En julio del 2019 el músico Salif Keita aseguraba que su entonces último álbum, Un autre blanc (aparecido un año antes), iba a ser su último trabajo, porque su composición y grabación había sido un proceso “agotador” y la gente “no compra discos”. Pues del dicho al hecho: casi cinco años más tarde, es decir, en abril, el creador maliense publicó So kono, un nuevo álbum en el que daba un volantazo sonoro apostando por lo acústico, a veces incluso minimalista.
Ahora, el glorioso creador africano está llevando al directo su actual apuesta, vehiculizando en clave radicalmente acústica y a través de una sonoridad que en estos momentos se aleja de los maridajes de hasta hace poco, y todo es más esencial y directo. Una actuación la que ofreció ayer al mediodía en la sala Apolo –ya saben, el espacio que ha acogido junto al Paral·lel 62 algunos conciertos que se tendrían que haber ofrecido en el Auditori del Fòrum– y que contó al principio con una media entrada. Un público de treinta años para arriba, bien predispuesto y que sabía a lo que iba, aunque quizás no esperaba a un Keita tan esencial, especialmente en su arranque.
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A sus 75 años, ataviado en tonos oscuros y con una gorra, hizo acto de presencia en el escenario agarrado de la mano de un asistente. Sentado en una silla a