“A los 70 me he atrevido a hacer lo que no me atrevía a los 20”: Yayabushcraft, la 'youtuber' sénior que vive en una cabaña en el bosque construida por ella misma

'Después de los 60'

Con los 68 cumplidos y un relato vital de lo más completo a su espalda, tomó la decisión de cumplir uno de sus grandes sueños: instalarse en la naturaleza y construir su propio hogar en medio de la nada

Dos años después de emprender tan particular reto, y tras animarse a compartir el proceso en las redes sociales, Yayabushcraft acumula más de 90.000 seguidores en Instagram y otros tantos miles si se suman sus perfiles en el resto de plataformas

Yayabushcraft.

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Ni desvela su nombre real, ni el punto preciso del mapa que habita. Eso sí, no tiene reparo alguno en compartir con el mundo cómo es su casa. A fin de cuentas, el de Yayabushcraft, como se hace llamar en las redes sociales –con más de 90.000 seguidores en Instagram y otros 11.000 en YouTube–, no es un hogar al uso. Es una cabaña construida con sus propias manos, en algún rincón del bosque, donde la madera, la piedra y la cal se mezclan con el tiempo, la perseverancia y una idea obstinada: vivir según sus propias reglas, a los 70 años.

“Yo soy una mujer muy hiperactiva, muy curiosa, con una mente que nunca está quieta y nunca lo ha estado”, se define con un autoconocimiento afilado por la experiencia. “Un buen día, navegando por Internet, me encontré con unos vídeos de bushcraft –la tendencia de construir la propia casa en un entorno rural y solamente usando elementos naturales–, y algo se encendió en mi cabeza”, se explica sobre la génesis de esta particular forma de existir en el mundo. No era la primera vez que esa llama aparecía. En su infancia, mientras su padre devoraba westerns, ella quedó prendada de las cabañas que salían en pantalla. De esa vida al margen de las urbes. “Todos mis héroes vivían en cabañas en pleno bosque”, recuerda.

Yo soy de romper moldes, de quemarlo todo; siempre lo he sido

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Tuvo que esperar hasta los 68 años para que ese viejo anhelo regresase con una fuerza inesperada. Empezó viendo vídeos “larguísimos, de dos horas” y terminó levantando su primera estructura rudimentaria en mitad de la nada. “Quería hacerla yo; no comprarla, no, hacerla”, insiste, a la vez que señala que “el terreno donde estoy no es mío, me lo han dejado por cinco años, con contrato”. En otras entrevistas, como una charla con El Español que data del pasado verano de 2024, se atrevía a señalar que su primer intento fue un desastre. Casi se le cae encima, pero nada la paró. Cosa de ser “un poco obsesiva-compulsiva”, o lo suficientemente tenaz para no resignarse a la hora de volverlo a intentar. Y a base de prueba y error, lo consiguió. Hasta el día de hoy, en que, lejos de ampararse en la épica –y con su casa cada vez más sólida–, su tono se apoya en una naturalidad que desarma.

Yaya, como se deja acuñar, a veces se ríe de sí misma, pero se detiene para afinar una idea. La de que no pretende dar lecciones ni encorsetarse en demasía: “Yo soy de romper moldes, de quemarlo todo. Siempre lo he sido. Pasé por muchas profesiones. Fui periodista. Escribía sobre ciencia y tecnología en los medios. Y un día lo dejé todo”. ¿Por qué? Porque su vida, dice, ha sido un constante ejercicio de aprendizaje y reconstrucción. “Cada vez tengo menos creencias limitantes. Y sigo las pautas de mi corazón, en la medida en que mi cuerpo de metro sesenta y unos cuantos kilos me lo permite”, bromea.

Cuando vivía en la ciudad, pasaba por calles y tenía la necesidad de meter los dedos en la tierra

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Es de recibo poner sobre la mesa que, antes de llegar a su base actual, viajó. Y mucho. Vivió en París, Londres y Berlín. Además, más allá del periodismo, enseñó fotografía y aprendió yoga en India, en todo momento buscando estar cerca de algo esencial: “Recuerdo que cuando vivía en la ciudad, pasaba por calles tenía la necesidad de meter los dedos en la tierra. Necesitaba olerla. Literalmente”. De ahí que, por mucho que Barcelona sea su lugar de origen –el barrio de Gràcia, para ser exactos, aunque no le gusta dar más detalles porque “no quiero que piensen que soy ‘pija’, porque no lo soy; soy bohemia”–, la montaña ha quedado reconvertida en el mejor espacio para desarrollar su cotidianidad.

Al hilo de lo anterior, matiza: “Los bohemios ya no existen, porque la clase media ya no existe. Pero quienes hemos sido los ‘bichos raros’ en familias acomodadas, sabemos lo que significa”. Lo resume con una imagen divertida: “¿Qué hace un pijo? Lleva gafas Prada y no se las mancha. ¿Qué hace un hippie? Nunca se pondría unas gafas Prada. ¿Y un bohemio? Lleva gafas Prada manchadas… ¡Como yo! Trabajo con mis gafas llenas de cal, y feliz. Para mí eso es ser descarada, en el buen sentido”.

Yayabushcraft

“Con lo que comparto en mis vídeos, el que quiera, ahí tiene un ejemplo. Esa es mi forma de compartir: haciendo mi vida”, cuenta Yayabushcraft.

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Un descaro que, ante todo, no predica. Tampoco camina por los márgenes: los habita. No hay pretensión de agradar. Ni siquiera para convencer. “Yo no convenzo a nadie”, asevera con firmeza. “Con lo que comparto en mis vídeos, el que quiera, ahí tiene un ejemplo. Esa es mi forma de compartir: haciendo mi vida. ¿Qué mejor mensaje que ver a alguien que hace lo que piensa?”. Tan sencillo como que, para ella, la libertad tiene poco que ver con banderas o discursos. 

Desde su prisma es algo mucho más íntimo: “La mayor expresión de libertad es que lo que pienso, lo que digo y lo que hago vayan en la misma dirección. No pienso ‘A’, digo ‘B’ y hago ‘C’. Eso no siempre fue así, ¿eh? No nací así de lista. Yo nací más tonta, lo juro. Pero soy muy tozuda. Y consigo las cosas por tozuda”. El caso es que, más allá de lo emocional, es inevitable referir a que su día a día poco o nada tiene que ver con una zona de confort al uso.

La mayor expresión de libertad es que lo que pienso, lo que digo y lo que hago vayan en la misma dirección

Yayabushcraft70 años

Esa forma de vida implica esfuerzos. Desde cargar troncos e improvisar soluciones hasta levantar estructuras. ¿Cómo lo logra? “Mira, ahí entra, evidentemente, la postura corporal y la respiración. Siempre”. Cuando empezó a practicar bushcraft, se encontró con una realidad muy distinta a la que veía en redes: “Todos los vídeos que hay en YouTube sobre bushcraft los hacen tíos, cachas y jóvenes. Alguna chica hay, pero también es joven. Hay una mujer en Canadá, tiene unos cincuenta y pico, pero no hace lo que hago yo. Ella tiene pareja que la ayuda. Pero de 70 años, te lo digo con la boca bien abierta: no hay nadie”.

Por eso decidió poner su cuerpo al servicio de su vida. Buscó ayuda en un joven del pueblo, diseñó una rutina para ganar masa muscular, y cambió su dieta radicalmente. También cuida su diafragma al moverse, protege su microbiota intestinal “porque eso repercute directamente en mis lumbares”, y hace ejercicios de respiración cada día. “Es que me conozco el cuerpo humano al dedillo. Entonces sé muy bien cómo tratarlo.” Y, sin embargo, no presume de salud de hierro. Tiene enfisema pulmonar, pero eso no la frena. “Yo creo mucho en las energías, en el trabajo interior. Eso lo tengo hipermega trabajado. Y los resultados los tengo, claro”.

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La youtuber se revela como mucho más que un personaje viral, partiendo de que su vida no es ningún experimento. No busca la aprobación ajena. Le interesa, en cambio, conectar desde otro lugar: “Me reconozco en la parte onírica [de la joven que fui], sí. Pero lo que te puedo decir es que a los 70 me he atrevido a hacer lo que no me atrevía a los 20. Entonces había demasiada rabia, demasiado dolor, demasiada queja… Todo eso me impedía sacar lo mejor de mí”.

¿Y qué se lo permitió? “La experiencia. Hay un refrán que dice que el diablo sabe más por viejo que por diablo. Es totalmente cierto”. Si hay una constante en su discurso, es esa mezcla de lucidez y desenfado, entre la dureza y la ternura. Como cuando se le pregunta por qué no trata de hacer entender a los más desencantados de que el cambio es posible, incluso después de los 60: “Nada. No les diría nada. ¿Para qué voy a echar mis palabras al vacío?”.

La libertad es poder andar conmigo misma sin que mis emociones me pongan trabas; estar rodeada de problemas, y que ninguno te afecte

Yayabushcraft70 años
Yayabushcraft, con Marc de @monxileros.

Yayabushcraft, con Marc de @monxileros.

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Rechaza el papel de guía y el dogma. Rechaza la idea de que la vejez viene empaquetada con verdades absolutas. “El problema hoy es que muchos de 70 creen que saben más solo por la edad, y muchos de 20 creen que los de 70 están obsoletos. Pero si ambos son inteligentes, uno escucha y el otro aprende”. Esa filosofía de diálogo intergeneracional es la que explora en el pódcast 2edades, junto al colectivo Monxileros (@monxileros), con quienes mantiene una relación de profundo cariño y respeto. “En el último capítulo Marc me preguntaba: ‘Yaya, ¿cómo ves la muerte?’ Y ahí reflexionamos. Un chaval de 23 y una señora de 70 hablando del mismo tema. Eso es lo que hacemos”.

Para ella, la soledad no es una amenaza. Ni siquiera un problema. “Yo, conmigo misma, nunca estoy sola”. Y tal vez ahí esté la clave de todo. En la forma de mirar e incluso vivir su edad como una conquista, no como una rendición. En la serenidad con la que habla de libertad, sin adornos: “Para mí, la libertad es poder andar conmigo misma sin que mis emociones me pongan trabas. Más que control, es gestión. Autogestión. Estar rodeada de problemas, y que ninguno te afecte. Que nada ni nadie te quite la sonrisa, aunque estés en medio del infierno”.

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