El estilo parental, la forma de ejercer la paternidad y la maternidad, importa y pesa más de lo que parece en la salud mental de los adolescentes, que últimamente presentan altas tasas de depresión, ansiedad y estrés. Según el Observatorio Español de la Salud Mental Infanto-Juvenil, hay un 5% de adolescentes que manifiestan síntomas clínicamente significativos de depresión, un 4% de ansiedad social y otro 4% de estrés postraumático, y a ellos se suman entre un 11% y un 16% más (en función del problema analizado) que están en riesgo claro de desarrollarlos.
Un nuevo estudio realizado en Nepal con 583 adolescentes y publicado ayer en Plos One indica que el estilo de crianza es un factor decisivo, y a menudo subestimado, para ese malestar psicológico de los hijos, porque mientras que algunas actitudes familiares resultan protectoras, otras disparan el riesgo de depresión o los niveles de estrés.
En concreto, los autores han observado que, en general, el estilo que mezcla control con apoyo emocional aparece como factor protector frente a síntomas depresivos, ansiosos y de estrés. Lo denominan estilo parental “autoritativo” y lo describen como aquel que combina afecto, diálogo y límites consistentes.
Por contra, los estilos autoritario y permisivo se asocian a mayores riesgos de malestar psicológico, aunque diferentes. Un estilo rígido de crianza y basado en la obediencia, dicen los autores, aumenta el riesgo de depresión, mientras que una crianza permisiva se relaciona con mayor estrés.
Y no es una asociación que se observe solo en Nepal. “No es algo cultural; los estilos parentales son bastante universales y en todas las cultura hay unos padres que utilizan más el genio y la furia, otros que son más pasotas y otros a los que les cuesta ser asertivos”, afirma Álvaro Bilbao, neuropsicólogo y autor, entre otros, del libro El cerebro del niño explicado a los padres (Plataforma Actual).
Los padres autoritativos tienen altos niveles de disciplina pero respuestas afectivas de calidad
Con muchos años de experiencia en la formación de padres, Bilbao asegura que el 75% de las familias se encuadran en las categorías de permisivas o autoritarias, sólo un 20% ejercen un estilo de crianza autoritativo, y hay un 5% de padres ausentes o negligentes.
“Los padres autoritativos son capaces de ser firmes y afectuosos a la vez, tienen altos niveles de disciplina pero a la vez respuestas afectivas de calidad, tienen un punto de equilibrio entre asertivos y empáticos, y ahí solo encajan aproximadamente dos de cada diez porque son habilidades difíciles de conseguir”, resume el educador.
No le sorprende que los adolescentes criados en ese entorno familiar presenten menores niveles de depresión, ansiedad o estrés que los que tienen padres más autoritarios o permisivos, pues otros estudios anteriores al publicado ahora en Plos One ya revelaban el impacto del estilo de crianza en el malestar psicológico.
El impacto en la autoestima
Lo que sí considera llamativo es otro de los hallazgos de la investigación nepalí: la asociación entre el estilo parental autoritativo y niveles más bajos de autoestima en los hijos. Los autores lo atribuyen a la presión que pueden sentir los jóvenes ante unas expectativas elevadas por parte de sus padres.
“La autoestima depende de dos aspectos importantes: de la seguridad que sentimos y de la confianza, y los hijos de padres autoritarios pueden tener una elevada autoconfianza, como también se puede ser narcisista y tener una autoestima por las nubes”, relativiza Bilbao.
Y explica que los padres autoritarios “exigen y enseñan a los hijos que son capaces de resolver problemas, y eso hace que se sientan capaces, construye su confianza”, si bien la exigencia y la rigidez elevan el riesgo de depresión.
En cambio, si los padres son permisivos, “el niño se siente muy seguro pero no desarrolla confianza, porque les resuelven los problemas y toman decisiones por ellos, y eso conduce a que luego puedan tener estrés y ansiedad”.
El impacto de los grandes y los pequeños traumas
Ahora bien, la conducta de los padres, su forma de ejercer la paternidad y la maternidad, juega un papel en el bienestar psicológico de sus hijos pero no es el único factor determinante de su salud mental.
“Depende de la vulnerabilidad del niño y de los traumas que haya tenido; puedes tener unos padres maravillosos y sufrir un trauma primario como un accidente de coche, un divorcio, abusos sexuales o el fallecimiento de un familiar que te provoque estrés”, ejemplifica el neuropsicólogo.
Los pequeños abandonos, los gestos de desprecio, el padre que grita y atemoriza... Pueden provocar el mismo efecto que un trauma importante
No obstante, enfatiza que lo que investigaciones como la de Nepal y otras están poniendo de manifiesto en los últimos años es la relevancia de los traumas secundarios. “Los pequeños abandonos del día a día, los gestos de desprecio, el padre autoritario que grita a los hijos y provoca que estos le tengan miedo... Pueden provocar el mismo efecto que un trauma importante y hacer que ese niño o adolescente sea más vulnerable al estrés, la ansiedad y la depresión”, indica.
Y subraya que si durante mucho tiempo el foco se ponía en los padres demasiado rígidos y en sus conferencias sobre crianza tenía que enfatizar que educar no consistía en pegar o aplicar castigos crueles como encerrar al niño en el baño, “ahora me tengo que centrar más en que los límites son importantes y en que hay que tener nomas en casa y mantenerlas con firmeza, porque hay una corriente muy extendida entre padres y madres de educar con afecto pero sin límites”.


