Saturnino García, actor, 90 años: “Soy lo que se llama mileurista, me apaño humildemente, así que estoy contento con mi pensión; me la busqué porque veía venir las cosas, me ocupé de eso”

Vips Séniors

En el XX aniversario, el Festivalito La Palma ha otorgado el premio Estrella Polar al actor Saturnino García. Un homenaje a la carrera de un intérprete que conoció la fama a los 60 años con la película ‘Justino, un asesino de la tercera edad’

Por esa cinta ganó el Goya revelación, y apunta con una sonrisa a sus 90 años que “aquel premio me reveló al mundo” 

Saturnino García

“Hoy el mundo es más sórdido, entonces era más poético”, recuerda Saturnino García sobre su niñez.

Paka Díaz

Aunque nunca ha dejado de trabajar, el actor Saturnino García (Bariones de la Vega, León, 1935) se queja de lo poco que se representa en la ficción a las personas mayores. O, como subraya, “viejos, que es lo que somos. Mayor es un niño de diez años respecto a uno de tres”. Representante de una generación de grandes actores, a sus 90 años reconoce vivir de su “pensión de mileurista” y, pese a seguir “esperando papeles, como cualquier actor”, para seguir en activo, ha montado lo que denomina “mini espectáculos”.

Tauromaquia, sobre el poema de Lorca a Ignacio Sánchez Mejías, Amigos de Quijote y Dulcinea, donde recita textos de su libro favorito y el tercero, Ignorante, “el más serio”, dice, “sobre la educación, o más bien la mala educación. Casi todos nuestros problemas vienen de gobiernos mal preparados y ciudadanos mal formados… No me meto con ideas ni políticas, pero nos gobiernan mal porque están muy mal educados”.

En el XX aniversario del Festivalito La Palma le acaba de dar el premio Estrella Polar al actor Saturnino García. Además, se proyectó uno de sus últimos trabajos en cine, Tierra de nuestras madres, de la directora Liz Lobato. Un homenaje a la carrera de un intérprete que alcanzó la fama a los 60 años. Desde sus inicios, cuando arrasó con la película Justino, un asesino de la tercera edad, conectó con las generaciones más jóvenes. 

Y sigue haciéndolo. Mientras se realiza esta entrevista para La Vanguardia en la sede del certamen canario de cine, un grupo de gente muy joven rodea a la redactora y al actor sin hacer ningún ruido, con respeto, escuchando sus palabras con atención. Al terminar, le aplauden. No todos los días se puede escuchar a un mito del cine tan cerca. 

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¿Cómo fue su infancia?

Esa es una pregunta de profesora exigente. Porque hace tantos años que era niño… Y, sin embargo, la niñez es lo más grabado que tiene una persona. Tanto, que casi somos copia de lo que nos enseñaron de niños. La recuerdo muy bien. Más aún siendo de una aldea. Como suelo decir, mi primer oficio fue agricultor.

¿Cómo era ser niño entonces?

Los niños de aquella época... No es que tuvieran una vida más ingrata que los de ahora, ni mucho menos era distinta. Quizás más simple, pero no peor. Íbamos a la escuela. En mi aldea, que tendría unos cien habitantes, teníamos la suerte de tener un buen maestro. Llevaba no sé cuántos siglos allí, el hombre. Y allí murió, después de enseñar a tres generaciones. Alternábamos la escuela con las labores del campo. Todo se hacía a mano, claro, porque no había máquinas como ahora. Así que los niños también trabajábamos. Hacíamos tareas más livianas, pero necesarias.

¿Se está usted emocionando?

Sí, yo ese recuerdo lo tengo con emoción poética. Porque entonces había poesía en todo, cosa que hoy se ha perdido. Los niños de ahora no tienen esos valores, aunque tengan más estudios. Hoy el mundo es más sórdido, entonces era más poético. Hasta los burros sabían de poesía, porque enseñaban más que las máquinas.

Lo que me preocupa es que creamos que los valores humanos ya no importan. Que la poesía, la lectura, la conversación… queden anuladas por la tecnología

Saturnino GarcíaActor

¿Y qué le parece esta sociedad tan tecnológica en la que vivimos?

La tecnología me parece muy bien. Gracias a ella los médicos hoy pueden salvar vidas que antes no podían. ¿Cómo no la voy a valorar? Pero lo que me preocupa es que creamos que los valores humanos ya no importan. Que la poesía, la lectura, la conversación… Queden anuladas por la tecnología. Yo pienso que debemos estar siempre por encima de nuestros inventos, no sometidos a ellos. Los inventos al servicio del ser humano, no al revés.

¿Usted utiliza tecnología?

Claro, cuando voy al médico, por ejemplo. O en una operación. Gracias a eso uno sigue aquí. El problema es que hoy se cree que todo se resuelve solo tecnología eso. Que si tienes un coche y llegas en un rato a ver a tu novia —ojalá fueras tú, por cierto—, ya está todo hecho. Antes ibas en burro. Por eso en los pueblos, cuando había función de teatro, se decía “¡mucha mierda!”, para desear suerte. Porque si había mucha caca en la plaza era señal de que había venido mucha gente a caballo o en burro. De ahí la frase.

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Usted empezó de peón metalúrgico…

Sí, emigré del pueblo con 17 años y empecé como obrero en una fábrica. Eran años más duros. Luego empecé a trabajar como representante. Me parecía que vendiendo podía ascender socialmente. Y así me fui metiendo en ambientes culturales. Había grupos de teatro por todas partes. Actuábamos incluso en Madrid, recibimos premios. Eran tiempos bonitos. Yo presentaba. No tenía técnica, ni sabía declamar, pero me gustaba.

Tiene una voz increíble.

Eso es de usarla. Yo no necesito micrófono. Si tienes buena proyección, se oye mejor sin él, llegas más al público.

Y emociona más.

Claro. Eso es lo que decían: ‘de dentro para afuera’. Hay muchas técnicas actorales, pero al final ninguna sirve del todo. El actor usa todo lo que es como persona. Solo hay que saber fingir… Y amar al personaje. Ahí está el oficio.

Emigré del pueblo con 17 años y empecé como obrero en una fábrica

Saturnino GarcíaActor
Saturnino García en el Festivalito La Palma.

Saturnino García en el Festivalito La Palma. 

Paka Díaz

Le descubrimos con la película Justino, un asesino de la tercera edad en 1994. ¿Qué significó para usted ese personaje?

Justino me reveló. Por eso me dieron el Goya a actor revelación. Empecé a hacer cine con 50 años, y ese fue mi primer protagonista, con 60.

Arrasó. ¿Sintió el cariño?

Sí, en el aplauso. Fue unánime. Sentí que me votaron todos.

Nunca ha dejado de trabajar. ¿Pensaba que llegaría a los 90 así, tan activo y tan lúcido?

Nadie piensa eso. Pero aquí estamos. ¿Será el destino o que uno ejercita la memoria? Tengo pérdidas, como todos. No me acuerdo de un nombre recién dicho, pero luego recito textos de memoria durante días.

¿Cómo se vive el paso del tiempo cuando el cuerpo y la cara son la herramienta de trabajo?

Cuando la pandemia, se puso de moda una palabra que apenas conocíamos: resiliencia. Y me la tomé en serio. He aprendido a no cruzar el puente antes de llegar al río. Paciencia.

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¿Cree que hay discriminación hacia los actores mayores?

No sé si discriminación, pero sí modas. Ahora, papeles para viejos hay pocos. Además, nos llaman ‘mayores’, que no tiene sentido. Mayor es un niño de diez respecto a uno de tres. Viejo soy yo, y no pasa nada. Hoy no se representan en las obras a las tres generaciones que forman la vida: abuelo, padre, hijo. Antes era impensable. Ahora, todo es joven y vanidoso. Y los viejos, mimados y subvencionados. Yo estoy en contra de eso. Que cada quien pague lo que consume. Justicia, no limosnas.

¿Cómo se cuida?

Camino una hora al día, hago algo de ejercicio, y como mal. Comer mal es lo más sano [risas]. Como poquito y sencillo. Nada de chuletones a diario.

¿Algún consejo para cuidarse?

Leer. Hacer ejercicio físico y mental. La lectura es un relax y además te informa. Voy a la biblioteca, y leo lo que me apetece. El Quijote, por ejemplo, nunca me cansa. Es el gran libro del mundo. La novela de las novelas. Y, sin embargo, los españoles casi no la leen. Como dijo Bismarck: “España es tan grande que los españoles no consiguen destruirla, por mucho que lo intenten”.

No me acuerdo de un nombre recién dicho, pero luego recito textos de memoria durante días

Saturnino GarcíaActor

Por cierto, ¿cómo se cuida la piel? La tiene estupenda…

Me doy una crema de estas grasientas… Pero, ¿se puede decir aquí?

¡Claro!

Pues la primera vez que la compré fue hace unos 30 años, cuando Justino, más o menos. La compré en una farmacia al lado de donde vivía, por Plaza Castilla. Me dice el farmacéutico: ‘Esta crema se la lleva una famosa’. Por lo visto, se hizo conocida porque una millonaria de esas que ha tenido muchos maridos, Isabel Preysler, creo que la llamaban, la dejó olvidada en un aeropuerto. Y como alguien la encontró, se hizo famosa con su nombre. Tú dices la crema suya, y te la dan. [crema Xhekpon] Y me va bien. La pido por ese nombre y ya está.

¿Queda con sus amigos?

Tengo amigos, pero ya no hago vida de pandilla, de quedar. Cuando vas a un restaurante, me sobra la mitad del menú. Como no soy de desperdiciar comida, a veces vamos dos y pedimos un plato para compartir. Incluso ni botella de vino, solo una copa. No hago vida de restaurante, pero tengo una vida muy activa con mis vecinos, con buena comunicación diaria, que eso también es salud.

¿Y la familia?

Pues soy soltero. No tuve vocación para casarme. La vida me ha llevado de un lado a otro, muy ambulante. Pero como Dios no me ha dado hijos, el diablo me ha dado sobrinos. Tengo muchos, afortunadamente.

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¿Tiene pensión, le alcanza con ella?

Sí, tengo pensión. Me cuidé de eso. Es una pensión pequeñita, pero me la busqué porque veía venir las cosas. Cuando ya andaba en los últimos años de trabajo, me ocupé de eso. Soy lo que se llama un mileurista. Me apaño humildemente, así que la considero muy bien.

¿Cuáles han sido los mayores aprendizajes de su vida?

Los de la niñez. Yo soy de una aldea rústica. Mi padre, analfabeto total, no fue a la escuela ni un solo día. Nació en Galicia y aterrizó en un pueblo de León, donde se casó con una mujer que sabía lo justo también. Mi verdadero maestro fue mi madre y, en la escuela del pueblo, un maestro que había enseñado a tres generaciones. Aquellas vivencias son muy poéticas... el campo, la vida de antes. A esta pregunta tuya, no te sé decir más que eso: que uno nunca sabe bien de dónde viene, pero con la edad entiendes que todo procede de tu niñez. 

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