El precio del vino más caro de la historia se subastó en 2018 por la friolera de 558.000 dólares. Se trata de una botella de Romanée-Conti de la añada de 1945, el año en el que terminó la Segunda Guerra Mundial. Antes, en 2010, un Chateau Lafite-Rothschild de 1869 se vendió por 333.000 dólares. Pero hay vinos que, de inicio, ya se venden por unos cuantos miles de euros, como el Domaine de la Romanée-Conti, cosecha 2021, con un precio que ronda los 10.000 dólares por botella de 750 ml, según indican algunas tiendas online.
La edad del viñedo, la añada o las condiciones meteorológicas de la finca, así como la calidad de la barrica, el modo de producción o los canales de venta, son algunos de los factores que intervienen en el precio de venta de una botella de vino. Son innumerables o, al menos, muchos más de los que imaginamos si no somos expertos en enología.
Entre todos ellos, unos son más evidentes que otros. Por ejemplo, es fácil entender que la calidad de la uva o la ubicación del viñedo hagan subir o bajar el valor del caldo. Sin embargo, existen otros aspectos menos tangibles, pero también muy poderosos como, por ejemplo, la puntuación de un vino o las opiniones de los expertos en redes.
Según José Antonio Haya Barbero, secretario y profesor de viticultura y cata en la Escuela de Viticultura y Enología Félix Jiménez de Requena, “muchos restaurantes se fijan en las puntuaciones de las guías o en las opiniones de ciertos gurús del sector para introducir en sus cartas esos vinos de oda, lo cual puede elevar el precio”. Ahora bien, del mismo modo que “una buena puntuación puede encumbrarte y hacer que suba el precio de tu vino, al aumentar la demanda, al año siguiente, si baja tu puntación, te verás perjudicado”, advierte.
El valor empieza en el viñedo
Más allá del “empujón” que pueda suponer el hecho de recibir 100 puntos Parker (valoración creada por el crítico de vinos estadounidense Robert Parker para evaluar la calidad de los vinos), su precio se perfila poco a poco desde la tierra misma. Así, “la edad del viñedo, la poda, la edafología (ciencia que estudia la naturaleza, composición, formación, propiedades y evolución de los suelos) y las condiciones climáticas de la zona proporcionan cualidades que pueden mejorar la calidad del mismo y, por tanto, su precio”, apunta el experto.
El viñedo, por consiguiente, es uno de los principales factores que explican la calidad de un vino, y, por tanto, la razón que determina y justifica su precio. Así, por el ejemplo, el icónico vino Castillo Ygay (Marqués de Murrieta), se elabora exclusivamente con uvas procedentes del pago La Plana, una parcela histórica de 40 hectáreas ubicada en la parte más alta (485 metros) de la finca Ygay, tal como apunta Vicente Dalmau Cebrián-Sagarriga, presidente de Marqués de Murrieta.
La edad del viñedo, la poda, la edafología y las condiciones climáticas de la zona proporcionan cualidades que pueden mejorar la calidad del vino y, por tanto, su precio
De hecho, hoy, Castillo Ygay es considerado uno de los vinos más aplaudidos del mundo y ha recibido en 18 ocasiones los deseados 100 puntos de los críticos más destacados del sector como Parker, Decanter o James Suckling. Además, en el año 2020 alcanzó la cima, siendo nombrado ‘Mejor Vino del Mundo’ por la publicación americana Wine Spectator.
Y es que, tal y como explica Dalmau, “la altitud y orientación del terreno favorecen la maduración lenta y equilibrada”. Y añade: “También es determinante la edad de las cepas, en este caso plantadas en 1950. Pero, sin duda, un factor clave es que solo se elabora en añadas excelentes, ahí reside parte de su grandeza”.
Castillo Ygay es considerado uno de los vinos más aplaudidos del mundo.
De modo que, detrás de los aproximadamente 290 euros que cuesta un Castillo Ygay, encontramos una tierra muy especial y el reconocimiento y valoración positiva de los críticos más afamados del sector. Sin embargo, entre la elección del viñedo y la cata del crítico, hay una larga lista de factores que van a sumar o restar valor al caldo en cuestión.
Las barricas, el tiempo de guarda, la cantidad de botellas… todo suma (y resta)
Una parte importante del coste final se atribuye al modo de producción. Por ejemplo, “tener una mesa de selección para eliminar las uvas que no tienen la calidad establecida por la bodega supone un aumento en el coste por mano de obra. También el hecho de usar barricas de mayor calidad lleva a incrementar los costes, así como el tiempo de guarda, el cual implica un aumento en el proceso de amortización del vino, lo cual se verá reflejado en el coste final”, explica el profesor José Antonio Haya Barbero.
También Vicente Dalmau Cebrián-Sagarriga concede una gran relevancia a este aspecto. De hecho, según el presidente de Marqués de Murrieta, “la inversión en todas las fases de elaboración y crianza es crucial. Nuestros vinos tienen crianzas muy prolongadas, el tiempo que permanecen en nuestra bodega es muy largo y la exigencia en todo el proceso en cuanto a calidad es altísima”.
El mercado también manda en el precio del vino
Al margen del viñedo, las uvas y el proceso de elaboración, el vino también está sujeto a las fuerzas que mueven el mercado, como la ley de la oferta y la demanda. Así, según el docente, “a partir de un precio máximo de producción por botella, la ley de la oferta y la demanda puede hacer que se dispare. Así, si tengo 1000 botellas, y por alguna razón tengo una demanda de 10.000, esto hará que el precio de mi producto crezca rápidamente”.
En el caso de Marqués de Murrieta, la producción de todas las añadas se determina por la calidad de la cosecha. “No es una cuestión de volumen, si no de cuántas botellas de máxima calidad nos ofrece cada año nuestra finca”, señala su presidente. Y añade: “Si la añada no alcanza el nivel exigido, no se elabora ese vino. La calidad por encima de todo”. Este factor tiene un efecto directo en el precio, “ya que las producciones limitadas o la inexistencia de algunas añadas hace que la exclusividad se incremente, y la demanda también”.
Las producciones limitadas o la inexistencia de algunas añadas hace que la exclusividad se incremente, y la demanda también
La oferta extralimitada de determinadas añadas es uno de los aspectos que disparan los precios hasta hacerlos accesibles solo para los bolsillos más abultados, como el que tienen las personas que pagan alrededor de 15.000 euros por una botella de Domaine de la Romanée-Conti Grand Cru.
Una cantidad de dinero que muchos preferirían abonar por un coche, y que, por desorbitada que parezca, no es el precio más elevado que se ha llegado a fijar por una botella de vino. El profesor asegura que en subastas se han alcanzado precios más elevados por botellas únicas de añadas raras de grandes bodegas. Y es que, “el vino de ciertas bodegas es un activo que no se devalúa, ya no por la calidad del caldo que albergan, sino porque es un producto único”.
El proceso condiciona el precio final del vino.
Las subastas pueden impulsar el precio de un vino de un modo difícil de explicar con razones objetivas. “A lo largo de nuestra historia se han celebrado varias subastas con nuestros vinos alcanzando precios altísimos”, asegura el presidente de Marqués de Murrieta. “Esto incrementa el deseo de conseguir botellas de nuestra bodega”, prosigue, “pero esa política de precios es ajena a nosotros; es el mercado el que marca nuestros precios por el desequilibrio entre la demanda y nuestras producciones limitadas”.
Así que la exclusividad actúa como un eficaz gatillo que proyecta el precio de un buen vino. Sin embargo, en ocasiones, todavía puede incrementarse un poco más. Esto ocurre cuando, por ejemplo, los productores añaden piedras preciosas o etiquetas de pintores o artistas de gran reputación. “En estos casos, su precio se multiplica, no por la calidad del vino, sino por el valor del envase o la firma de quien hizo la etiqueta”, apostilla el experto.
El valor de lo que no se bebe, ni se huele
Pagamos (el que puede) miles de euros por un vino elaborado con una uva determinada, en un viñedo específico, por un método en particular, con el beneplácito de los expertos del sector, y por su exclusividad. Ahora bien, ¿de qué se nutre ese halo de excelencia única? Para entender ese valor intangible, el presidente de Marqués de Murrieta nos remite al peso de la tradición.
“Tener 175 años de historia, como en nuestro caso, nos exige una mayor responsabilidad. Es nuestro deber seguir dando pasos sólidos en la búsqueda incansable de la excelencia”. Y añade: “La reputación y el prestigio de la marca es clave, porque otorga confianza y credibilidad, pero el esfuerzo y el trabajo diario en la búsqueda de la perfección es lo que nos diferencia. Ese valor intangible es incalculable, estamos hablando en muchos casos de vinos que trascienden el tiempo, joyas de incalculable valor”. Y eso también se paga.





