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La audiencia paga, el streamer sufre: cuando la humillación se convierte en espectáculo digital

El fenómeno del 'trash streaming'

¿Qué impulsa al ser humano a disfrutar viendo cómo otro se degrada? En plataformas como Kick, los usuarios pagan para que los creadores beban su propia orina o consuman drogas en directo

Fotomontaje que muestra al streamer francés, Jean Pormanove, recientemente fallecido, y al español Simón Pérez.

Anna Belil /Diseño web

Un hombre bebe su propia orina ante miles de espectadores. Otro se deja golpear e insultar en directo. Un tercero acepta consumir grandes dosis de droga a cambio de propinas. Es el nuevo circo digital del trash streaming (algo así como “retransmisión degradante en directo”), en el que la humillación se convierte en espectáculo y la deshumanización alcanza tanto al que se expone como a quien observa.

Plataformas como Kick impulsan este fenómeno en el que los creadores arriesgan su integridad mientras los espectadores pagan por verlos sufrir, financiando el espectáculo con suscripciones al canal, propinas o donaciones para que lleven a cabo acciones cada vez más extremas.

Una muerte en directo seguida por miles de espectadores

Esta práctica revela una sociedad dispuesta a pagar por ver cómo alguien se destruye –o incluso muere– en directo. Recientemente, trascendió el caso del francés Jean Pormanove, quien falleció durante un reto extremo en Kick, en el que intentaba permanecer despierto durante 12 días seguidos, ante la pasividad de hasta diez mil espectadores.

Pero, más que preguntarnos por qué algunos se autohumillan por dinero o visibilidad, deberíamos reflexionar sobre la complicidad de quienes normalizan y aplauden el sufrimiento humano como entretenimiento.

La plataforma australiana nació en 2022 después de que Twitch baneara el contenido de apuestas online.

LIONEL BONAVENTURE / AFP

“La audiencia se desensibiliza porque se habitúa, generando una necesidad de prácticas cada vez más extremas para llamar su atención”, resume Joaquim Limonero, catedrático de Psicología de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) y coordinador del Grupo de Investigación en Estrés y Salud (GIES). 

A su vez, los creadores pierden el control y se exponen a una “autodestrucción pública”, convirtiéndose en meros “objetos” para el consumo de los espectadores. El experto señala que nadie permitiría que estos “retos” se llevaran a cabo en plena calle, pero el anonimato y el efecto de la masa en el chat se retroalimenta.

La desensibilización y la mediación de la pantalla amplifican el fenómeno

Si estas conductas quedan impunes, entra en juego la llamada teoría de la “ventana rota”: “Si rompes una ventana y no pasa nada, es más probable que lo repitas y que la conducta se intensifique”, explica Rafael Conde, docente e investigador del grupo ECSIT de la Universidad de Diseño, Innovación y Tecnología (UDIT). 

Este efecto, sumado a la desensibilización, la desinhibición moral que generan las recompensas y la mediación de la pantalla, amplifica el fenómeno y distorsiona la percepción de la realidad, separando al espectador del creador.

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Joaquim Limonero aclara que, en algunos casos, pueden intervenir aspectos psicológicos, como tendencias sádicas, dificultades para gestionar emociones o alteraciones de la empatía, haciendo que personas con exposición constante a la violencia normalicen ciertas conductas.

Kick nació en 2022 en Australia como alternativa a Twitch, después de que la plataforma de Amazon restringiera las retransmisiones de apuestas online. Detrás de su creación están Ed Craven y Bijan Tehrani, cofundadores de Stake, uno de los mayores casinos digitales del mundo especializado en apuestas con criptomonedas. Con Kick, vieron la oportunidad de alojar contenidos extremos vetados en otras plataformas y de atraer audiencia mediante contratos millonarios a streamers reconocidos.

Todo lo que no deberías ver con 15 años, Kick te lo retransmite”

Rafael CondeDocente e investigador del grupo ECSIT de la Universidad de Diseño, Innovación y Tecnología (UDIT)

Además, la plataforma australiana goza de una moderación de contenidos mucho más laxa y ofrece condiciones de reparto de ingresos más favorables (95/5) respecto a otras plataformas como Twitch (70/30).

Tal y como la define Rafael Conde, Kick se convierte en la plataforma del “final del callejón”: “Todo lo que es contenido violento o erótico, apuestas y, en general, todo lo que no deberías ver con 15 años, allí se retransmite. Aunque siempre ha existido, ahora se ha vuelto accesible”. En este contexto, Conde plantea una duda clave: ”¿Kick está ganando dinero o funciona a pérdidas?” De ser así, podría tratarse de un caso de dumping (ofrecer servicios por debajo de su coste), prohibido por competencia desleal.

Otra cuestión es que la plataforma no exige verificación de identidad para acceder a los contenidos para adultos, que deben estar indicados como +18 y muestran un aviso de advertencia. En la práctica, cualquier menor puede acceder fácilmente a estas retransmisiones. Rafael Conde señala que, aunque no estés suscrito al canal, basta con entrar en la retransmisión y ser un espectador más: “Creo que son pocos los que pagan, pero hacen mucho daño. El contenido que generan cien personas poniendo diez euros cada uno llega a millones, incluidos menores”. Según Conde, hay quienes “disfrutan” viendo como alguien se destruye porque sienten que “han contribuido a ello”. Es la lógica del capital social, es decir, sentirse “importante” porque estás implicado en lo que ocurre.

Paralelamente, resulta muy complicado para los creadores de esta autodestrucción en directo salir de estos espacios digitales. Conde hace un paralelismo con la prostitución: “Lo que antes se escondía hoy se exhibe y se presume en plataformas como OnlyFans, y ahora ocurre lo mismo con el trash streaming”.

El creador no tiene capacidad de negociación. Aunque gane dinero, se autoestigma hasta el punto de no saber vivir fuera de esa realidad”

Entran en juego los conceptos de “estigma” y “autoestigma”, es decir, la sociedad estigmatiza a quien lo hace y la propia persona termina autoestigmatizándose, asumiendo que no puede ser otra cosa. “Una vez dentro, resulta muy difícil ‘escapar’ sin ayuda externa”, añade.

Existen ejemplos en España de creadores que viven inmersos en este estigma que condiciona su libertad. Es el caso del español Simón Pérez, conocido por emitir contenido denigrante y consumir drogas en directo, a quien Kick acabó expulsando de la plataforma tras la muerte de Jean Pormanove.

Simón Pérez y Silvia Charro, su pareja, saltaron a la fama después de protagonizar un vídeo sobre hipotecas bajo los efectos de las drogas, tal y como ellos acabaron confirmando años más tarde.

YouTube

Aunque la persona tenga una libertad formal, existen barreras que pueden limitarla como el miedo, la falta de vínculos sociales y la precariedad. “Un adicto suele quedar atrapado en las tres, centrado únicamente en cómo sobrevivir al día siguiente. En ese contexto, plataformas como Kick ofrecen un espacio donde el creador no tiene capacidad real de negociación. Aunque gane dinero, se autoestigma hasta el punto de no saber vivir fuera de esa realidad”, explica Conde.

El trasfondo de este fenómeno está en la pérdida de relaciones sociales presenciales. Así lo cree Rafael Conde, quien asegura que los encuentros en plazas, mercados o tiendas nos obligaban a convivir con personas diferentes, fomentando el reconocimiento mutuo como seres humanos más allá de la ideología de cada individuo. “Ahora solo conectamos con el vecino a través de X, donde las fotos son avatares y predomina el conflicto en un espacio meramente virtual”. Y añade: “Necesitamos espacios físicos y tiempos de convivencia para relacionarnos con libertad”.