Castillos de arena para la industria militar

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Indra, ITP, Telefónica, Escribano o Sapa se preparan para las guerras desde Madrid y Euskadi

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Un castillo de arena 

Getty

Una de las noticias más freudianamente productivas de las últimas semanas es esta, en la que el crítico de arte Jean-Yves Jouannais relaciona la afición por los castillos de arena con el instinto guerrero. En estos castillos de arena se halla el origen de nuestra belicosidad, asegura, a lo que podríamos añadir, ya que estamos, que en ellos también descubren la vocación los ingenieros de Caminos y Puertos, los constructores de catedrales churriguerescas y los licitadores de obra pública. Quién sabe, quizá alguna vez de niños Koldo García, Santos Cerdán o el novio de Ayuso jugaron en una supuesta playa de la supuesta infancia a imaginarse supuestos contratos públicos y adjudicaciones con los que supuestamente lucrarse mientras las olas amenazan las supuestas murallas de la civilización. De regreso a la tesis guerrera de Jouannais, podría pensarse que castillos de arena son también lo que construyen algunas empresas en torno al nuevo ciclo de inversión en defensa.

¿A qué viene todo esto? La industria militar levanta estos días sus castillos empresariales en la orilla del gasto público. Lo hace con el empeño y la dedicación descritos por Jean-Yves Jouannais. A golpe de fondos de contingencia y transferencias, el Gobierno ya está dedicando miles de millones adicionales este año a la defensa, impelido por su compromiso de gastar lo equivalente al 2% del PIB. España, recordemos, solo garantiza un esfuerzo del 2,1% del PIB hasta el 2029, pese a la presión de Estados Unidos para que todos los socios de la OTAN lleguen al 5%. Bruselas ha dispuesto 150.000 millones en créditos y, sobre todo, reconocido una cláusula de escape para que los gobierno puedan gastar sin computarlo en las reglas fiscales, informa Anna Buj.

¿Y dónde se levantan estos castillos? Sobre todo en Madrid, pero no solo allí. Nótese el movimiento de tierras en otro lugar más al norte, en la irreductible Euskadi, de lo que se hablará más adelante.

En Madrid está la playa ministerial junto a la que prosperan estos castillos empresariales. La ciudad no tiene costa, pero sí muchos contratos públicos clavados en la arena como coloridas sombrillas de playa. Las empresas de defensa dependen de ellos, con lo que parecen repetir en su implantación territorial el patrón ya ensayado por las grandes constructoras, crecidas al calor de las obras de cuño ministerial. Allí se preparan no tanto para la guerra como para las guerras, porque la amenaza, como no se cansan de repetir, es híbrida y atañe también a la ciberseguridad o a la manipulación de la opinión pública desde potencias extranjeras. Rosa Salvador lo recuerda aquí.

No solo Indra o Airbus --desde la base de Getafe-- tienen el marchamo madrileño. También lo tiene Telefónica, que ha anunciado su intención de apostar por la seguridad en el plan estratégico que presentará antes de fin de año, del que se espera una gran apuesta por la autonomía estratégica. Escribano Mechanical & Engineering (EM&E) procede de Alcalá de Henares y en Madrid se ha establecido el consorcio Tess, sobre el que Indra acaba de tomar el control. La empresa Fecsa (se llama igual, pero no tiene nada que ver con la filial de Endesa) anunció hace unas semanas un movimiento de relocalización industrial al trasladar la producción de balas de Túnez y Marruecos a Madrid.

El presidente ejecutivo del Consejo de Administración de INDRA, Ángel Escribano, a su llegada para comparecer ante la comisión Mixta de Seguridad Nacional, en el Congreso de los Diputados, a 13 de marzo de 2025, en Madrid (España).

El presidente de Indra, Ángel Escribano 

Jesús Hellín - Europa Press / Europa Press

Por cierto, Indra merece un inciso. Este mes de agosto la empresa tecnológica y de defensa seguirá acopiando arena de playa para levantar su propio castillo. Por algo es la elegida por el Gobierno para canalizar los muchos millones del nuevo ciclo de gasto militar, empezando por el gran caza de combate FCAS, de lo que informa aquí Fernando H. Valls. Tras la compra este año de Hispasat a Redeia, la compañía no deja de estudiar operaciones corporativas --durante varios meses se especuló con la venta de Minsait--. Uno de los objetivos de su presidente, Ángel Escribano, es sumar capacidades en los grandes programas, incluidos los de vehículos militares, lo que ya le ha llevado a adquirir a Duro Felguera la fábrica asturiana de El Tallerón. Antes, Indra estuvo interesada en Santa Bárbara, empresa de la que no quieren desprenderse los propietarios estadounidenses.

Sin embargo, el gran movimiento en Indra consiste en una integración con EM&E, en el que palpita un evidente conflicto de interés. EM&M es la empresa fundada por el padre y por el propio presidente de Indra, un contratista que ha ido ganando negocio en componentes como las torretas de carros de combate. Ahora, los Escribano, que tienen el 14,3% de Indra, quieren absorber EM&E mediante un canje de acciones que les permitiría escalar en el capital. Si Indra capitaliza casi 7.000 millones, ellos consideran que la empresa familiar vale unos 1.000 millones. Como el conflicto esta servido, se ha contratado al despacho Garrigues y creado una comisión independiente. Todo ello con la dimisión de una consejera de por medio.

Hay sin embargo una industria de armamento de la que se habla mucho menos, que es la vasca. Son los otros castillos de arena de la defensa, los que se construyen en Euskadi, antiguo bastión armamentístico.

La Lehendakaritza acaba de presentar un plan industrial muy discreto en lo que a publicitar las grandes aspiraciones militares se refiere. Citar a las empresas de defensa parece tabú, pero son entrelíneas las grandes invitadas de la nueva iniciativa. Tienen todo el potencial y el apoyo que las autoridades vascas pueden prestar, incluido el nexo con los centros de poder de Madrid.

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Tres compañías levantan las murallas de este castillo empresarial vasco: ITP, Sapa y Sener. La primera, fabricante de motores de avión, participa en grandes proyectos europeos como el FCAS. La segunda, cuyo origen en el municipio guipuzcoano de Placencia de las Armas se remonta a 1573, es propiedad de los hermanos Aperribay y un destacado accionista de Indra. La tercera, controlada por la familia Sendagorta y más orientada hacia la industria aeroespacial, acaba de anunciar una significativa inversión en Zamudio para reforzar su negocio militar.

Estos discretos gigantes vascos de la industria de defensa tienen a sus espaldas siglos de historia. Ya en tiempo de Felipe II se establecieron en el País Vasco las Reales Fábricas de Armas para inaugurar una actividad de larga tradición que llega hasta nuestros días. De su gran importancia estratégica quedó constancia en la Guerra Civil. Antológicas empresas vascas de bicicletas como Orbea o BH fueron en su origen, en el siglo XIX, fábricas de armamento. Eibar o Gernika han sido históricos centros de producción de balas, fusiles y obuses. De la armería Aranzábal (dicen que Juan Carlos I compraba ahí las escopetas para agasajar a líderes árabes) a la filial de la alemana Rheinmetall (sucesora de Expal, Explosivos Alaveses), pasando por los explosivos de Maxam, la industria del armamento pasa por Euskadi.

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Jokin Aperribay

EFE

Es de esperar que el dinero le llegue ahora a estas empresas por varias vías, no solo a través de fondos públicos. Ya hay firmas de inversión muy posicionadas, como la de Pablo Casado o Nazca Capital. En Euskadi, las fundaciones bancarias (Vital en Álava, Kutxa en Guipúzcoa y BBK en Vizcaya) están decididas a seguir los pasos de La Caixa e invertir directamente en empresas. Hay 3.000 millones de euros sobre la mesa.

Un apunte más sobre la defensa: el presupuesto no acaba yéndose ni mucho menos a los grandes programas de armamento, como pudiera parecer. El Banco de España calcula que el 57% se destina al pago de salarios y otro 20% a consumos intermedios, que incluyen el rancho para la tropa los uniformes o el combustible.

Nada más. El mes de agosto acecha y esta será la última newsletter de Dinero hasta septiembre, cuando regrese la vorágine informativa. El común de los mortales, lo que viene a ser el badajo de la campana de Gauss, dedicará estas semanas a vacacionar. Momento ideal para cultivar los places efímeros: las lecturas, los paseos y los chapuzones en el mar. Algunos afortunados, los que nunca dejaron de ser niños, se atreverán incluso a hincar las rodillas en la arena mojada y a hacer castillos de arena junto a sus hijos o sus fantasmas. Volverán a arremolinar la arena y a apresurarse a reconstruir los muros amenazados por las olas. Lo harán con la seriedad con la que juegan los niños, a la que tantos elogios Nietzsche dedicó. ¿Hay forma más existencial de jugar contra el mar y la inexorable marea? Feliz verano.

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