Elegir una residencia para una persona mayor nunca es sencillo. A la carga emocional se suma la dificultad de saber por dónde empezar, qué opciones hay, cuánto cuestan, qué servicios ofrecen o si hay plazas disponibles (el mayor problema de todos). Para arrojar algo de luz acerca de este tema, el jurista Josep de Martí (Barcelona, 60 años), fundó hace 25 años Inforesidencias, una plataforma que busca ofrecer información clara, útil y transparente sobre estos centros en España.
La web permite comparar residencias, conocer precios, servicios, número de plazas, tipo de contrato, ratio del personal e incluso los resultados de inspecciones oficiales. “Lo ideal sería prepararse con tiempo, pero casi nadie lo hace. A veces, nos cuesta ver las señales más evidentes”, advierte De Martí. El objetivo es ayudar a encontrar la residencia que mejor se adapte a cada persona y a sus posibilidades económicas. “No existe la mejor residencia, sino la mejor para uno”, señala, subrayando que el factor económico es clave: “De nada sirve que te diga que hay una residencia estupenda de 10.000 euros, porque no te va a interesar si no la puedes pagar”.
Con esa misma filosofía, ha impulsado el boletín Dependencia.info, centrado en “las cosas buenas que pasan”: innovaciones tecnológicas, buenas prácticas, congresos o jornadas del sector. También lidera Eai Consultoría, que asesora a ayuntamientos y empresas, ofrece formación y organiza, desde 2007, viajes geroasistenciales para conectar a profesionales con las mejores prácticas en el cuidado de mayores. “Hay mucho interés y, en un mundo que envejece, el conocimiento gerontológico y las ansias de compartir son una necesidad”, afirma.
Solo a unas horas de volar rumbo a Japón (el país más longevo del mundo) conseguimos conversar con Josep de Martí sobre la realidad actual de las residencias en España. Licenciado en Derecho, especializado en gerontología social en la Universidad de Barcelona, y profesor universitario, en gerontología social y aspectos jurídicos de envejecimiento, está comprometido con el derecho a los servicios sociales, la atención a la dependencia y la protección civil de las personas mayores.
Me preocupa que en España, hoy, cerca del 22% de las personas tienen más de 65 años y no hay plazas de residencias suficientes
Para tener una mirada global, ¿cómo son las residencias de mayores en nuestro país?
España es un país complejo en materia de residencias, ya que existen 17 normativas diferentes, una por cada comunidad autónoma. Esto afecta a aspectos como el número de habitaciones individuales, su tamaño, la cantidad de baños, el espacio necesario para maniobrar con la silla de ruedas o la ratio de personal por residente, lo que dificulta tener una visión global.
¿Y en general, qué diría de la calidad de los centros?
Creo que las residencias en España son razonablemente buenas. A veces, si hablas de calidad, parece que te olvidas del dinero, y cuando metes el dinero en la ecuación, entonces parece que no te interesa la calidad. No es así, porque interesa y mucho. Lo que me preocupa mucho más es que en España hoy cerca del 22% de las personas tienen más de 65 años y no hay plazas suficientes.
Estos días viaja a Japón y, en unas semanas, a Finlandia y Suecia. Desde su experiencia, ¿cómo diría que se comparan las residencias españolas con las de estos países, que son un referente?
Cuando me preguntan qué tipo de residencia me gustaría a mí, digo que las escandinavas, porque son realmente buenas. Pero hay dos realidades distintas. En una residencia española pagas entre 2.000 y 3.000 euros al mes; una noruega no baja de los 8.000. En España hay residencias buenísimas por el precio que se paga. Eso es lo que hay que pensar. ¿Se pueden mejorar? Claro que sí, pero también habría que pagar mucho más. Hace poco vino un grupo de alemanes, a quienes les enseñamos algunas residencias. Se sorprendieron porque la mayoría de las habitaciones eran dobles, mientras que en su país suelen ser individuales. Cuando hablamos del precio, preguntaban si los 2.700 o 3.000 euros eran a la semana, porque les parecía poco para todo lo que incluían las nuestras.
Aun así, muchas familias y residentes tienen muchas quejas y problemas de mala atención en algunos centros...
He escuchado quejas de familiares por prendas de ropa perdidas, poca flexibilidad con la comida o demoras en dar un vaso de agua. No digo que esté bien, nadie debería esperar para calmar su sed ni comer algo que no le guste. Pero también les recuerdo que muchas personas darían lo que fuera por estar en una residencia como esa. No digo que todas funcionen perfectamente, porque deben mejorar mucho. Ahora bien, cuando alguien afirma que en una residencia nunca se da medicación o comida, me cuesta creerlo. Entre decir que algo funciona mal y que todo es un desastre, hay una gran diferencia.
Hay una responsabilidad política también.
Eso, sin duda. España gasta más o menos un 0,7% del producto interior bruto en cuidados de larga duración. Nuestros vecinos del norte, están gastando el 1,8, el 2 o el 3%. Si queremos mejorar, tenemos que aumentar el porcentaje. Si no aumentamos, habrá que atender al mismo número de personas que ahora y dejar a los demás sin atención, o atender a más personas y gastar menos por persona. En estos momentos, no hay otra opción. En todo caso, desde la Administración se han hecho cambios. Desde hace unos años, por ejemplo, se ha ido poniendo mucho peso en el funcionamiento de las residencias con protocolos, registros, programas y gestión de calidad.
¿Cuál es el perfil de un residente medio?
Simplificándolo mucho y teniendo en cuenta que hablo de una media, normalmente son mujeres mayores de 85 años, que suelen tomar unos siete fármacos al día, tienen tres enfermedades activas, y entre un 40 y 50% tienen graves problemas cognitivos, como Alzheimer u otras demencias. Además, uno de cada tres residentes, necesita una silla de ruedas para moverse y, también alrededor de uno de cada tres, requiere llevar un absorbente (pañal) en algún momento del día.
Simplificando, el perfil de residentes son mujeres mayores de 85 años, que suelen tomar unos siete fármacos al día, tienen tres enfermedades activas, y entre un 40 y 50% tienen graves problemas cognitivos
¿Y cuántos empleados hay por residente?
La ratio mínima de profesionales la establece la legislación de servicios sociales de cada comunidad autónoma. No es común, aunque de forma general (casi todas) podríamos decir que hay un trabajador a jornada completa por cada dos residentes. La SEGG (Sociedad Española de Geriatría y Gerontología) publicó un cuadro comparativo que refleja esta realidad.
¿Qué diferencias existen entre residencias públicas, concertadas y privadas?
El servicio que ofrecen todas las residencias es el mismo: un servicio hotelero, sustituto del hogar, con apoyo para las actividades de la vida diaria y con soporte sanitario. Puede que algunas difieran de otras, sobre todo, porque algunas se construyeron hace más de 40 años y tienen un tipo de distribución, mientras que las residencias más modernas, tienen otra. Lo que realmente cambia entre una residencia privada, pública o concertada es quién paga por la estancia de esa persona. En una residencia pública, el edificio y el personal corresponden a la administración, y el ingreso se gestiona a través del sistema de dependencia con el trabajador social del ayuntamiento. En una privada, la persona o su familia paga directamente. Hay una solución intermedia, las concertadas, residencias privadas con plazas públicas: el edificio y el personal son privados, pero los usuarios acceden por el sistema de dependencia. Lo que paga la persona y lo que cobra la residencia se fija mediante un sistema público de licitación o concierto.
Lo que cambia entre una residencia privada, pública o concertada es quien paga por la estancia de esa persona; el servicio es el mismo

Una sala de estar de la residencia Centre Park, en una imagen de archivo.
¿Qué tenemos que tener en cuenta a la hora de elegir una residencia para un familiar?
Es un momento difícil, porque estamos delegando en un tercero algo que, en el fondo, sentimos que deberíamos —y querríamos— hacer nosotros mismos, pero que no siempre es posible, ya sea por falta de tiempo, obligaciones, trabajo o razones logísticas, como cuando no puedes físicamente mover a tu familiar. Para tomar esta decisión, lo primero es identificar las necesidades y comparar opciones sobre las habitaciones, certificados de calidad, qué incluye el precio, cómo es el contrato, la ratio de personal, los metros cuadrados… Tras explorar las que más te interesen, recomiendo visitar al menos dos o tres.
¿Y en qué debemos fijarnos o poner atención?
Lo más importante de la visita es que el lugar te genere confianza. Si percibes evasivas o respuestas poco claras, probablemente no será tu residencia, porque seguirás desconfiando después. Todas las residencias suelen administrar la medicación y ofrecer un trato adecuado, aunque, como en cualquier lugar, pueden cometer errores; sin embargo, creo que ocurren menos fallos que cuando se está en casa.
¿Qué otros consejos daría?
Hablar con el director, el personal y familiares que encuentres allí te ayudará a formarte una opinión más completa. Sobre las reseñas en internet, suelo ser un poco escéptico. Otro punto básico, pero que a veces olvidamos, es leer detenidamente el contrato y el reglamento de régimen interior, así como los horarios, la organización de las comidas, etc., y aprovechar para resolver cualquier duda que tengas. Finalmente, es fundamental hacer partícipe a tu familiar en la decisión, incluso si tiene deterioro cognitivo. Un error muy típico cuando se buscan residencias es preparar sus maletas y llevarlo sin avisar; de un día para otro, la persona pasa de vivir en su casa a un lugar distinto que no conoce de nada. Eso puede agitar, agobiar y entristecer a cualquiera, por lo que intentar ver desde sus ojos, y ponerse en su lugar, será de ayuda a que el proceso sea mejor y más llevadero para todos.
¿Y la letra pequeña?
En la mayor parte de España, seguramente la residencia que a ti te gusta, no va a tener plazas, porque casi todas están llenas. Es muy probable que después de seguir todos los pasos que he comentado, al final, tú o tu mayor tengan que ingresar en la única residencia donde hay sitio disponible y que ni siquiera sea ninguna de las que estaba en tu lista de favoritas. Quizás está muy lejos, no es como la que esperabas, no es tan moderna, tan grande, tan acogedora, etc. Pero es la que ofrece el servicio y tiene plazas.
Algo habrán cambiado en los últimos años. ¿Qué transformaciones destacaría?
Las residencias que existen desde hace más de 20 años siguen siendo iguales. Pero las que se han ido construyendo desde hace unos 15, han ido adoptando la idea de la atención centrada en la persona. En vez de cuidar solo las necesidades, se presta atención en la persona. Desde un punto de vista arquitectónico, esta filosofía defiende que las residencias se sectoricen, es decir, que, en lugar de funcionar como un hotel o un hospital, sean como un edificio de vecinos, en el que la persona viva con otras 15 o 20, formando una pequeña comunidad. Se trabaja con empleados de atención directa específicos, de manera que la habitación, la sala de estar sean siempre las mismas.
Las residencias que se han ido construyendo desde hace unos 15, han ido adoptando la idea de la atención centrada en la persona
¿Hay mejor atención?
La primera residencia que visité fue hace 34 años y han mejorado muchísimo. Hay que destacar que en las residencias actuales hay mucho más personal que antes, por ejemplo. Es verdad que antiguamente, la gente entraba menos deteriorada que ahora. En una residencia actual es normal que la plantilla cuente con médico, enfermera, psicólogo, terapeuta ocupacional, trabajador social, fisioterapeuta o un educador social. Antiguamente, el médico, la enfermera o el fisio iban solo de vez en cuando. Este cambio se está llevando a cabo desde hace años en Suecia, Holanda, Dinamarca, Finlandia, y ya está llegando a España. Pero no olvidemos que no se han tirado las residencias antiguas, por lo que es muy probable que una persona que visite residencias, siga viendo algunas con la distribución y filosofía de tipo hotelero u hospitalario de antes.
¿De qué manera ha afectado la digitalización?
Ha tenido un impacto tremendo. Han empezado a adoptar sistemas de gestión internos que les permiten optimizar recursos, gestionar mejor el personal y mantener una comunicación fluida con las familias. Pero el verdadero cambio está en la forma de entender la relación con los usuarios. Antiguamente, las residencias eran cerradas, mientras que ahora, están más conectadas con las familias y el mundo. Pueden ofrecer más transparencia, acceso a información en tiempo real y servicios personalizados, algo que antes era impensable.
La percepción que tiene la gente de las residencias también será otra, ¿no?
Aunque las encuestas de calidad en residencias arrojan resultados razonablemente positivos, la percepción general está marcada por la fuerza expansiva de lo negativo. A veces, los familiares critican la residencia, pero no sacan de allí al residente ni un rato. Las palabras dicen que no les gusta la residencia, pero su actitud dice que albergan algo de confianza. Hay que encontrar un equilibrio. Es un sector donde la percepción subjetiva y la culpa tienen mucho peso. Si a tu padre no le gusta la coliflor del menú, por ejemplo, puede que el problema no sea la comida, sino que no puede elegir. En algunas residencias eso sí es posible, pero cuesta más dinero, claro. El cambio clave es la transparencia, apostamos porque se sepa lo que pasa dentro de las residencias; muchas personas se sorprenderían positivamente. Hay una imagen negativa que, en parte, es injusta: de las 5.000 residencias en España, quizá solo 30 son realmente nefastas.
A veces, los familiares critican la residencia, pero no sacan nunca de allí al residente
¿Qué desafíos enfrentan actualmente las residencias?
Se plantean dos retos principales: los recursos humanos y la financiación. En cuanto al de personal, está siendo difícil captar y mantener al personal cualificado, especialmente enfermeros, muchos de los cuales emigran tras acabar la carrera. Una posible solución sería traer talento de otros países (de Latinoamérica sería lo más lógico, por el idioma y la cultura), pero cuesta mucho hacer la convalidación del título. Además, los enfermeros suelen preferir empezar a trabajar en hospitales y no en residencias. También hay un problema demográfico: cada año se jubilan más enfermeros que los que se gradúan de las facultades. El segundo reto es la falta de dinero. Más del 60% de las plazas son contratadas por la Administración, que fija el precio del concierto, lo que limita los salarios del personal. Pasar de gastar un 0,7% del PIB al 2% sería adecuado para afrontar el cambio demográfico.
Entonces, ¿en qué puntos tienen que mejorar los centros?
Hay que profundizar mucho en transparencia: abrirse al exterior, hacer más actividades visibles y permitir que la gente sepa qué servicios ofrecen, en qué condiciones, a qué precio y las valoraciones de otros. No debe haber sorpresas. También deben ajustarse lo más posible a lo que quiere la persona mayor, aunque no siempre coincide con lo que quiere su familia o la inspección. A los residentes hay que preguntarles, escucharlos activamente, entender qué necesitan, incluso más allá de lo que expresan, además de dejarles elegir. Estar con ellos, a veces, es tan simple como dar la mano, preguntarles cómo están o pedirles que nos cuenten si están teniendo un mal día. El geriatra Bill Thomas habla de tres plagas que matan a los mayores: la soledad, el aburrimiento y la sensación de inutilidad. No hace falta hacer grandes proyectos ni cambios, sino buscar momentos pequeños de felicidad.
En los geriátricos deben preguntar a los residentes, escucharlos activamente, entender qué necesitan, incluso más allá de lo que expresan, además de dejarles elegir. Estar con ellos, a veces, es tan simple como dar la mano, preguntarles cómo están
¿Por ejemplo?
En Noruega, por ejemplo, integran niños, animales, música y baile en las residencias. Hay algunas en las que cada dos semanas hacen terapia con animales o tienen acuerdos con algún colegio para que los alumnos visiten a los mayores durante todo el año (no solo en Navidad). O también organizan clases de historia, donde los residentes —sobre todo quienes han sido profesores— pueden aportar mucho. Fomentar estas relaciones intergeneracionales ayuda a combatir la soledad, el aburrimiento, y favorece que los mayores se sientan útiles. Una idea interesante fue la de una residencia que iba a contactar con academias de idiomas para organizar clases de conversación con personas mayores de otros países. Me pareció una propuesta extraordinaria.