Lejos del tópico de aquella niña que nos cautivó con sus increíbles ojos y esa expresión tan natural a tan temprana edad en El espíritu de la colmena (en 1973, dirigida por Víctor Erice), Ana Torrent (Madrid, 1966) sigue siendo tan brillante actriz como persona. Acaba de representar Las amargas lágrimas en el teatro, y aunque aún no nos puede desvelar qué par de series empezará a rodar el próximo enero, actualmente la podemos disfrutar en un brillante papel en Furia, producción dirigida por Félix Sabroso que se emite en HBO, y que, además, trata precisamente sobre mujeres que estallan, hartas de todo. Ejemplos perfectos de todo lo que cuenta esta brillante y lúcida actriz de tan largo recorrido, aunque siga siendo muy joven.
Tras protagonizar la campaña Por una cosmética libre de edadismo —un proyecto de la Fundación Grandes Amigos que persigue que España regule el lenguaje de los productos y la publicidad del sector cosmético—, Torrent nos habla de su preocupación sobre el edadismo que se ha implantado tan profundamente en la sociedad. Y reflexiona sobre los problemas de salud mental que este está provocando a los llamados “mayores”, sobre el propio concepto de ser mayor y sobre las injusticias y el falso uso de la idea de “antienvejecimiento” que impregna campañas y productos, y que está calando en la juventud de una manera muy negativa.
¿Qué le animó a participar en esta campaña?
Más allá de la presión que puedo sentir como actriz y mujer, es indudable que las actrices mujeres tenemos una grandísima presión con todo lo físico. Yo creo que tenía la sensación —o he tenido desde hace mucho tiempo— de que la sociedad no ayuda a envejecer con dignidad. En una etapa que ya de por sí va a traer algunos problemas, por desgracia, de salud o cognitivo o de soledad, de más paro… la sociedad, encima, lo hace más difícil. Y en lugar de que sea una etapa que se viva con la plenitud, con sabiduría y con todo lo que te da la edad, te aparta. La sociedad es muy cruel, en el mundo ahora mismo no hay respeto a hacerse mayor; a partir de una edad no le interesas a nadie, no cuentas y eso está creando mucha inseguridad, mucha soledad y mucho dolor en la gente mayor.
Y le añade más dificultad al tema...
Ahora tenemos una sociedad completamente enfocada a la juventud y, en todo caso, a la madurez temprana de los 40, pero no a partir de cierta edad. Y también es muy frustrante, porque es un camino que tenemos que recorrer todos. Además, ves que estás entrando en ese camino, lo notas, te das cuenta, y es un machaque continuo. Te persigue la idea de: ‘¡Qué horror, te estás haciendo mayor!’, y ver estos mensajes repetidos es un hartazgo. Por eso cuando me propusieron si quería hacer esta campaña pensé que merecía la pena.
Ahora tenemos una sociedad completamente enfocada a la juventud y, en todo caso, a la madurez temprana de los 40, pero no a partir de cierta edad
Porque, en su caso, sigue muy activa.
Sí, y trabajo con mucha gente, muchas veces con equipos jóvenes, que tienen una energía y hay un intercambio de ideas muy interesante y estimulante. Pero hay mucha gente mayor que llega a la jubilación y a estas edades con mucho miedo, hay mucha soledad, inseguridad, angustia y depresión, y muchos problemas también de los que no se habla.
Porque, además, hoy en día, la gente mayor ya no es “tan mayor” con 60, en cuanto a calidad de vida, energía…
Claro, pero sobre todo es a partir de jubilación, cómo la enfoca la gente, aunque los problemas de edadismo se tienen muchísimo antes. Mi personaje en Furia tiene mucho que ver con eso; son mujeres de 50 años, pero se enfrentan a la llegada de una generación nueva y ven como se las echa del trabajo. Esto es así y, cuando te pasa, a ver luego cómo y dónde lo retomas. Todos conocemos esta realidad por un montón de gente que tenemos a nuestro alrededor, que a partir de una edad no la cogen en los trabajos, porque no miran ni los currículums. Es una injusticia muy grande, porque en el mundo laboral una persona de 50 años tiene igual o más que ofrecer que una de 30. Tiene una experiencia de trabajo, de vida, de todo, pero da igual, quieren al de 30.
Además, es algo vinculado, en concreto, con la apariencia física, porque intelectualmente los mayores tienen más que ofrecer.
Tienes más que ofrecer intelectualmente, pero es verdad que la juventud tiene otra cosa que ofrecer, seguridad e imaginación. Entiendo que algunas empresas puedan apostar por eso, como por una capacidad de liderazgo, de decisión, de ideas nuevas, en contacto con la frescura… Pero debería haber un intercambio de ideas, porque las de la juventud muchas veces no tienen un poso detrás. La experiencia y la sabiduría la va a aportar una persona de más edad. Hay mujeres en puestos directivos de más de 60 años a las que siguen llamando de muchos trabajos, porque su sentido de la responsabilidad y capacidad de decisión y solvencia no lo suple una persona de 20 o 30.
¿Las siguen llamando porque están ahí, ocupando un puesto relevante? ¿Si no fuera así, porque la razón que sea, y con sus mismas capacidades las llamarían?
Eso influye, desde luego; en cuanto dejaran de estar ahí, ya no sería lo mismo. Y también va unido al físico, porque quieren una imagen joven: no soportamos envejecer, se tapa mucho y se quiere seguir negando. De ahí el tema de los tratamientos para seguir alargando esa juventud, ese físico, porque ahora mismo hay un culto brutal a la juventud. Y hay que cuidarse, es cierto. Yo me cuido, con cremas y cosas razonables, pero eso no significa que tenga menos valor que se te vea con más edad. En este punto se confunde todo: se confunde cuidarte y querer estar bien con obsesionarte con parecer joven.
Quieren una imagen joven: no soportamos envejecer, se tapa mucho y se quiere seguir negando
Anna Torrent.
¿Cree que la sociedad no está prestando importancia a la mala educación que transmiten estos mensajes en relación con la edad y el envejecimiento?
En efecto. Porque no se puede vivir tampoco de espaldas a la vida, y la vida implica un envejecimiento. Desde pequeños no estamos educados y concienciados de que hay que amar la vida, que la muerte es parte de ella y que envejecer es parte de ello.
Además, a la edad en la que se empieza a percibir esta exclusión, una puede estar solo en la mitad de la vida.
Sí, perfectamente te queda media vida. A veces alguien cercano te dice: “Es que a nuestra edad ya…”. Y yo les digo, ¿cómo que a nuestra edad? ¿A qué edad? ¡Si a mí me quedan un millón de cosas por hacer! Y a ti también. Que si sales menos, te responden, y cosas así. Pero, ¿cómo que sales menos?, les digo. Serás tú. Yo no salgo menos y muchas personas de esta edad tampoco. Trabajo igual, salgo igual, y es que, aunque fuera multimillonaria, seguiría haciéndolo. No dejaría de hacer todo lo que hago.
¿De la gente joven también se aprende mucho?
Sin duda. La gente que empieza tiene una energía, un valor y una positividad que me gusta compartir, hacer una fusión de ideas y de conocimientos aporta mucho.
¿Y nota que es recíproco? ¿La gente joven también valora esa fusión y trabajar con alguien con experiencia?
Me encanta la gente joven que tiene interés real en escuchar a la gente mayor, es bonito. Aunque hay otros que no. Es como cuando tú cenas con alguien de 80 años y disfrutas de lo que te cuenta, de sus conocimientos
¿Cuál es el tipo de papeles de mujeres mayores que más echa en falta?
Relacionados con trabajos, empresas, publicidad… a veces los roles de más edad son estereotipos, o al menos es lo que yo veo en series y películas. Cuando ponen a gente mayor es para hacer de la vecina anciana que cuida a los nietos de alguien o la que hace la gracia de la tercera edad. Pues no, pon a mujeres interesantísimas y maravillosas, de 60 o 70 años, que están viviendo, con amigas, que les pasan cosas, que tienen historias que contar. Es una batalla complicada, que en los últimos años ha ido a peor, de menos respeto y cuidado a la gente mayor.
Veo a muchas actrices que con 20 años ya están operadas, van todas a un mismo cánon de belleza
¿Tiene que ver con el concepto de antienvejecimiento que tanto nos venden y que, ya de por sí, transmite un mensaje negativo sobre envejecer?
Sí. Además, en primer lugar, estás usando una palabra que de por sí es mentira, porque el antienvejecimiento es un imposible, no puede ser. O antiedad. ¿Cómo que antiedad? Véndeme una crema para mi edad, para mi tipo de piel y para mantenerme bien, porque sí me voy a cuidar.
Entonces, ¿se mezclan promesas imposibles con la excusa de cuidarse?
Totalmente. Además, este concepto está calando muchísimo en alguna gente joven. Por ejemplo, yo veo a muchas actrices que con 20 años ya están operadas. Van todas a un mismo cánon de belleza.
Pero eso no sería antiedad, porque son jóvenes.
Se transmite una imagen idealizada de todo, como de lo que es la belleza. Cuando no está ahí, se transmite de otra manera. Hay algo de la belleza que la transmites o no, y los cánones son muy relativos.
¿Y las operaciones en personas de la industria del cine de más edad son muy frecuentes?
Desde luego, porque a partir de una edad hay muchísimas actrices que se hacen operaciones porque hay menos personajes en la industria, sobre todo a partir de los 50 años. Además, a menudo, aunque sea un personaje que hace de madre, ponen a una actriz de 45 años y ya está. Ocurre más en televisión que en cine, y las actrices sabemos que van a bajar los papeles que te ofrezcan. Siempre hay cuatro o cinco que afortunadamente siguen trabajando mucho, pero, por ejemplo, donde antes había 30 personajes de películas de mujeres de 50 o 60 años, ahora hay ocho. La cosa se complica.
Un hombre de 50 o 60 está en su plenitud, mientras que una mujer ya está de bajón, se les ve de otra forma
¿Y en el caso de los hombres, ocurre lo mismo?
No, se alarga más, se retrasa. Un hombre de 50 o 60 está en su plenitud, mientras que una mujer ya está de bajón. Se les ve de otra forma. Otra cosa es en el teatro, porque no tiene un primer plano. Por eso muchas actrices, a partir de una edad, hacemos más teatro, porque en él encontramos personajes importantes y muy buenos, donde los años no cuentan tanto. Si el personaje tiene 30 lo haces con 50, en el escenario es diferente.
Eso demuestra que el talento está ahí, lo que no está es el primer plano. Es brutal.
Así es. El primer plano es muy matador en cine y en televisión. Eso siempre ha sido así, por eso hay muchos grandes clásicos en los que, si lo piensas, hay papeles que están escritos hace muchos años en los que, lógicamente, eran madres o abuelas a los 30 o 40 años, y los están haciendo mujeres de 60. El escenario tiene la distancia. Y, de hecho, el público de teatro es también más femenino.
¿Las chicas jóvenes quieren hacer teatro?
Depende. Hay una mezcla de circunstancias. Por un lado, la gente joven que está demandada en un momento dado ve que en una serie le pagan lo que en tres años de teatro y, además, el teatro requiere de un compromiso, de giras y permanencia. Y, por otro lado, está el peso del escenario y de ser protagonista, que no es nada fácil. Muchas veces la madurez te da unos conocimientos para hacerlo que no tienes con 30.
Entonces, ¿cuál sería su mensaje a la industria del cine, a los directores y guionistas, y a la sociedad que promueve —consciente o inconscientemente— el edadismo?
Hay ejemplos que ya han cambiado en este sentido. Es el caso de Furia, pero son las mínimas. Hay que dar más voz y lugar a otras edades para que la sociedad trate con más respeto a la gente mayor y con experiencia. Después de una vida entera te mereces que te traten bien. También que se inculque más que el edadismo es un problema psicológico muy grande, de depresión, angustia y miedos. Hay que ponérselo menos difícil a los mayores, porque cuando se cumplen 60 años aún quedan muchos años por delante. Ser mayor no es negativo por el hecho de serlo, hay que respetarlo más. Y que no nos volvamos locos con la imagen.








