A natomía de un instante (Movistar+) tropieza con los retos de cualquier adaptación de un libro. Es una dificultad que la mayoría de espectadores se ahorran –no han leído el libro–, y eso les permite ceñirse a unas expectativas libres de comparaciones. El problema de la adaptación es que la voluntad de explicar el contexto político e histórico es tan ambiciosa que obliga a la serie a limitarse a la estricta sustancia de hechos ya conocidos (el 23-F), y a los elementos más estereotipados de sus protagonistas. El esfuerzo de los actores es lo mejor. Álvaro Morte, Manolo Solo y David Lorente encarnan a unos Suárez, Gutiérrez Mellado y Tejero muy convincentes, mientras que Miki Esparbé y Eduard Fernández resuelven las figuras del rey emérito y Santiago Carrillo sin tantos matices. Para cohesionar el relato, se opta por una voz en off que, en teoría, aspira a reproducir la omnipresente voz narradora del libro de Javier Cercas. En la práctica, acaba traicionando la cadencia, las contradicciones y el control retrospectivo de la incertidumbre original. Al final la serie hace justicia a la idea de Cercas de esos tres hombres que, para convertirse en héroes, tuvieron que ser traidores, pero, al mismo tiempo, acaba traicionando la riqueza del libro con una ambición que, como el golpe, acaba siendo parcialmente fallida.
Lo mejor de la serie que adapta el libro de Javier Cercas es la ambientación y el trabajo de los actores
COMISIONISTA. A Toño Sanchís, exrepresentante de Belén Esteban, lo han condenado a dos años de cárcel por apropiación indebida (las comisiones que le cobraba). Sanchís fue durante años un personaje a la sombra de Esteban. Le tapaba los ataques de cólera y negociaba las idas y venidas que tanto explotó Telecinco. Esteban salió de ese pozo propulsada por un diagnóstico singular –“estaba malita”– y librándose de un Sanchís que todos ya habíamos calado como vampiro malvado. La condena coincide con un momento en el que Mediaset ha tenido que despedir a Alessandro Lequio después de que Antonia Dell’Atte lo acusara, con un relato aterrador, de maltratos que los que le contrataban no han podido mantener en el limbo de la impunidad. Cuando la productora de Sálvame –la Fábrica de la Tele– despidió a Antonio David Flores –tras el escándalo provocado por la denuncia de Rocío Carrasco–, Flores recurrió el fallo. Resultado: el Tribunal Supremo declaró nulo el despido y exigió a la productora una indemnización. Si hay posibilidades de cobrar, sospecho que Flores no será el único en reclamarla.