Liberal en tiempos de extremismos, hispanoparlante en la cocina y maestro en la seducción que otorga la palabra precisa, Nick Clegg deslumbró al auditorio de Foros de Vanguardia gracias a una cabeza bien amueblada y un talante la mar de simpático: Europa corre el riesgo de convertirse en un museo, Reino Unido vive una situación “insoportable” y la UE haría bien en regular después –y no antes– los avances tecnológicos, caso de la IA.
Y de propina, el ex viceprimer ministro del Reino Unido entre el 2010 y el 2015 y su esposa, la abogado vallisoletana Miriam González, se han comprado una granja –acaso masía– cerca de Girona, pendiente de reformas (¡que dios reparta suerte!).
A sus 58 años, el exlíder del Partido Liberal Demócrata es un jubilado de la política británica, una puerta que ni gira ni retorna salvo que uno se llame Winston y fume Lusitanias. Desde esa posición sin hipotecas, Clegg respondió en linea recta. Y la mayor parte del tiempo en castellano, esa lengua “de la cocina y las vacaciones” que aprendió “para casarse con Miriam y no para hablar de Meta” (de ahí los saltos al inglés).
Hagamos memoria: Clegg llevó a los libdem a su mejor resultado histórico (6,8 millones de votos en el 2010) y a uno de sus mayores batacazos, cinco años después, como “castigo” por su coalición con los conservadores del premier Cameron. Lo recuerda como un momento económico crítico que exigía sacrificios aunque el precio fuese su cabeza. “Disraeli dijo que los británicos no aman las coaliciones –constató–. Para mi partido fue un sacrificio. La vida política tiene un punto final”. Y aquel batacazo supuso el suyo.

Nick Clegg, ex vice primer ministro británico, y Javier Godó, presidente-editor de 'La Vanguardia'
Después de Londres, Silicon Valley. De imperio en imperio. Buenas escuelas para el diagnóstico. “La derecha está colapsando en todo el mundo, cada vez más dividida. Por un lado, globalización, por otro nacionalismo”. Y la izquierda “ha perdido el poder de atracción entre la gente sin educación universitaria”. ¿El resultado? El auge de la extrema derecha, una dinámica “super poderosa” que corroe la política convencional.
Del Reino Unido, alarmas. El Brexit no pretendía que los británicos decidiesen sobre un asunto que no figuraba entre sus preocupaciones sino que fue una astucia de David Cameron para zanjar las divisiones entre conservadores. Minuto y resultado: el Reino Unido ha perdido liderazgo en Europa y, ahora, también se ha quedado sin relación especial con Estados Unidos.
Precisamente por europeísta, Clegg criticó la tranquilidad del continente en la hora de rearmarse (Washington ya no volverá al rescate y hay una guerra en plena Europa, adujo). En el terreno tecnológico, el ex número dos de Facebook y Meta lamentó el afán de regular y controlar incluso aquellos avances en fase de desarrollo. “¡Tenemos tanta aversión al riesgo! Acabaremos siendo un museo”. De ahí el elogio a Macron, que acosó a preguntas a Zuckerberg y a Clegg en el Elíseo hasta entrada la madrugada. Quería entender antes de regular o prohibir. Poco líderes europeos le han imitado, lamentó.
Buena noticia: he aquí un personaje con talento y visión global que pasará temporadas en Catalunya. No hay tantos.