“Cada sesión es un regalo, ha sido transformador en mi vida”: acompañar a pacientes terminales con musicoterapia, a los 63 años

‘Después de los 60’

López estudió música y piano hace décadas, pero los vaivenes de la vida hicieron que lo dejara durante años; alrededor de la sesentena, y gracias a un voluntariado, decidió formarse en musicoterapia y ayudar a otras personas en sus últimos días

Montse López, durante una sesión de musicoterapia.

Montse López, durante una sesión de musicoterapia. 

Cedida

A los 16 años se puso a trabajar nueve horas al día en una fábrica de montaje con dos objetivos claros: comprarse un piano y estudiar música. Y a base de mucho esfuerzo, en un año, Montse López lo logró. “De niña me interesaba mucho la música, pero mis padres no me permitieron estudiar, así que trabajé hasta conseguirlo”, explica. Acabó formándose en piano durante seis años, pero ese empeño, sumado a la gran exigencia que implicaba, no fue suficiente para poder ganarse la vida con la música. Así que, siendo práctica, Montse se vio obligada a dejarlo de lado. No se imaginaba aún que un día la música volvería para no marcharse nunca más.

Lo que está claro es que la inquietud forma parte del carácter de esta mujer, natural de Barcelona. De joven tuvo una empresa de maquetas de construcción, luego trabajó como programadora o incluso en un comedor escolar. Hubo un punto en que la música se cruzó ligeramente en su camino y trabajó como afinadora de pianos, pero todavía no había llegado su momento. 

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A los 48 años se quedó viuda y al cargo de dos hijos, y cuando todo se hubo asentado un poco, empezó una nueva etapa como voluntaria en Paliaclinic, una fundación que acompaña a personas en la última etapa de su vida. “Siempre había tenido en mente hacer un voluntariado con personas que pasaran dificultades graves al final de su vida”, cuenta. Y ahí sí: había llegado el momento de desempolvar sus conocimientos musicales.

Fue entonces cuando le propusieron hacer acompañamientos con música, pero Montse reconoce que no sabía que la musicoterapia existía. “De repente tocaba una canción y vi el potencial que tenía la música de forma terapéutica, y a partir de ahí me interesé”, explica, así que hizo alguna pequeña formación. La primera oportunidad para ponerla en práctica fue acompañando a una joven monja que pedía acompañamiento musical para morir en paz. “Era muy urgente, porque se estaba muriendo, y yo estaba muerta de miedo… pero apliqué las pocas técnicas de musicoterapia que tenía y fue algo verdaderamente transformador en mi vida, algo se movió”, recuerda Montse.

En la primera sesión que hice apliqué las pocas técnicas de musicoterapia que tenía y fue algo verdaderamente transformador en mi vida, algo se movió

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De ahí nació la idea de hacer el máster —mientras lo compaginaba con un trabajo de administrativa en un CAP— y dedicarse a ello profesionalmente, aunque reconoce que su primer pensamiento fue tirarse piedras a su propio tejado: ¿cómo podía volver a estudiar a punto de entrar en la sesentena? “Pensé que ya tenía una edad, que dónde iba haciendo un máster a estas alturas, que tenía que pensar en la jubilación, pero mis hijos me empujaron a seguir mi ilusión, porque significaba unir las dos cosas que más me interesan en la vida: ayudar a las personas y la música”.

Al sortear ese bache del edadismo autoimpuesto, se lo sacó, y acabó creando AtuLado junto a su socia Nadia, un proyecto que justamente acompaña procesos de cambio, enfermedad o final de la vida a través de la música. “Tienes que adaptarte mucho a cada persona, no es lo mismo una sesión para un niño que está en cuidados paliativos que para una persona mayor con demencia; y también depende mucho del momento, del estado físico o del estado anímico de la persona”, explica.

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Algunas de las técnicas que utiliza son el baño sonoro, que consiste en crear diversos instrumentos que imitan los sonidos de la naturaleza, como las olas del mar, creando una atmosfera que envuelve a la persona. “Muchas personas sienten que viajan con la mente, es una manera muy fácil de trasladarse, y es muy interesante que eso pase en el final de la vida, cuando están tan deteriorados que no pueden hacer nada más”.

Otra manera de hacer musicoterapia es escuchando canciones, haciendo un trabajo previo que ponga en el centro los gustos de la persona acompañada. “Se tiene que hacer un historial de vida y musical, si a alguien le gusta la copla, no puedes ponerle ópera”, ejemplifica Montse. Y también es posible tocar instrumentos, cantar en directo o hacer improvisaciones, incluso apostar por una mezcla de todas las técnicas anteriores.

Para mí ha sido muy importante dedicarme a esto, cada sesión que hago es un regalo

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“Todos llevamos dentro la percusión y el ritmo, pero no lo desarrollamos, porque la sociedad en la que vivimos no lo fomenta si no tenemos estudios musicales, pero hay que pensar que todos, cuando estamos en el vientre de nuestra madre, lo primero que escuchamos son los ritmos de su corazón y la respiración de las digestiones, y eso lo tenemos interiorizado”, cuenta. “Es increíble cómo personas que tienen demencia entran a hacer actividades con ritmo”.

A sus 63 años, esta catalana ha conseguido dedicarse a esto y hacer de la música su profesión. “Me ha costado mucho, tras acabar el máster pensé que era una herramienta muy importante para las personas, y poco a poco fui dejando el trabajo y picando muchas puertas, me dejé llevar por lo que sentía que tenía que hacer; para mí ha sido muy importante dedicarme a esto, cada sesión que hago es un regalo”. Asimismo, pese a que decidir el máster le dio algo de vértigo, sostiene que no tuvo dudas en apostar por este cambio, que le ha traído tantos nuevos aprendizajes.

Y recoge algunos de ellos: “Las personas que están al final de su vida te enseñan mucho, porque es el momento de la verdad, en la que el estado social o las pertenencias no tienen importancia y te das cuenta de lo importante que es vivir tu vida como quieres vivirla, sin dejarte llevar por la corriente o lo que la gente espera de ti: lo que he aprendido de todas ellas es que, al final, lo único que importa es el amor”.

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