En la vida hay un momento en el que tienes que decir: '¡Pero qué coño!'
Paul Brickman, Risky Business
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Roger Federer quiere seguir viviendo en el pasado.
Se viste de un modo impecable, con traje, corbata, pañuelo a juego y gafas Ray-Ban, y de esa guisa se asoma al palco del Centre Court en estos días para contemplar a Novak Djokovic, la tercera pata de aquel Big Three que en otros tiempos, no hace tanto, habían compuesto el mismo Federer, y también Nadal y Djokovic.
Federer quiere seguir viviendo en el pasado porque, cuando puede, se calza de corto y aparece en las pistas de Aorangi Park, anexas a Wimbledon, para soltar algunos raquetazos.
Así se reconforta.
Se recuerda a sí mismo cuando reinaba en estas praderas, cuando regaba su jardín: Wimbledon era el jardín de Roger.
Federer quiere seguir viviendo en el pasado y también lo demuestra el jueves cuando un curioso, inopinadamente, le pide su opinión, le pregunta quién iba a ganar este Sinner-Alcaraz, la sensacional segunda semifinal de este viernes en Wimbledon.
El suizo le contesta:
-Va a ganar Djokovic.
(...)
Sorry, Roger.
La semifinal se deshace en un pispás. Sinner se aúpa a lomos de Djokovic y cabalga desbocado por la pradera. Le tumba en 1h55m, en tres sets (doble 6-3 y 6-4), ante el desespero del serbio, cabezota él, el genio que lo ha ganado casi todo pero no tiene bastante: a sus 38 años, sigue insistiendo.
A ver si lo entendemos, nos dice: ¡lo que él quiere es su 25.º grande, quiere uno más de los que le mantienen empatado con Margaret Court, se quiere a solas en la cima de la historia!
-Not too bad -le contesta Djokovic a Ubaldo Scanagatta cuando el cronista italiano, jefe del portal Ubitennis.com, le pregunta hasta dónde piensa llegar.
-Not too bad, no está mal lo que he conseguido hasta ahora, ¿no? -dice Djokovic.
Y se carcajea.
Bien, Djokovic no ríe tanto ahora en Londres.
Sinner le maltrata sobre la pista, igual que el sol maltrata a la familia del serbio. Su mujer y sus dos críos se abrasan en el palco. Todo se vuelve en su contra: también le manipula el fisioterapeuta, el hombre que entra en escena a la 1h09m de partido, cuando ya le han volado dos sets al serbio y no sé, acaso está probando uno de sus trucos.

Novak Djokovic se cubre el cuello con una toalla húmeda, este viernes
Todo esto está yendo muy deprisa.
Sinner propone vértigo, velocidad, saque-volea, martillo pilón sobre el serbio, que quiere ir más pausado, prefiere alargar los intercambios, prefiere pensar y maquinar.
¿Funciona el truco?
Funciona, al menos por un rato: en la reanudación, el prestidigitador rompe el saque de Sinner, se coloca 0-3 arriba en el tercer set, halla un agarre en la pared que está escalando, aún parece capaz de enredar al pelirrojo de hielo.
El truco no dura demasiado. Sinner aplaca la desesperada revuelta de Djokovic. Encadena dos juegos de un tirón, remonta el break en contra en este parcial y suma tres juegos más para colocarse 5-3 y a Djokovic ya solo le queda maldecirse.
El serbio suelta improperios en el banquillo: es capaz de expresarse en inglés, francés, italiano, castellano, alemán, pero esta vez lo hace en serbio, así que no entendemos qué está diciendo.
-Es la edad. Me cuesta aceptarlo porque cuando estoy sano aún puedo jugar un buen tenis. Pero este año ha sido duro para mí físicamente. Sinner y Alcaraz son jóvenes, afilados, están en forma, pero las cosas son así -nos cuenta el serbio más tarde.
-¿Está triste por haber vivido su última oportunidad en el Centre Court de Wimbledon?
-Estaría triste si así fuera pero espero que no haya sido así. Espero volver al menos una vez más.
Solo podemos contar lo que vemos: se le va el partido, no jugará esta final ante Alcaraz, Londres se encamina hacia otro partido del año, esto de ser cronista de tenis es un regalo del cielo.
-¿Qué espera de la final del domingo? -le preguntan a Sinner.
-¿Qué quiere que le diga? Ya sabe cómo acabó la última vez.
(En Roland Garros se impuso Alcaraz en cinco mangas).