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Cristina del Valle, cantante de Amistades Peligrosas, 65 años: “Tuve managers que me decían que me limitara a calentar a los hombres; llegué a pesar 36 kilos porque el coste fue enorme, acabé en el hospital”

Vips Séniors 

Tras crecer en un entorno de violencia extrema y huir con su madre y sus tres hermanas, Cristina del Valle conjugó el activismo social con la banda Amistades Peligrosas, que arrasó en los 90 y que este año lleva más de 70 conciertos en España y América Latina

Creadora de la Plataforma de Mujeres Artistas, durante 14 años recorrieron países en guerra y en conflicto, denunciando violaciones de derechos humanos y fueron premiadas por el Parlamento Europeo

Cristina del Valle, cantante

Cedida

Hace una semana, Cristina del Valle (Oviedo, 1960), estaba dando un concierto en Vigo. Seguramente el público no notó nada, dado que es un volcán en erupción en cada actuación, pero su mente estaba lejos. Habían operado a su perro y le había dicho que estaba grave. Por eso, aunque asegura estar “contenta”, reconoce que ha sido una semana tremenda. “Mi perro tiene tiene 23 años, es un abuelo. Se descompensó, ingresó en urgencias, ahora ya está en casa, sin dientes, pero recuperándose. Y yo vuelvo a sentirme feliz”.

Con una vida marcada por crecer en un entorno violento, del que huyó junto a su madre y sus tres hermanas, y el amor al arte, Cristina del Valle es una mujer auténtica y generosa que viene siempre de frente. Quien la conozca sabe de su feminismo, su amor por los animales, su espíritu combativo y su coherencia. Algo que hizo que abandonara el grupo Amistades Peligrosas cuando más éxito tenían. “La compañía quería que dejara de lado mi activismo. Preferí irme y mantener mis principios”, cuenta. Hoy, recuperada su amistad con Alberto Comesaña, “gracias a su mujer, Poli”, apostilla, vuelve a disfrutar del éxito a los 65 años. “Estoy disfrutando de cada segundo”, confiesa.

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¿Cómo te recuerdas de niña?

Tengo pocos recuerdos. Mi infancia estuvo marcada por la violencia extrema en casa, y mi cerebro borró mucho para protegerme. A veces en conciertos se me acercan antiguas compañeras de colegio, me dicen que eran mis mejores amigas y no las recuerdo. Es increíble cómo la mente se defiende.

¿Cómo eras?

Súper mandona, líder total. La jefa de la banda del barrio, siempre rodeada de chicos. Muy protectora con mi madre y mis hermanas. Si alguien les decía algo, yo me enfrentaba. Entraba en pánico si un hombre miraba a mi madre en la calle. También era muy musical: cantaba, bailaba, me disfrazaba. Pero tenía un defecto horroroso, no sabía perder, ni a las canicas, ni a ningún juego.

Con siete años ya veía que los hombres tenían privilegios en la casa, en la mesa, en la calle. Yo preguntaba por qué 

Cristina del ValleCantante y activista

¿Cuándo tomaste conciencia de la desigualdad de género?

Muy pronto, con siete años. Veía que los hombres tenían privilegios en la casa, en la mesa, en la calle. Yo preguntaba por qué tenían siempre el mejor plato. Detectaba esa sensación de que ser hombre era un carnet de derechos y ser mujer, un riesgo.

¿Cómo has procesado crecer en un entorno de violencia machista?

Sanar pasa por poner voz. Desde los 12 años milité en movimientos de barrio, asociaciones de mujeres… Mi madre fue mi referente. A pesar del drama, se rebeló. Antes de escapar, mi padre intentó asesinarla. Así que nos fuimos de noche con lo puesto. Nos escondimos en las Adoratrices, cinco meses sin ver la luz. En aquellos años, la policía buscaba a las mujeres maltratadas como a criminales, por abandono de hogar. Luego fuimos moviéndonos por casas de familiares, mientras él nos buscaba y acabamos en Valencia. Mi madre nunca se rindió. Con siete años la acompañé a comisaría a denunciar después de una paliza y vi cómo se burlaban de ella. Crecí con desconfianza en el sistema y un espíritu crítico enorme.

Con siete años acompañé a mi madre a comisaría a denunciar después de una paliza de mi padre y vi cómo se burlaban de ella 

Cristina del ValleCantante y activista

Cristina del Valle, cantante. 

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Eso debió marcarte…

Muchísimo. Vivía en alerta permanente. Por las noches me escondía tras las puertas para escuchar si pasaba algo. No dormía. A los siete años tomaba Valium para poder descansar. Esa alerta sigue en mí, aunque esté charlando, estoy atenta a todo lo que ocurre alrededor. También afectó a mis relaciones, a la vida sexual, a la confianza.

La música, ¿fue una forma de sanación?

Totalmente. Para muchos artistas es medicina, y para mí lo fue desde niña. Me salvó, me permitió expresar el dolor y transformarlo.

Estudiaste Derecho y Criminología…

Sí, pero no acabé nada. Quería ser técnica de prisiones porque me atraía como reflejo de los fallos del sistema. Trabajé ocho años de voluntaria en la cárcel de Valdemoro, pero mi vocación artística era más fuerte. Me sigue encantando aprender, la formación no es solo académica.

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Tu capacidad de organización y control, ¿viene de la infancia?

Sin duda. Fui adulta desde pequeña. Mi madre tomaba decisiones con nosotras, las cuatro hermanas, como un equipo. Eso me hizo madurar, desarrollar resistencia y una capacidad de gestión enorme. De ahí mi empeño en no callarme nunca ante la injusticia.

Tu madre es un ejemplo de fortaleza.

Absolutamente. Hoy tiene 90 años, canta en un coro. Me cuenta cómo le fue en su concierto y me emociona.

¿Cómo recuerdas los 90?

Fortísimos. Yo venía del éxito de Amistades Peligrosas y tenía plaza fija como funcionaria. Porque a pesar del boom, yo tenía los pies en el suelo. Por las mañanas era funcionaria, por las tardes corría a los ensayos, al teatro, los locales de música, y por la noche al Rockola. Vivía una doble identidad, de día funcionaria, de noche punk, con tachuelas y el pelo rojo. Pero nunca bebí, nunca probé drogas ni fumé; solo agua. Eso me daba una resistencia brutal para mantener ese ritmo.

Yo venía del éxito de Amistades Peligrosas y tenía plaza fija como funcionaria. Tenía los pies en el suelo

Cristina del ValleCantante y activista

Las letras de Amistades Peligrosas tenían un trasfondo de libertad. ¿Qué querías transmitir?

Ya estaba metida en el feminismo, y hablaba de sexualidad y sensualidad desde la igualdad. En cada canción cuidaba el lenguaje inclusivo, el respeto al otro, el derecho al placer. Incluso jugábamos con textos bíblicos para darles la vuelta. En los 90 hablábamos abiertamente de amor sin cosificación, cuando la música comercial no lo hacía.

Abordasteis temas polémicos.

Sí. Hicimos canciones contra el racismo, sobre eutanasia, libertad sexual. En un videoclip yo iba vestida de hombre y me enrollaba con otro hombre. Eran mensajes de libertad, sin apología de la violencia. Para mí la música debía ser un instrumento de cambio social, no solo entretenimiento. Eso generaba choques constantes con las discográficas y los managers.

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En pleno éxito decidiste dejar el grupo. ¿Por qué?

En 1998 me fui porque la música para mí debía crecer hacia el compromiso social y la compañía solo buscaba comercialidad. Yo hacía conciertos en polideportivos, pero por la mañana me iba a cárceles, centros de menores o casas de acogida a cantar en acústico. Eso generaba conflictos, querían que no lo hiciera. Preferí irme y mantener mis principios.

Y formaste la Plataforma de Mujeres Artistas. ¿Cuál era su objetivo?

Que el arte reforzara los movimientos de mujeres, apoyar a víctimas de violencia, trabajar por el cambio social y ejercer activismo desde el cuerpo a cuerpo con las realidades más duras.

¿Qué logros destacarías de la Plataforma?

Que decenas de artistas, cada una con su individualidad, actuáramos unidas en escenarios internacionales para dar voz a mujeres silenciadas. Durante casi 14 años recorrimos países en guerra, denunciamos violaciones de derechos humanos, pedimos protección para activistas como nuestra amiga común Lydia Cacho, apoyamos a las madres de Juárez… El Parlamento Europeo nos premió con el Silver Rose por estas acciones pioneras.

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Tu implicación ha ido siempre más allá de los escenarios.

Mi casa es un centro de operaciones. Organizábamos rescates nacionales e internacionales. A veces teníamos que disfrazarnos, cambiar de coches, llevar pruebas. He tenido agresores vigilando mi puerta, y aun así seguíamos. Esta casa ha visto a directoras de cine iraníes amenazadas, líderes palestinos, mujeres escondidas para salvar su vida y la de sus hijos….

Habrás vivido momentos de enorme riesgo.

Muchos. En Irak recibimos amenazas de muerte y presiones políticas. En Palestina sufrimos campañas de difamación y manipulaciones mediáticas. Eso te cambia para siempre. La gente no entiende el brutal alcance de un bloqueo. Cuando ves uno, entiendes que es un acto de terrorismo de Estado y ya no hay vuelta atrás.

Mi casa es un centro de operaciones. Esta casa ha visto a directoras de cine iraníes amenazadas, líderes palestinos, mujeres escondidas para salvar su vida y la de sus hijos….

Cristina del Valle

¿Sigues con ese compromiso?

Sigo igual, aunque ahora el activismo es más de base y cibernético. En cada concierto hablo de Palestina, denuncio la ocupación y la manipulación informativa. Sigo en contacto con la embajada palestina, con médicos y amigos que viven allí. Mi papel es apoyar, dar voz y desmontar mentiras, a pesar del coste personal y profesional. Palestina es la gran vergüenza del mundo, 77 años de ocupación y silencio. He estado allí, he pasado por los puestos de control, he visto niños morir por falta de medicinas. Ahora el genocidio es televisado y no hay excusa para mirar a otro lado. La gente de a pie se está movilizando como nunca, eso me da esperanza. Si no denuncias el genocidio o lo justificas, para mí eres un monstruo.

Has pagado un precio alto por tu compromiso.

He recibido amenazas de muerte, campañas de difamación, censura en medios, cancelación de conciertos. Pero no negocio con el miedo. La cultura es un arma de paz y, aunque el poder intente silenciarte, siempre habrá gente dispuesta a escuchar y a actuar.

¿Cuál es tu mayor aprendizaje de vida?

Lo que me enseñó mi madre, la coherencia. Que ideas y acciones vayan de la mano. También que las mujeres, cuando trabajamos juntas, podemos cambiar el mundo.

En cada concierto hablo de Palestina, denuncio la ocupación y la manipulación informativa. Sigo en contacto con la embajada palestina, con médicos y amigos que viven allí 

Cristina del Valle

¿Cómo ves el feminismo actual, hay desconexión entre generaciones?

No creo en la nostalgia ni en que todo tiempo pasado fue mejor. El feminismo nunca ha sido uniforme ni lineal, hay tantos feminismos como mujeres. La riqueza está en el debate, no en la confrontación. Los cambios han sido increíbles. Si hoy hay una reacción tan virulenta de la extrema derecha es porque las mujeres hemos tocado los cimientos del sistema. Las jóvenes están tomando el relevo con fuerza. El machismo se adapta, pero el movimiento sigue avanzando imparable.

En la música, ¿has sentido discriminación por ser mujer?

Muchísima. Tuve managers que me enviaban documentos diciéndome cómo vestirme, decían que no hablara de temas sociales, que me limitara a calentar a los hombres. Llegaron a bloquear mis cuentas para obligarme a firmar. Muchas compañeras sufrieron acoso sexual a cambio de grabar un disco. Yo nunca cedí, pero el coste fue enorme: llegué a pesar 36 kilos, terminé en el hospital por agotamiento. Por eso dejé Amistades en los 90, no iba a negociar mi dignidad.

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¿Ha cambiado la industria?

Ha mejorado, pero sigue faltando representación femenina en festivales y espacios de decisión. Ahora las artistas jóvenes plantan cara. Me encanta ver a mujeres como Lola Índigo, Rozalén o Amaral mostrando su cuerpo si quieren, sin pedir permiso, rompiendo moldes. Algunas sufren presiones, pero las nuevas generaciones son más fuertes y reconocen a las que abrimos camino. Hasta han hecho suyo el reguetón con letras súper libres.

¿Te gustaría hacer colaboraciones con ellas?

Me encantaría, y con Rosalía y Amaia. Esta generación de artistas es maravillosa, libres, fuertes, independientes…

Estás espectacular, ¿hay algún secreto de belleza para estar así a los 65?

En parte es genética, gracias a mi madre. Pero sobre todo es disciplina. Hago alimentación preventiva, soy vegetariana, eliminé azúcar, sal, grasas y ultraprocesados hace años. Hago deporte cada día, tengo un mini gimnasio en casa y una fisio maravillosa. Mi punto débil es el sueño, sigo luchando por dormir lo suficiente, porque en las giras el cuerpo va en contra del ritmo natural.

Me he inventado el término de ‘alimentación preventiva’… Es comer pensando en el futuro, en cómo envejecer con salud

Cristina del Valle

¿A qué llamas ‘alimentación preventiva’?

Es un término que me he inventado… Es comer pensando en el futuro, en cómo envejecer con salud. Eliminar lo que a largo plazo daña los órganos y priorizar alimentos que los protejan. Somos lo que comemos, y yo quiero llegar a los 90 bailando.

¿No has pasado por quirófano, ni te has pinchado nada?

No, me dan mucho miedo las agujas. He optado por cuidarme, para estar bien en el escenario y con el público, no para gustar a nadie. Casi no uso maquillaje fuera de los escenarios y nada de medicina estética. Las cremas son de farmacia y no uso demasiadas. El maquillaje es de marcas buenas, para evitar alergias y vegano.

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¿Cómo fue la vuelta con Alberto Comesaña?

Un ejercicio de perdón y disfrute. Fuimos pareja y el final fue muy conflictivo. Su mujer, Poli, jugó un papel clave, nos animó a no terminar como enemigos. Empezamos a hablar, a entender el dolor del otro, a perdonarnos. En plena pandemia nos reencontramos en un concierto y de ahí nació Alto el Fuego. Ahora somos casi familia. Hay discusiones, claro, pero las vivimos con respeto. Si tengo problemas con él, primero hablo con Poli, es estupenda, ya sabes, yo me entiendo muy bien con las mujeres. El objetivo es disfrutar lo que antes no supimos.

¿Cómo vives el éxito ahora?

Con felicidad inmensa. Este año hemos hecho más de 70 conciertos en España y América Latina. En los 90 yo estaba machacada por mi entorno, y subía insegura, convencida de que no valía. Hoy salgo al escenario fuerte, segura, disfrutona, aunque esté enferma o agotada. Pase lo que pase, ahí soy otra. Antes me devoraba la presión; ahora saboreo cada minuto. Tengo 65 años y llevo 42 cotizados, podría jubilarme, pero quiero morir en un escenario. La música es mi alimento vital. Mientras el cuerpo y la cabeza aguanten, seguiré.

La vuelta con Alberto Comesaña fue un ejercicio de perdón y disfrute. Fuimos pareja y el final fue muy conflictivo

Cristina del Valle

Mirando atrás, ¿qué ves?

Que la vida es resistencia y amor. No hay que callar nunca ante la injusticia, el arte puede ser una herramienta de cambio social. Y la fuerza de las mujeres, cuando se unen, es invencible. La esperanza se construye en lo pequeño.