Marla González, sumiller: “El universo del vino ha estado cargado de prepotencia y pretensión, pero los sumilleres no somos estrellas del rock con poderes mágicos, solo tenemos mucha dedicación y curiosidad”

Entrevista

Marla González, campeona de España en el Campeonato de España de Cata a Ciegas por Equipos 2022 y 2025, no tenía ninguna experiencia en el mundo del vino antes de formarse, por eso defiende que todo el mundo puede convertirse en un buen sumiller

“Se nos ha pintado como personajes inalcanzables, casi estrellas del rock con poderes mágicos, pero solo tenemos mucha dedicación y curiosidad”, explica

Marla González, sumiller.

Marla González, sumiller.

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En lo que más hace hincapié Marla González es en la pasión. “Sin pasión no hay vino, ni sumillers, ni nada”, sentencia con claridad. Esta zaragozana sabe bien de lo que habla, porque ese fue precisamente el motor que la llevó a replantearse su futuro y convertirse en sumiller, pese a no habérselo planteado nunca y no tener conocimientos previos. Por eso es una gran defensora de que el mundo del vino es perfectamente accesible para todo el que tenga las ganas de hacerlo. “Cualquiera puede dedicarse al vino y ser sumiller sin necesidad de haber nacido entre bodegas o venir de una familia de enólogos”, explica.

A Marla el vino le cambió la vida. Lo descubrió casi por casualidad, empujada por la curiosidad y una decisión impulsiva que la llevó a estudiar sumillería tras licenciarse en Dirección y Administración de Empresas. “Parecía que los que no teníamos vocación estábamos destinados a este tipo de estudios, como si le gustara a todo el mundo, y mis años de universidad fueron un puro ejercicio de sadomasoquismo, jamás me plantearía estudiar algo similar en la actualidad”, cuenta la colaboradora de La Vanguardia.

Tras unos años llevando la comunicación musical del sello discográfico PIAS Records, se apuntó a un curso de sumillería, y una década después, es embajadora de marca en Vinícola Real – 200 Monges y ha trabajado como sumiller en restaurantes como el Dos Cielos de los Hermanos Torres. Además, es campeona de España en el Campeonato de España de Cata a Ciegas por Equipos 2022 y 2025 —junto a Eduard Ros, Cristóbal Daly y Marc Martínez—, y en octubre competirán en el campeonato mundial, donde en 2022 conquistaron el bronce.

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Mucha gente percibe el mundo del vino como elitista, incluso un poco engreído. 

Sí, esa percepción existe y no surge de la nada. Durante años, el universo del vino ha estado cargado de prepotencia, pretensión y cierto encaje rimbombante. Eso ha creado una barrera con el público general y no ha ayudado a que se acerque a nosotros. Aunque, por suerte, esa imagen está cambiando poco a poco y las nuevas generaciones estamos haciendo un gran trabajo para cambiar este falso paradigma.

¿Crees que la figura del sumiller ha contribuido a esa percepción?

Seguramente sí. A veces se nos ha pintado como personajes inalcanzables, casi estrellas del rock con poderes mágicos. Pero la realidad no es así: no tenemos superpoderes, solo mucha dedicación y curiosidad.

Durante años, el universo del vino ha estado cargado de prepotencia, pretensión y cierto encaje rimbombante

Entonces, ¿dirías que cualquiera puede entrar en este mundo?

Absolutamente. El vino no es un don reservado a unos pocos. Todo el mundo puede dedicarse a él si tiene pasión, esfuerzo y constancia. Lo que engancha es esa mezcla entre lo intelectual y lo sensorial, una curiosidad que crece sin parar.

¿Tú cómo llegaste hasta aquí?

Hoy compito en campeonatos de cata y tengo el respeto del sector, pero no nací sumiller. Nací en Zaragoza, pero vivo en Barcelona desde hace nueve años, y también soy embajadora de marca en Vinícola Real – 200 Monges. Ha sido un camino largo, con altibajos, pero muy bonito.

¿Siempre supiste que te querías dedicar al vino?

Para nada. Con 18 años, tras terminar bachillerato, no tenía ni idea de qué estudiar. Como tantos jóvenes, opté por una carrera comodín: Administración y Dirección de Empresas (LADE). Pero aquello no me gustaba nada, fueron años muy aburridos y confirmé que no era lo mío. Después trabajé en distintos empleos y terminé en Madrid, en un sello discográfico. La música era otra de mis pasiones y durante casi cinco años pude vivir de ella. Pero el sector estaba en crisis y me quedé sin trabajo, con pocas perspectivas de futuro.

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Y ahí es cuando aparece el vino en tu vida…

Exacto. Con 28 años, sin empleo y de vuelta a Barcelona, decidí apostar por algo que me llamaba la atención: aprender sobre vino. Por aquellos días mis conocimientos sobre vino eran nulos, lo único que sabía es que me gustaba beberlo y que quería aprender. Sentí ese gusanillo punzante de la curiosidad, así que invertí el dinero del despido en un curso de sumillería en la ESHOB. Mi impulsividad en muchas ocasiones me juega malas pasadas, pero en este caso, pese a lo aleatorio y arriesgado de la decisión, la jugada me salió bien.

¿Cómo fueron esos primeros pasos?

Muy duros. Yo no venía de la hostelería y en la escuela estaba rodeada de profesionales del sector. Durante un año y medio no era ni sumiller ni camarera, gasté todos mis ahorros y estuve a punto de rendirme. Pero aguanté.

¿Cuándo llegó tu primera gran oportunidad en el sector?

Fue en el restaurante Dos Cielos de los Hermanos Torres. Fue una experiencia increíble, con un gran equipo. Después trabajé en Caelis, pero entendí que la sala no era lo mío y probé suerte en la distribución. Ese cambio me abrió puertas y, con el tiempo, llegué hasta Vinícola Real.

Yo no venía de la hostelería y en la escuela estaba rodeada de profesionales del sector, estuve a punto de rendirme, pero aguanté

Ya han pasado diez años desde que tomaste la decisión de estudiar sumillería. ¿Qué balance haces?

Muy positivo. He aprendido muchísimo, he hecho grandes amigos y he vivido experiencias únicas. Lo que hace al mundo del vino tan especial es precisamente eso: la suma de conocimientos, vivencias y personas.

¿Qué le dirías a alguien que empieza y quiere convertirse en un buen catador?

Que piense en sí mismo como un atleta de fondo. La nariz y la boca son herramientas que hay que entrenar. La cata no es como la bici: si dejas de practicar, pierdes facultades. Al final es como cualquier carrera o profesión, aprendes realmente cuando te sueltan ahí. Eres sumiller cuando estás en una sala y eres capaz de defender una carta de vinos o trabajas en una distribuidora o una bodega y puedes defender la selección. Y para mí, no eres buen catador si no eres capaz de identificar vinos a ciegas. Obviamente, te equivocas mil veces, pero eso es lo bonito, es un ejercicio de humildad, y así aprendes. Lo mejor es catar mucho y, siempre que se pueda, a ciegas, sin información del vino que tienes delante.

¿Por qué?

Porque cuando sabes lo que es, no interiorizas la información. Cuando tú no tienes más ayuda que tus propias capacidades y conocimientos, buscas y empiezas a descartar. Piensa que cuando haces una cata a ciegas, básicamente juegas al ¿Quién es quién?  y te fijas en cosas que, cuando catas a botella vista, no te planteas porque te lo dan hecho. No es la mejor forma para saber cómo son las variedades, aunque la cata a ciegas también puede ser muy puñetera.

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Aparte de cursos oficiales, ¿hay alguna manera de formarse fuera de los cursos oficiales?

Leer, visitar bodegas, viajar y probar. Y algo importante: invertir en buenas copas. Puede sonar frívolo, pero así como no corres igual con zapatillas del mercadillo, tampoco catas igual con una copa de Ikea.

En ese sentido, ¿dirías que el vino es una afición cara?

Lo es, pero no más que otras pasiones como los coches o la moda. Al final, todo depende de dónde quieras poner tus recursos.  Puedes disfrutar mucho con vinos económicos, siempre que sean vinos de calidad, y sobre todo, que no sean comprados en supermercado, eso no es una opción. Pero si quieres estudiar y aprender, tienes que invertir dinero. Si no, es imposible.

Y en lo personal, ¿qué ha significado para ti este viaje?

Una transformación total. Me ha dado una profesión, amigos, experiencias y una pasión para toda la vida. Y si además encuentras un compañero o compañera con quien recorrer el camino, como es mi caso, todo se multiplica. No solo aprendes más, también eres más feliz.

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