que le proporciona su trabajo en Australia: “Voy a empezar a formarme como entrenador personal. Aquí las oportunidades aparecen y te permiten crecer si te lo propones. En España, a estas alturas, estaría peleando por un contrato de prácticas”.
Eso sí, no todo es perfecto. Jaime admite que la distancia con su familia es el mayor sacrificio: “Llevo 10 meses sin ver a mis padres. Lo más duro de estar aquí es que cualquier emergencia te pilla a dos días de vuelo. Pero, aun así, cuanto más tiempo paso en Australia, menos ganas tengo de volver”.
Su testimonio pone de manifiesto un fenómeno que no deja de crecer: la fuga de talento joven. Mientras los salarios en España siguen estancados, miles de profesionales formados buscan en el extranjero las oportunidades que su propio país les niega.