“Están quitando el efectivo de forma silenciosa, como quien no quiere la cosa, pero llegará un día en que pongan fecha y entonces veremos cómo salimos de esa”, advierte el divulgador Javi Cabello en una entrevista que ha concedido al podcast de Wall Street Wolverine. Su mensaje cada día que pasa cobra más fuerza más entre quienes alertan de una transformación económica que avanza con poca resistencia social. Para Cabello, la retirada del dinero físico no es una cuestión de modernidad, sino una amenaza directa a lo poco que queda de libertad financiera.
Una moneda de cambio con muchos riesgos
La digitalización de los pagos es un proceso imparable. Desde los pagos con móvil hasta las transferencias inmediatas, la comodidad es innegable. Pero Euronet Worldwide, una de las principales empresas de tecnologías de pago, advierte que esta comodidad puede tener un precio muy alto: la exclusión de quienes no tienen acceso a estas herramientas. Hoy en día, más de 2.000 millones de personas en el mundo no poseen una cuenta bancaria, según el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial. Por lo que, una sociedad completamente digital dejaría fuera a millones.
Por si fuera poco, los 702 millones de personas que viven en extrema pobreza también quedarían excluidas del sistema. Si el dinero en efectivo desaparece, ¿cómo podrán estas personas subsistir en un entorno donde todo, incluso un café, requiere una cuenta o un móvil inteligente?
El efectivo como último bastión de privacidad y seguridad

El experto asegura que eliminar el dinero en efectivo sumiría al país en un drama
Otra preocupación que crece en paralelo a la digitalización total es la privacidad. A diferencia de los pagos electrónicos, el dinero en efectivo no deja rastro. No exige compartir datos personales. Y eso es lo que lo convierte en un bien cada vez más incómodo para ciertos intereses. Se han acostumbrado a que todo lo hagamos por la vía digital, y como no protestamos.
Además, se abre la puerta a nuevos escenarios de vulnerabilidad. Los fallos de sistema no son ciencia ficción: desde caídas de servidores hasta desastres naturales que destruyen apagones. En ese contexto, el efectivo actúa como red de seguridad. Es tangible, no depende de señal, electricidad ni terceros. Algo que no se valora hasta que realmente se necesita.
Desde un punto de vista más cotidiano, el uso de dinero físico también facilita el control del gasto. Métodos como el de sacar una cantidad fija por semana y no tocar más siguen funcionando para muchas personas como estrategia de ahorro. En cambio, con una tarjeta o una app, resulta más difícil mantener esa disciplina. Los pagos invisibles se notan en el bolsillo digital a final de mes.
Por último, el cambio tecnológico no es igual de accesible para todos. Hay sectores de la población, especialmente mayores de 50 años, que no han sido formados en competencias digitales. Para ellos, enfrentarse a un cajero automático ya supone un reto; hacerlo sin opción de recurrir al dinero en metálico puede ser directamente una condena a la dependencia.