Oier acudió por primera vez a la consulta del endocrinólogo con apenas seis años de edad. El suyo es un caso de obesidad precoz no relacionado con malos hábitos alimenticios, sino de raíz biológica y genética. Hoy es un preadolescente que ha luchado durante toda su infancia contra un doble estigma. El primero es obvio y tristemente conocido, dado que el mero hecho de tener sobrepeso sigue siendo motivo de burlas hoy, como lo ha sido siempre; pero el otro es mucho más doloroso, y a menudo ignorado o silenciado por nuestra sociedad, el ser culpabilizado por su condición. Gente, y no sólo niños, sino también adultos, que atribuye su estado físico a que “no se cuida”, a que “come mal”, o a que “lleva una vida sedentaria”. No es culpa suya, matizan, sino de sus padres, que lo permiten. Pero nada de eso es verdad en caso de Oier. Ni en el de muchísimos otros niños, niñas y jóvenes con obesidad.
Un estudio del grupo de investigación MediaIker de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) sobre la percepción de la obesidad en España pone cifras a este sesgo: el 47% de las personas encuestadas (850, de distintas edades y lugares, mitad hombres y mitad mujeres) identifican la obesidad como una consecuencia de decisiones individuales. Esta idea se aleja mucho de la evidencia científica, que define la obesidad como una realidad compleja y multifactorial. “Atribuir la obesidad a no cuidarse es un juicio equivocado, casi una aberración”, sostiene Miren Rodríguez, una de las investigadoras de MediaIker, grupo centrado en el tratamiento mediático de la alimentación en los medios de comunicación y redes sociales. En realidad, se debe a “un montón de factores: biológicos, relacionados con el apetito y el metabolismo; genéticos; emocionales, en especial a causa del estrés, la falta de autoestima y la medicación asociada a esos y otros problemas psicológicos; sociales, por las normas estéticas que se imponen; medioambientales, etc.”, explica.
Los niños, por la calle, ven todo tipo de cuerpos. Pero por las redes no. Y como están cada vez más tiempo en las redes y menos en la calle, viven una realidad que no es real

Una escena del documental 'Obesidad infantil. La pandemia ignorada', en el que participan Pau y Marc Gasol
¿Qué es lo primero que pensáis cuando veis una persona gorda?, se pregunta la madre de Oier en el documental 'Obesidad infantil. La pandemia ignorada', una producción de TBS que nace de la mano de Gasol Foundation, impulsada por los hermanos Pau y Marc Gasol. En los dos capítulos que ha estrenado Movistar Plus+ este mes aparecen también Andoni (9 años), Emily (7) o María (10). Niños tímidos, o rebeldes. Extrovertidos o acomplejados. Con pocos recursos económicos, o no tan pocos. Algunos solitarios, otros con vínculos sólidos de amistades y familia. Los menos, chavales maduros y fuertes mentalmente, como Oier.
La idea errónea de vincular la obesidad con una cuestión de responsabilidad individual tiene sus raíces en la desinformación. “Al preguntar a los encuestados cómo se informaban sobre esta cuestión, muchos adultos señalaban campañas publicitarias que vieron en televisión hace años, mientras que el canal de información de los jóvenes son las redes sociales. En especial Instagram, la que más refuerza esta visión negativa de la obesidad”, relata la investigadora. Miren Rodríguez, que es profesora de Periodismo, pone el acento en la “violencia estética” que se impone en las plataformas sociales. Instagram es el equivalente universal al espejo de la madrastra de Blancanieves: ‘¿Espejito, espejito, quién es la más bella?’
Esta visión tiene además un sesgo de género. La mayor presión social para ajustarse a los estándares de belleza actuales recae en las mujeres. Y en este marco, “la delgadez es sinónimo de éxito, de deseabilidad, y lo gordo es sinónimo de fracaso”, escribe Rodríguez. La investigadora de MediaIker, grupo de analiza cómo los medios de comunicación tratan la cuestión de la obesofobia, destaca que existe una invisibilización mediática de los cuerpos que no son delgados: “Los niños, por la calle, ven todo tipo de cuerpos. Pero por las redes no. Y como ellos están cada vez más tiempo en las redes y menos en la calle, viven una realidad que no es real”, lamenta.
Parece que quien está obeso es porque no tiene voluntad, y eso genera más culpa. Y desde la culpa no hay acción, porque la persona se bloquea
Esta imagen negativa de la obesidad que se transmite desde los medios de comunicación y las redes sociales tiene consecuencias: la gordofobia, entendida como la aversión o el discurso de odio contra las personas gordas. Algunos casos salen a la luz pública, como ocurrió en 2023 con el fallecimiento de la actriz Itziar Castro, una de las voces que con más ahínco denunció este tipo de discriminación; o recientemente, los comentarios vejatorios por la elección de la cómica Lalachús para presentar las últimas campanadas de Nochevieja. Pero la mayoría de los casos permanecen bajo el radar mediático.
“Al fin y al cabo, es un problema social”, reflexiona la psicóloga Esther Boada, que fue terapeuta de Oier. “Ahora se habla mucho más de la ansiedad y el estrés. ¿Y cómo gestionamos eso en nuestra sociedad? Generalmente, comiendo y bebiendo. ¿He aprobado el examen? Vamos a picar algo; ¿Estoy triste? Me como un helado en el sofá; ¿Estoy contenta? Me pego una comilona... Somos así, y no hay que demonizarlo, porque gestionamos las cosas como podemos. El problema viene cuando hay un estado prolongado de malestar y te acostumbras recurrir a la comida como mecanismo de compensación”, explica Boada.
¿Por qué fallan tantas estrategias para combatir la obesidad?
Más allá del índice de masa corporal
Un artículo científico publicado hace apenas unos días por expertos de la Universidad Heinrich-Heine, en Düsseldorf (Alemania) expone que no sólo la sociedad yerra al poner el foco de la obesidad exclusiva o principalmente en la mala alimentación. También la propia ciencia podría estar equivocada en la aproximación que ha hecho hasta ahora para paliar el problema del sobrepeso. El análisis publicado en la revista médica señala que los cambios en el estilo de vida que recomiendan los médicos a personas con obesidad, centrados en la restricción calórica y el aumento de la actividad física, tienen escaso efecto en la pérdida de peso a largo plazo y no consiguen reducir significativamente los riesgos cardiovasculares. Sin embargo, pueden provocar discriminación, estigmatización y trastornos de la conducta alimentaria. Los autores señalan, además, que el peso por sí solo es una medida inadecuada de la salud de una persona, tal y como reflejan las directrices clínicas recientes, y proponen un enfoque de “salud para todas las tallas” con una atención eficaz e individualizada centrada en cada paciente.
“Tenemos una forma de vida obesogénica y cuando les pedimos a los pacientes que lleven una vida saludable, les estamos pidiendo un esfuerzo tan grande que muchos de ellos no son capaces y esto genera impotencia y culpabilidad”, opina Mercedes Martínez Cortés, médica especialista en salud pública, en declaraciones recogidas por Science Media Centre (SMC). En la misma línea, Andreea Ciudin, endocrinóloga y coordinadora de la Unidad de Obesidad del Hospital Vall d'Hebron, arguye que “mantener el foco en perder peso provoca y perpetúa la fiebre de las estrategias milagro, de la imagen corporal y estética, y el uso inadecuado de tratamientos que son fármacos basados en hormonas, con mecanismos e indicaciones claras, que últimamente se han trivializado por este motivo y de los que se hace mal uso”. “La obesidad es un conjunto de enfermedades crónicas neuroendocrinas caracterizadas por alteración en la regulación del apetito y del metabolismo, que resulta en exceso y disfunción del tejido adiposo que impacta de forma negativa en la salud. Solo con esta definición vemos que no es ni un asunto de voluntades ni de kilos”, ilustra Ciudin, quien pertenece al Consejo Directivo de la Sociedad Española de Endocrinología y Obesidad.
Otros expertos que comparten sus opiniones sobre este artículo en SMC coinciden en la necesidad cambio en el foco del abordaje de la salud de las personas “El enfoque obesocéntrico se ha revelado no solo como ineficaz, sino como un problema relevante para la salud mental y física. Esta y otras evidencias, cada vez más comunes, exigen promover un modelo centrado en la persona, que priorice la salud integral del paciente y no solo el peso”, propone el doctor de Educación Física y Deportiva Luis Cereijo.

Pau Gasol, con Oier (en primer plano) y sus amigosm en una secuencia del documental 'Obesidad infantil. La pandemia ignorada'
El mencionado documental de la Fundación Gasol también cae en buena medida en esta visión sesgada de las causas de la obesidad y sus remedios. La mayor parte de los expertos que intervienen y de los mensajes que se trasladan hacen hincapié en cuestiones relacionadas con la alimentación. En varias partes del montaje se invita a participar a padres e hijos en experimentos dirigidos a demostrar lo mal que comemos y lo poco conscientes que somos de ello. “Ese mensaje es muy reduccionista” opina la psicóloga Esther Boada. “Parece que quien está obeso es porque no tiene fuerza de voluntad, y eso genera más culpa, tanto en esas personas como en sus familias. Y desde la culpa no hay acción, porque la persona se bloquea. Claro que la comida ultraprocesada es perjudicial. Pero centrarse en hacer dieta para perder peso es un error, porque acostumbras a tu cuerpo a restringir. Esto es lo que se ha hecho siempre y no ha funcionado”, concluye la especialista en trastornos alimentarios.
Pau Gasol, uno de los mejores deportistas españoles de la historia y su hermano Marc, que no anda lejos en ese ranking y además batalló de joven contra el sobrepeso y superó el estigma de la gordofobia, citan en los primeros segundos de 'Obesidad infantil. La pandemia ignorada', un dato que les chocó y les impulsó a participar de forma activa en la lucha contra esta lacra: “Por primera vez en la historia los niños van a vivir menos que sus padres”. Su objetivo es “modificar la percepción social e institucional de la obesidad infantil: es un reto de salud pública”, decía Pau hace apenas unos días en la presentación del primer estudio longitudinal Pasos (Gasol Foundation) sobre la evolución de los estilos de vida. Esta “pandemia silenciosa “afecta a más de 160 millones de niños y niñas en el mundo y a uno de cada tres en España. Y a pesar de su alcance y sus devastadoras consecuencias, “todavía se ignora y se invisibiliza”, lamentaba el mayor de los Gasol.
La conclusión del informe de la Gasol Foundation es muy clara: todo es cuestión de hábitos. Y los hábitos de los niños y adolescentes son: más pantallas, menos ejercicio, peor dieta y, como consecuencia, más tristeza.
Algunos, como Oier, no caen en ninguno de estos (malos) hábitos. Y aun así sienten el estigma. Porque como dice su madre entre lágrimas en el documental de los Gasol, ésta “será una pandemia silenciosa, pero es muy vistosa”.