Si existe un antes y un después en la vida de los viticultores valencianos, ese es el día en que la dana más severa de los últimos años arrasó pagos, bodegas y maquinaria, dejando a su paso dolor y destrucción. Ese día, el 29 de octubre de 2024, quedará para siempre grabado en la memoria de todos, pero, sin duda, permanecerá indeleble en la de los habitantes de los más de 80 municipios asolados por la tragedia. En pocas horas, el agua inundaba más de 15.000 hectáreas de viñedos —5.000 de los cuales quedando completamente destrozados—, especialmente en la zona de Utiel-Requena, donde el sector vitivinícola tiene un gran peso.
Un año después, el testimonio de bodegueros como el de Carlos Valsangiacomo, CEO de las bodegas Cherubino Valsangiacomo, muestra en qué punto del camino de la recuperación se encuentra el sector. En su caso, la dana destruyó literalmente todo lo que encontró, aunque les hizo ver cómo la parte emocional pesa enormemente en este tipo de situaciones: “Es difícil mantener la frialdad cuando hay tanto en juego, tanto a nivel personal como profesional; sin embargo, esta experiencia nos enseñó que encontrar el equilibrio entre lo emocional y lo empresarial es clave para sostener nuestro negocio familiar”, reconoce el empresario.
Y añade: “Manejar ese balance ha sido, sin duda, el mayor aprendizaje que nos dejó esta tragedia; además, nos sentimos infinitamente agradecidos hacia nuestros empleados, clientes, proveedores e instituciones por toda la ayuda y el cariño recibido”.
La dana en primera persona
A pesar de que es del todo imposible ponerse en la piel de los que vivieron la dana e imaginar lo que sintieron aquel fatídico 29 de octubre, el relato de Carlos Valsangiacomo ayuda a hacerse una idea aproximada: “Nosotros estamos ubicados a escasos metros del barranco del Poyo y de la rambla de Chiva. Ese día llovió mucho por la mañana y los accesos de la autopista A3 se inundan fácilmente. A las 11:00 h nos quedamos sin luz, y antes de esperar a repararla, y ante la alerta roja, decidimos enviar a los trabajadores a casa y cerrar la bodega; a las 13:00 h se marcharon la mayoría, éramos entonces 76 trabajadores, solo se quedaron de guardia mi hermano Arnoldo, director técnico, el ingeniero de producción, la familia que vivía en las instalaciones como guardeses, y dos trabajadores del turno central que viven por la zona, y que no vieron el aviso”.
En tan solo unas horas, la dana acabó prácticamente con toda la bodega. “Nos dejó sin stock de materias secas, sin luz, sin agua, sin vallas ni puertas, destrozó prácticamente todo, menos el vino dentro de los depósitos que se salvaron, y gracias a que teníamos ese vino, pudimos comenzar la recuperación. Dejó inservibles toda la maquinaria y las instalaciones. Contabilizamos la pérdida en unidades entre botellas de vidrio, cápsulas, etiquetas, bidones, botellas terminadas, en 9 millones de unidades”, resume Valsangiacomo.
La dana nos dejó sin stock de materias secas, sin luz, sin agua, sin vallas ni puertas, destrozó prácticamente todo, menos el vino dentro de los depósitos que se salvaron
Los destrozos en las bodegas Cherubino Valsangiacomo tras el paso de la dana.
De algún modo, podría decirse que lo peor no fue el día 29, sino el día siguiente, ya que fue el momento en que se dieron cuenta de lo que realmente había sucedido. Al volver y ver todo aquello, “lo primero que nos vino a la cabeza fue tirar la toalla, pero pensamos en que somos una empresa familiar con más de 190 años de historia, que hemos superado crisis económicas, incendios, bombardeos, y que debíamos intentarlo. Además, somos cuatro hermanos en la gestión, para lo bueno y para lo malo, así que, —prosigue Valsangiacomo— a continuación, comunicamos el siniestro, designamos perito de parte, y, a partir de entonces, no descansamos ni un segundo”.
La clave de la recuperación, según el bodeguero, fue la ayuda que recibieron desde todos los frentes. “Gracias al esfuerzo de nuestros trabajadores, a los cientos de voluntarios, amigos, familia, y, sobre todo, a nuestros proveedores y clientes, pudimos limpiar en tiempo récord, contamos con camiones cisterna, generadores, maquinaria pesada y mucha, muchísima mano de obra”. Una vez estuvo todo limpio, se pudo ver el alcance de los daños, y empezó la verdadera recuperación.
La clave: agilidad y organización
A grandes rasgos, la rehabilitación de las bodegas Cherubino Valsangiacomo estuvo marcada por una buena planificación y la determinación de resolver aquella situación a toda costa. Para ello, “priorizamos las reparaciones, en primer lugar, lo urgente e importante para volver a facturar; externalizamos la producción de mosto y embotellamos en la competencia, mediante un contrato de forfait con bodegas Murviedro, nuestra competencia directa, con los que tenemos muy buena relación. Estuvimos embotellando allí para nuestros clientes y cargando los contenedores directamente en su bodega durante varios meses hasta mitad del mes de febrero”, describe Valsangiacomo.
Frente a la buena disposición de los proveedores, trabajadores, clientes y competencia, el CEO también reconoce un sentimiento de frustración hacia la aseguradora y el consorcio. “Aunque tenemos una buena póliza, el negocio de las aseguradoras es el que es, el valor de reposición tiene letra pequeña, y te obligan a reparar, reparar y reparar como si no hubiera un mañana, y hasta el punto de que el propio consorcio se queda con el 7 % de la indemnización que nos corresponde porque sí; todo lo relacionado con la aseguradora y el consorcio es una parte bastante frustrante y difícil de comprender”.
Vínculos que han salido reforzados
Al margen de esos aspectos negativos, Valsangiacomo asegura que la relación de las bodegas con sus clientes y proveedores ha salido reforzada: “Nos hemos sentido, y nos sentimos, muy queridos y valorados, nos han ofrecido ayuda de todas partes, hemos recibido gestos de solidaridad en todos los ámbitos, personal, empresarial e institucional”.
En este sentido, una de las muestras de apoyo más emotivas que recuerdan es la que llevó a cabo un cliente japonés, en concreto, una cadena de supermercados con la que trabajan desde hace 30 años, cuyos representantes vinieron expresamente desde Japón en diciembre para entregarles un origami gigante formado por 100 garzas de colores, cada una con un mensaje de ánimo escrito por sus trabajadores. Además, “nos entregaron un cheque de 30.000 euros que destinamos íntegramente a ayudar a nuestros empleados, que perdieron los coches o sufrieron daños en sus casas”, apostilla.
Sentir la confianza de nuestros trabajadores, la empatía de los proveedores y la solidaridad de nuestros clientes nos dio la fuerza para salir adelante
“Ese sentimiento de ver que el mundo responde con el corazón, que no estamos solo, que somos valorados, sentir la confianza de nuestros trabajadores, la empatía de los proveedores y la solidaridad de nuestros clientes nos dio la fuerza para salir adelante”, concluye Valsangiacomo.
Gracias a esa fuerza que menciona Valsangiacomo, la empresa, “a día de hoy, ha facturado un 22 % por encima del año pasado, y ha conseguido poner en marcha toda la maquinaria y sustituir la dañada en un 90%”, sostiene su CEO. Esto significa que van por buen camino, aunque todavía falte un trecho por recorrer.
Los viñedos de Cherubino Valsangiacomo
Frente a estos prometedores porcentajes, la visión de Luis Julián, responsable comarcal de Utiel-Requena de la Asociación Valenciana de Agricultores AVA-ASAJA, dibuja un panorama más preocupante. Según Julián, la situación del sector vitivinícola valenciano es crítica. Tanto es así, que “si no se recibe pronto una inyección económica importante, habrá muchos agricultores que abandonen sus tierras, ya que no pueden aguantar más los costes de producción”, asegura.
Además, recuerda que “el sector ya venía de tres años consecutivos de sequía. De hecho, incluso el año pasado, también fue seco, ya que la dana lo que hizo fue arrastrar tierra, no traer agua. Por tanto, si a la sequía le sumas todos los gastos extra que hemos tenido, el sector vitivinícola pende de un hilo”.
Si a la sequía le sumas todos los gastos extra que hemos tenido, el sector vitivinícola pende de un hilo
Por otro lado, el responsable de AVA-ASAJA, hace hincapié en que las ayudas prometidas no han llegado a todas las parcelas que lo necesitan. Y eso, a pesar de que “la administración ha hecho lo que ha podido”, reconoce Julián.
“El problema es que, aunque han llegado algunas ayudas desde la administración central y local, en estos momentos, muchos de los apoyos económicos que necesitamos para las infraestructuras, todavía no se han recibido; eso sí, nosotros ya hemos hecho un gran desembolso para poder trabajar los campos. Ha faltado mucha coordinación entre la administración y los agricultores”, sostiene.




