Durante años, el sistema educativo ha seguido un modelo rígido y uniforme, construido sobre la premisa de que existe una única forma válida de aprender y destacar. Memorizar, resolver problemas abstractos, escribir correctamente, aprobar exámenes estandarizados. Este enfoque ignora una realidad elemental: las inteligencias son múltiples.
Nazareth Castellanos es una física teórica, neurocientífica y divulgadora española reconocida por sus estudios sobre la relación entre el cuerpo y el cerebro. En una de sus recientes intervenciones en el podcast de “Lo que tú digas” ha criticado la rigidez del sistema educativo.

Maestra de educación primaria
“Es una injusticia que un niño pase años creyendo que es tonto, cuando simplemente su talento no es el que sistema premia”
Poca flexibilidad. La experta cree que el sistema educativo está muy diseñado para un solo tipo de inteligencia, mientras que esa otra inteligencia ha quedado malograda porque no hay un lugar para que se desarrolle.
Alfombra roja. Castellanos afirma que el sistema educativo pone una carretera o una alfombra roja a las personas que son muy inteligentes intelectualmente: “Puede estudiar lo que quiera y si no puede financiárselo el sistema le ayudará”, destaca.

Un padre con su hijo
¿Qué ocurre con los que destacan en otras inteligencias? En esos casos generalmente, los alumnos tienen que utilizar servicios que se encuentran en el exterior de la escuela: “Los padres de hijos con inteligencia motora tienen que llevarlos al fútbol o al baloncesto. La escuela tendría que mirar todas las inteligencias, la artística, musical, sensible, emocional...”, comenta. Un niño puede pasar por el sistema escolar como si no tuviera nada valioso que aportar, simplemente porque su forma de comprender el mundo no encaja con el formato estándar de las clases y los exámenes.
Consecuencias. Para Castellanos, este modelo genera frustración en alumnos que no encajan en el molde tradicional. La escuela no solo les exige adaptarse, sino que además los etiqueta como “malos estudiantes” o “problemáticos”, cuando en realidad podrían estar manifestando otra forma válida de inteligencia: “Es una injusticia que un niño pase años creyendo que es tonto, cuando simplemente su talento no es el que el sistema premia”, afirma. Este desajuste provoca desmotivación, ansiedad, y en muchos casos abandono escolar o rechazo al aprendizaje.